Hay
algo más difícil, bastante más, que encontrar una aguja en un
pajar: hallar un paquete de azúcar, un simple y sencillo
paquete de azúcar, en el dédalo de calles de un hipermercado.
Si me conceden la merced de
leerme cada semana, me sabrán aficionado a los hipermercados
como otros lo son al arte chino, al golf, a las películas de
Woody Allen o a coleccionar cucharillas. Me gusta frecuentarlos
porque los hipermercados son la gran metáfora de la sociedad en
que vivimos, espejo fidelísimo de sus costumbres, sus hábitos,
su mentalidad. Hasta de su forma de hablar. Vivo en la misma
tierra que Los Morancos y cada vez que voy al hipermercado, me
dejo de ir con el carrito y pego la oreja para escuchar lo que
están diciendo las compradoras. Y muchas veces, ¡es como si
estuviera oyendo a Omaíta! No es que la realidad imite al arte
de los humoristas; para mí que Jorge y César Cadaval también
pegan la oreja en el hipermercado, haciéndose los tontos para
escuchar las conversaciones mientras simulan que toman del
estante una lata de melva canutera. O que buscan el azúcar
inencontrable. Nada, que no hay forma de encontrar dónde tienen
el dichoso azúcar en este supermercado...
Ni el azúcar ni nada. A la
entrada de las grandes superficies suelen entregar vistosos
folletos a todo color, con las ofertas. Salen retratadas y
agraciadísimas las latas de tomate, los paquetes de seis
botellas de cerveza, los tambores de detergente o las cornetas
de riquísimos helados. Más valiera que en lugar de esos
folletos carísimos entregaran algo mucho más útil y barato:
una guía práctica de dónde está cada cosa. No crean que todo
está donde parece. Habitualmente está justamente al lado
contrario. En los detergentes, las conservas, los chocolates, no
hay problema. El problema es, por ejemplo, encontrar una
bombilla. ¿Dónde tienen las bombillas en este supermercado?
¿Donde están las lámparas, al lado de las tablas de plancha y
el menaje de cocina? ¿O con los artículos de ferretería? Ni
lo uno de lo otro. Cuando tras mucho buscar hallas a un señor
que de verdad es de plantilla del hipermercado y no el que
repone los yogures y que no tiene idea de nada, ese empleado o
la ansiada muchacha de la chaqueta roja te dicen, como si fuera
lo más normal del mundo, en tu desesperada búsqueda de la
bombilla:
-- Las bombillas están en la
línea de caja...
Como si estuvieran en La Línea
de la Concepción: no hay quien las encuentre. Y nada digo de
algo tan simple como las pilas para la radio. ¿Dónde están
las pilas, matarile, rile, rile?, es la canción infantil que
entonamos, carrito en mano, anda que te anda entre los estantes.
¿Estarán donde la ferretería también? ¿Con los muebles de
jardín acaso? ¿Junto a los zapatos deportivos? ¿O en la
línea de caja también? Preguntas, tras mucho buscar de nuevo a
una empleada que no vaya sobre patines corriendo como las locas
de caja en caja, y te dicen:
-- Las pilas las tiene usted
allí, en la parte de bazar.
La parte de bazar está
aproximadamente en Salamanca, si se trata de un hipermercado de
Cáceres. O en Cáceres, si se trata de un supermercado de
Badajoz. Lejísimos. Y fuera de contexto, como dicen siempre de
las palabras citadas con mala intención en los discursos
políticos. Estás ya al final junto a los refrescos, y tienes
de nuevo que desandar lo andado, justo por donde entraste, si
esta noche quieres oír tu programa favorito de deportes, porque
las pilas del transistor están dando las boqueadas.
Tienen además algo de juego de
azar la disposición de los artículos dentro no ya de todos los
supermercados, sino del que usted frecuenta habitualmente. Nunca
las cosas están en el mismo sitio en dos visitas sucesivas.
Para provocar nuevos deseos de compra o para acercar lo que
estaba fuera de circuito, donde la semana pasada encontrabas el
detergente para la lavadora ahora está el champú, y donde
estaba el champú ahora te encuentras los rollos de papel de
cocina.
Ya que la Unión Europea nos
organiza la vida y nos lo regula todo, y ya que somos tan fieles
observantes de las normativas continentales, deberían sacar una
directiva de obligado cumplimiento, para que en todos los
hipermercados las cosas estuvieran siempre en el mismo sitio y
no tuviéramos que hacer "footing" empujando el
carrito, adivinando dónde las han puesto esta semana. ¿No
tienen todos los coches el freno de mano en el mismo sitio, y el
acelerador en el suyo, y no los cambian de una marca a otra?
¿Por qué cada hipermercado ha de tener en un sitio distinto
algo tan sencillo como ese simple paquete de azúcar cuyo
hallazgo es siempre bastante más complicado que el de una aguja
en un pajar?