Con
gusto y alegría me he metido en carretera (quiero decir, en
Ave) para unirme al júbilo de los García y los Fraile, que me
invitaron a festejar un hecho excepcional, como ponía en la
invitación: "Celebraremos que Jos� María acepta cumplir
60 años". El generosísimo Jos� María de la aceptación
del año de nacimiento que pone su DNI es Jos� María García,
el español que en más camas ha dormido gracias al milagro de
su genialidad radiofónica en materia deportiva. Ojo, digo lo de
las camas en el mejor sentido de la palabra. Lo he presenciado
muchas veces. He estado en Marbella con Jos� María García y
se le ha acercado una señora:
-- Uy, García, mi marido todas
las noches se mete en la cama con usted...
Y ante el gesto de evidente
preocupación y disgusto que ha puesto Jos� María, la
admiradora ha matizado al punto:
-- Vamos, que se mete en la
cama con el transistor para escucharlo a usted, no me vaya a
interpretar mal.
Hablando de camas y de escuchas
nocturnas, García ha sido hasta causa de anulación
matrimonial. No habr� de decir los nombres ni en presencia de
Stampa Braum y de Baena Bocanegra juntos, pero yo s� de una
pareja que se anul� porque él, aficionadísimo al fútbol, a
la nocturna hora del uso del sacramento del matrimonio se
dedicaba a escuchar el programa de Jos� María García y a la
pobre señora es que ni la miraba. No s� si para la Historia
del Periodismo Radiofónico o para la Historia del Derecho
Canónico, pero en los archivos romanos de la Rota tiene que
estar el nombre de Jos� María García como causa de anulación
matrimonial. De haberse emitido el programa entonces por la
antigua cadena Rato, y no por la Cope u Onda Cero, hubiera sido
estrictamente el primer matrimonio Rato (con mayúsculas) y no
consumado de toda la Historia.
Trabajo y esfuerzo diarios
aparte, inteligencia y brillantez aparte, García ha tenido
tanto éxito en su profesión porque pertenece a una cosecha
triunfal: a la gran reserva de 1943. Lo digo bastante
interesadamente: yo nac� en ese año, como pueden ver en las
solapas de mis libros, pues ante las bibliotecas no cabe la
coquetería masculina de quitarnos años. Los de 1943 no nos los
quitamos e incluso tenemos un cierto orgullo de haber nacido en
ese año con número de licor. Nacimos en un tiempo
privilegiado. Nacimos en el momento en que se iniciaba el ocaso
del nazismo y de los totalitarismos en Europa. Somos hijos de la
batalla de Stalingrado, del inicio del wagneriano ocaso de los
dioses terribles de Hitler. Crecimos con las hambres de la
postguerra civil española ya superadas, nos cogieron los
primeros albores de la apertura, vivimos a tope las ilusiones de
Mayo del 68, los cambios del Concilio Vaticano II, éramos ya
profesionales casados y con hijos a los que dar una ilusión
cuando protagonizamos la esperanza colectiva del comienzo del
reinado de Don Juan Carlos I y de la Transición. Ser� orgullo
de año de nacimiento, de cosecha del 43, pero todos mis
compañeros de curso en los Jesuitas, en la Facultad de Letras o
en la Escuela de Periodismo tienen también esa sensación
biográfica de haber nacido en el lugar exacto y en el momento
justo. Ese sentimiento de orgullo generacional, sector 1943, lo
he notado en el arqueólogo Jos� María Luzón, en el diputado
Andrés Ollero Tassara, en el sacerdote del Opus don Luis
Bollaín, en el periodista Pedro Erquicia o en la desaparecida
directora de cine Pilar Mir�, que fueron mis compañeros de
curso en diversos centros.
O lo he notado en Julio
Iglesias, mascarón de proa de los que vamos embarcados en esta
nave de sueños que surgi� a la vida en 1943. Como Jos� María
García, como en su hora el recordado Terenci Moix, Julio
Iglesias no ha tenido el menor inconveniente en proclamar a los
cuatro vientos que es de 1943 y que ha cumplido sesenta tacos de
almanaque. Los de la cosecha del 43 hallamos en Iglesias y en
García el consuelo de la edad. Y hacemos como ellos: ¿a qu�
quitarnos años, si los que hemos tenido la dicha de vivir han
sido tan apasionantes? Lo que hemos visto. Nuestra vida ha sido
como una continua sesión de estreno. Nos hemos montado en
trenes de vapor y en al Ave; en aviones DC-3 como el de
"Casablanca" y en el Concorde; nuestras madres tenían
fogón de carbón y nuestras nueras, microondas; hemos pasado de
la demora en las conferencias telefónicas al móvil; de los
braseros de cisco a la calefacción por energía solar; de los
gasógenos en los escasos automóviles al atasco en la M-30; de
la estilográfica al ordenador; de la barra de hielo en la
nevera al frigorífico que hace cubitos; de la radio de cretona
al DVD... Y sigan poniendo ustedes mismos, si son de 1943,
cambios tecnológicos de los que hemos sido testigos
excepcionales y que hemos estrenado, por no hablar de los
benditos cambios de mentalidad hacia las libertades. ¿No vamos
a aceptar cumplir 60 años? ¡Qu� sesenta años más
apasionantes hemos vivido! De gran reserva de la vida. Cosecha
de 1943.