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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3088 - 16 de octubre del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Para poner al día los saberes sobre su Historia, se han reunido en Madrid los sabios doctores en este bien intangible y riquísimo, que todos hemos recibido en herencia al nacer y al que llamamos Lengua Española. Sin ser sabio ni doctor, simplemente hablante orgulloso de esta lengua, no sé cómo estarán los estudios de Historia. Sí sé, en cambio, cómo está ahora la lengua que hablamos: amenazada. Femenina al fin y al cabo, la lengua no se escapa de la triste ola del maltrato a mujeres. El español está amenazado por el desprecio a nuestra cultura, por la invasión angloparlante de las nuevas tecnologías... y por las nuevas situaciones familiares y mentalidades sociales. No sé cómo habrán resuelto el problema en otras lenguas, pero el español se ha quedado completamente desfasado y obsoleto para encontrar los nombres de los nuevos parentescos familiares, derivados de la aceptación social de dos hechos de nuestro tiempo: la convivencia prematrimonial o amatrimonial en las llamadas "parejas de hecho" y la separación postmatrimonial en divorcios y anulaciones canónicas.

La lengua española es más papista que el Papa, porque, por lo que se ve, no acepta el divorcio, ni la separación. Y muchos menos la situación de las parejas de hecho. Todas las palabras que en español describen relaciones de parentesco se refieren a la familia de toda la vida, a la del vínculo indisoluble de vicaría o el paso por el Registro Civil. Son de puro Derecho Canónico los términos de madre, padre, hermano, hijo, abuelo, bisabuelo, biznieto, cuñado, concuñado, suegro, suegra, consuegro, consuegra, nieto, nuera, yerno, sobrino. Mas por muy de sentido común que sean, no existe una sola palabra para nombrar los nuevos parentescos derivados del cambio de mentalidad en materia de familia y matrimonio. Para resolver la papeleta, se tira de viejas palabras, a las que se le da otro significado. "Chico" o "chica" significan, de hecho, marido o mujer. No sabes que Inma se ha separado, la invitas a cenar, y le preguntas:

-- ¿Vendrás con Ignacio?

Y te dice:

-- Uf, Ignacio, qué antigüedad. ¿Pero no sabes que nos separamos hace ya más de un año? Así que iré con Juan Manuel.

-- ¿Y quién es Juan Manuel?

-- Mi chico, hijo, qué antiguo estás.

Igual que antes te presentaban a "aquí mi señora", ahora es: "Mira, ésta es mi chica". Porque las parejas de hecho se revuelven contra el modo con que las nombra la sociedad en sus nuevas leyes reguladoras. Inma nunca me dirá que vendrá con su pareja de hecho. Si no me dice lo de "chico", será "compañero". Otra amiga tiene un "chico" que se llama Salvador. Y cada vez que me habla de su "compañero Salvador", uno, que es de la Generación de Mayo del 68, piensa inmediatamente en Chile y en el compañero Salvador...Allende.

Si esto es en lo amatrimonial o prematrimonial, la cuestión de los nuevos parentescos se complica con el divorcio. Ahí sí que la lengua no ha progresado absolutamente nada. Lo más que ha inventado es el nuevo significado de "ex". "Ex" es una preposición que con el divorcio ha cobrado en España vida por sí sola. La preposición "ex" ha decidido de momento separarse de los nombres o adjetivos a los que se anteponía. Ya no hablamos de un político como ex ministro ni de un banquero como ex presidente. Si se dice "ex", sin más añadido, pensamos inmediatamente en un señor o señora divorciados que son citados, no sin retintín, por su anterior cónyuge:

-- ¿Sabes que mi ex se ha vuelto a casar?

No tienen que especificar que el ex es el ex marido o la ex mujer. La divorciada o el anulado dicen "ex" y sabemos que están refiriéndose a su anterior marido o mujer, de lo ex cátedra que lo dicen. Esto cuando se llevan civilizadamente tras la ruptura matrimonial. He observado que el divorcio en España produce tres tipos de antiguos matrimonios: los que se llevan civilizadamente; los que no se llevan, ni civilizadamente ni nada; y los que se llevan... a matar. Lo de "ex" lo usan los dos primeros grupos. Los del tercer grupo, que suelen salir bastante en los programas de televisión rentabilizando sus trapos sucios, no hablan nunca del antiguo cónyuge con el aséptico y distanciado ex. Usan unos circunloquios realmente terribles:

-- Eso lo habrá dicho la madre de mis hijos...

O aquello otro, tremendo:

-- Ese señor ha dejado de existir para mí, aunque sea el padre de mis hijas.

Seré un antiguo, pero hay que ser muy hija de su madre para referirse al antiguo marido como "el padre de mis hijas". De ahí la urgencia con que la lengua española debe encontrar palabras para designar estos nuevos parentescos. O ex parentescos.

 

 

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