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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3083 - 11 de septiembre del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Terminadas las vacaciones, todos de vuelta en casa, menos mal que hemos dejado otra vez desiertas las playas. Ahora tendrán un año entero, hasta julio, para poder regenerarse de las basuras arrojadas en la arena. La mar es el mejor servicio de limpieza. Mucho hablar del "Prestige" y de sus vertidos, pero el verano es en buena parte una inmensa tragedia del "Prestige" a efectos de la contaminación de las playas y de sus aguas. La basura que incivilmente arrojan los bañistas es el más perjudicial de los chapapotes. Con el agravante de que aquel malhadado y piratesco petrolero desventrado vertió el fuel exclusivamente sobre la Costa de la Muerte, en unos días concretos y en una playas determinadas. Y este chapapote de cada verano se desparrama sobre todas las playas de toda España, a lo largo de los tres meses de las vacaciones. Usted habrá padecido este otro chapapote en su popular playa de Poniente de Benidorm, en su elegante "beach" de Marbella, en su recoleta playa cántabra, desde donde en plana ola de calor llamaba a sus amigas por el teléfono móvil para darles envidia:

-- Hija, pues aquí no estamos sintiendo al calor en lo más mínimo. Todos los días tenemos que bajar a la playa con la pashmina y una amiga rica, rica que tenemos hasta viene con un "chatung" carísimo que se compró en la India.

Hablo del generalizado e incivil chapapote en forma de desperdicios, de cascos de botellas, de latas de refrescos vacías, de paquetes de patatas fritas, de bolsas de plástico. Si tras el paso de las hordas de Atila no volvía a crecer la yerba, tras el paso de las turbas de bañistas por nuestras playas crecen auténticos vertederos de basuras, casi como el de Puertollano donde buscaban una pistola asesina. Siempre me hago la misma pregunta: si bajan a la playa cargados como burros, con la sombrilla, con las toallas, con las butacas plegables, con la nevera, con el flotador del niño y con la caja de los bocadillos, ¿por qué no se bajan también un par de bolsas de basura para echar allí todo lo que tiran y subirlas luego hasta un contenedor?

No hay forma. Sabemos lo que nos hemos gastado en limpiar el chapapote del "Prestige", pero échele usted un galgo presupuestario a la suma de cuanto los ayuntamientos costeros de gastan cada verano en limpieza de las playas, desgraciadas diariamente por este generalizado chapapote de falta de cultura cívica. La incivil guarrería colectiva obliga a los ayuntamientos a comprar y mantener costosas máquinas limpiaplayas, ejércitos enteros de barrenderos de la arena. Todos se maravillan cuando, al amanecer, los empleados municipales pasan con sus máquinas por la playa:

-- Qué limpio tiene el ayuntamiento la playa.

Deberían decir más bien:

-- Qué guarros son los que vienen a bañarse y a ensuciar cada día lo que el ayuntamiento limpia con tanto esmero...

Si dan a las playas banderas azules, no lo duden: es a pesar de lo guarros que son muchos bañistas. Si por esta gente incivil fuera, aquí no habrá bandera azul alguna. Como esa "Escoba de Oro" que entregan a los ayuntamientos que se distinguen por sus servicios de limpieza. Más que simbólicas escobas de oro a los ayuntamientos deberían dar escobazos de verdad, con mucha mala idea, en toda la cabeza y con el palo de la susodicha escoba, a los que ponen las calles llenas de papeles tirados por el suelo. Quedo perplejo cada fin de semana en mi ciudad, cuando cíclicamente el ayuntamiento informa de lo que se ha tenido que gastar en limpiar las basuras que la muchachada deja tras su sabatina callejera de litronas y botellonas. Casi todos esos chavales se dicen ecologistas, quieren preservar el medio ambiente y están preocupadísimos por el agujero de ozono. Y esos mismos presuntos ecologistas son los que ponen hecho una guarrería el medio ambiunte de la calle ambientadísima de su reunión finisemanal, un asco de botellas rotas y de astillas de los vasos de plástico, cuando no de micciones por los rincones y de vomitonas en tropel.

No hay rincón urbano ni palmo de litoral que se libre de este otro lamentable chapapote de la basura que tirar los bañistas en la arena. Ningún diputado interpelará en las Cortes, preguntando cuánto nos ha costado quitarlo este verano. Yo sé por qué: porque en tal caso tendría que culpar a sus votantes, que son los que ponen las playas tan guarras. No se olvide que las grandes masas son las que otorgan los votos que dan las mayorías absolutas y las que tiran mayoritariamente las basuras que ponen las playas hecha una pena de porquerías.

 

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