En
esta España de los hermanos, de los hermanos Machado, de los
hermanos Bécquer, de los hermanos Bienvenida, de los hermanos
Alvarez Quintero, tenía una imagen borrosa, cuando no
distorsionada, de Alvaro de Marichalar. Por decirlo en frase
castiza, en lo de "don Jaime, el otro y el de la moto", Alvaro de
Marichalar era el de la moto. El de la moto de agua, que había
llegado con ella a los pies mismos de la Estatua de la Libertad de
Nueva York, tras haber cruzado la ancha mar oceana. Tenía la idea
de que Alvaro de Marichalar est� loco por las motos de agua. De la
misma manera que su hijo, señora, o el mío, lo están por la tabla
de vela, que pierden el sentido por ponerse a nevegar con ella
cuando en Lanzarote o en Tarifa hay un viento de fuerza 6 o 7,
esos levantazos que mantienen cautamente a las flotas pesqueras
amarradas a puerto, que es donde en tales casos hay que estar
(pensamos nosotros), y no cogiendo olas y dando saltos y tumbos
sobre ellas como posesos.
Un libro y una película de Alvaro de Marichalar
sobre sus aventuras me han devuelto una imagen exacta de nuestro
navegante. Tras asistir a la presentación de su libro "Rumbo al
Horizonte Azul" y presenciar la proyección de su película sobre la
travesía del Atlántico he empezado a pensar que lo de Alvaro no es
simple afán de aventura, sino casi una forma de ver el mundo, una
mística del esfuerzo y de la tenacidad en esta vida tan falta de
valores que tiene como suprema norma el "todo vale" y el dinero
como medida de todas las cosas. Es un místico, al que las monjas
carmelitas de Palma de Mallorca le pueden poner una carta en su
mismo lenguaje, el encontrar la suprema perfección de Dios en la
inmensidad de los mares. No conoc� a Cristóbal Colón ni a Juan
Sebastián Elcano, pero tras oír al humanísimo Alvaro de Marichalar
me daba la impresión de que me habían presentado a uno de nuestros
navegantes de las grandes gestas españolas con que comenz� la Edad
Moderna. Siempre oímos decir que Colón atraves� una mar
desconocida y lleg� a América en un cascarón de nuez. Bueno, pues
"La Pinta", la menor de las carabelas colombinas, es el "Queen
Mary" al lado de la "Numancia", el simbólico nombre de resistencia
que Alvaro le puso a su moto de agua. Que es también nombre de una
histórica fragata de la lista de nuestra Armada, cuyo lema le
cuadra perfectamente al navegante navarro: "Entusiasmo, valor,
decisión".
Cuando Alvaro de Marichalar hablaba de su libro
y de sus navegaciones, me acord� inmediatamente de otro insólito
español, otro descubridor de nuestros días: Miguel de la Quadra
Salcedo. Si podía valorar el esfuerzo de Alvaro en la soledad del
Atlántico, sobre las olas de un color que nos hace comprender por
qu� hay un azul al que llaman "marino", era porque yo había
navegado con Miguel de la Quadra esa mar, aunque confortablemente
a bordo del viejo "J.J.Sister", cuando nos embarc� en uno de los
viajes de su Ruta Quetzal, que reproducía uno de los itinerarios
de Colón, de Lisboa a las Antillas y la tierra firme del Golfo de
México. Mi recuerdo de Miguel de la Quadra no iba descaminado,
porque al punto Alvaro de Marichalar se proclam� su admirado
discípulo. Los dos, Alvaro y Miguel, se me aparecen ahora como dos
descubridores españoles del XVI, de la España de las novelas de
Arturo Pérez Reverte, pero en pleno siglo XXI. Tienen la inmensa
deportividad de renunciar a los adelantos de nuestro tiempo y
volver a lo primigenio del esfuerzo, del reto ante lo desconocido.
Un avión hace en apenas siete horas el viaje que Alvaro o Miguel
tardan semanas y semanas de riesgo y de esfuerzo en completar.
Pero en el avión no se ven las estrellas, como Alvaro y Miguel las
ven en la ancha mar. Y mirando a las estrellas desde la alta mar
se tiene más cerca, como ellos, la presencia de ese Dios al que
los hombres cada día le vuelven más la espalda.
Y es pena que toda esta dimensión ejemplar del
esfuerzo de nuestros dos aventureros se quede en la caricatura de
una excentricidad temeraria o una extravagancia cultural. Alvaro
de Marichalar hizo su arriesgado viaje para llevar el nombre de
España por el mundo y para dar un grito a favor de las
instituciones que luchan contra la droga. Nada de eso es conocido,
borrada su imagen por cuatro caricaturas mediáticas al uso. Esa
película de su gesta de cruzar el Atlántico sobre un delfín con
motor, "Rumbo al Horizonte Azul", debería ser proyectada a hora de
máxima audiencia en las televisiones. En lugar de los habituales
modelos de degradación ética y estética para consumo masivo,
tendríamos as� el testimonio de un navegante que contra viento y
marea nos ofrece el insólito mensaje moral del elogio del
esfuerzo, la tenacidad, el riesgo, la ilusión, la fe, la
esperanza. Todo lo que falta en este tiempo en que los hombres han
cubierto de basura la pureza del horizonte azul que cre� el Dios
que nace en estos días.