Carmen Sevilla
nos dio a todos los españoles desde TVE y al mundo entero desde el
Canal Internacional las primeras doce campanadas de este bisiesto
2004. Han sido las primeras campanadas que esta gran señora ha
dado en su vida. Ni doce ni una: Carmen Sevilla nunca dio la
campanada, y no como otras de sus coetáneas y colegas,
profesionales y rentistas del escándalo. De la edad que tiene
Carmen Sevilla no quiero hablar, porque hago mías las palabras que
Antonio Gala le puso en un telegrama a Rocío Jurado en un
cumpleaños: "Las diosas no tienen edad". Carmen Sevilla no tiene
edad. Se habla mucho de que va a Marbella a internarse en la
Clínica Buchinger para quitarse de encima esos dichosos kilitos.
No se dice, en cambio, que en una de estas estancias costasoleñas,
debió de subir un sábado hasta el mercadillo de antigüedades,
ropas, flores y plata inglesa de la plaza de toros de Nueva
Andalucía y probablemente junto al puestecillo donde Raffaella Di
Nícoli recauda donativos para su encomiable Asociación de Amigos
de los Gatos que atiende a la maravillosa colonia felina de la
escollera de Puerto Banús, Carmen se compró el Retrato de Dorian
Grey. Si no el original de Oscar Wilde, sí al menos una buena
copia, que surte los mismos efectos. Envejece ese retrato, pero no
Carmen, y eso que, en el silencio de las ovejitas, tiene guardadas
las penas de lo más hondo de su corazón en la finca donde vivía
con Vicente Patuel. No pasan los años por la Carmen que no
encuentra nada peligroso asomarse al exterior de su carrera
profesional imparable o al interior de la salita de casa a través
de la pantalla de una televisión que ella limpia y a la que da
esplendor. Carmen Sevilla es una señora
que lleva los años con tanta dignidad que el presente del 2004 es
el suyo, como si tuviera quince. Ha sustituido con éxito a José
Manuel Paradas en "Cine de Barrio" y de puro milagro no la ha
puesto Chicho Ibáñez Serrador como jefa de azafatas del renovado "Un,dos,tres"
que demuestra que es posible otro modelo de televisión, más
limpio, más culto, menos zafio. En este mundo donde las caras de
moda duran dos minutos y a los cinco nos hemos olvidado de quién
obtuvo el último Goya, Carmen Sevilla hace casi sesenta años que
gana todos los días su Operación Triunfo particular. Con
elegancia, con delicadeza, con cariño. Con un decoro excepcional.
A Carmen Sevilla no se le conoce un escándalo ni una ordinariez.
Sabemos de su vida particular lo que ella quiere que sepamos, ni
más ni menos. Nadie recuerda haber oído en su boca una palabra más
alta que otra sobre su primer marido, ahora que se escriben libros
y libros y se hacen horas y horas de televisión con el pretexto de
la ruptura de un matrimonio. Carmen Sevilla no va por ahí
enseñando a su hijo Augusto, y se precia de que no lo conoce
nadie. Cuando le dé un nieto, den por seguro que no presumirá de
ser la abuela de España. Es tan inteligente que ha criado fama de
tonta. Sí, tonta... Lo más inteligente en este país de listos
aprovechados es hacerse el tonto, como Carmen. Tan inteligente es,
que ha sabido convertir sus equivocaciones en sus grandes
aciertos. La gente suele jugar en solitario a los siete errores de
los pasatiempos. Carmen juega a los siete errores ante los
telespectadores. En el fondo, ella es la que se ríe de los que se
ríen de ella.
Esta señora que hizo cine con los grandes, de
Vittorio de Sica a Bardem, y que grabó preciosas canciones sin que
la estampillaran nunca de "folklórica", no se comprende sin la
sangre que corre por sus venas. Carmen tiene a gala ser nieta del
más importante periodista satírico andaluz del siglo XX, de Don
José García Rufino, al que nadie conocía por su nombre, sino como
"Don Cecilio de Triana", título de su revista humorística, una
"Codorniz" donde con la misma gracia que tiene su nieta daba unos
repasos importantes a los políticos locales de la época. Carmen
suele honrar la memoria de su abuelo y se emociona con la de su
padre: Antonio García Padilla, un poeta popular sevillano que fue
quien animó a su amigo y colega de versos Rafael de León a
escribir letras de canciones, con quien firmó el "Manolo Reyes"
que Vallejo metió por bulerías para el gran éxito de la radio
anterior a la guerra civil. Firmó con el pseudónimo de "Kola" las
letras de cientos de coplas que todos nos sabemos: el "Cortijo de
los Mimbrales" que hizo famoso El Príncipe Gitano y luego Carlos
Cano; el "Triana, Triana" que Imperio Argentina canta con tanta
delicadeza en "Carmen la de Triana". García Padilla colaboró con
los mejores músicos del género, con Quiroga, con Mostazo. Hay una
canción de García Padilla que nuestra sevillana Carmen García
Galisteo canta como nadie. Es la que dice: "Coplas, coplas de mi
España, ganas me dan de llorar..." Cuando la canta, Carmen Sevilla
llora de verdad. Porque sabe que esa letra la escribió su padre y
que todo su arte y su estilo los debe a esa familia de artistas
que nos dio a tan gran señora de la canción, el cine y la
televisión. Como Doña Amparo Rivelles, Doña Carmen Sevilla se ha
ganado sobradamente el título de respeto que damos a las grandes
artistas.
Sobre Carmen Sevilla, en
El RedCuadro:
Carmen Sevilla, en la guerra de Ifni
Carmen Sevilla, la hermana de Gambrinus
Carmen Sevilla, investigadora de vacas locas
Carmen Sevilla, de Carmen Polo a Carmen Romero

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