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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3105 - 5 de febrero del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Como en Barcelona con los Juegos Olímpicos, en Sevilla se abrieron muchos hoteles con la Expo. De todas clases y categorías. Y entre ellos, destacó pronto por su refinamiento uno de los primeros hoteles con encanto que conocí: Las Casas de Carmona. Lo había puesto y decorado con exquisito buen gusto Marta Medina, que dio a un viejo edificio monumental la apariencia íntima de una casa señorial donde estuvieras de invitado de los dueños, no de huésped de hotel. Luego he visto este mismo clima en muchos otros hoteles con encanto, casonas de pueblo con unos pocos, acogedores cuartos que te ponen en contacto con paisajes y cocinas de delicia. Entonces sorprendía que las habitaciones no parecieran de hotel, sino tan personalizadas como cuartos de invitados.

En ese ambiente, el bar de hotel no existía. Era una larga mesa de bebidas en un salón agradabilísimo. Como el comedor de desayuno de una casa buena de Inglaterra. Allí tenías termos elegantísimos con café, y botellas, infinidad de botellas, de los licores más usuales o insólitos. Todo absolutamente gratis, sin ningún empleado que te preguntara el número de habitación. Barra libre. ¿Querías una ginebra con tónica? La botella entera para ti solo, a discreción. Con lo ansiosamente glotones y beodos que nos volvemos con los desayunos de bufé o las barras libres de las bodas, pregunté a Marta Medina si no le salía carísimo su generoso bar de la mesa de autoservicio de licores. Me dijo:

-- Todo lo contrario. Un cliente puede tomarse una copa, dos, o más todavía... Pero no hay hígado que resista lo equivalente en precio de copas a lo que cuesta el sueldo y la Seguridad Social de tres turnos de camareros de bar y un correturnos para los descansos.

Los hoteles sin encanto, los hoteles de cadena, han rebajado el costo del servicio de habitaciones con el impersonal minibar. Ustedes pueden creer que el minibar está en los cuartos de los hoteles para ahorrarse sueldos en el "room service". Sí, es así. Pero también he descubierto que el minibar está en los cuartos de los hoteles perversamente puesto para no dejarnos dormir a gusto. Si has trasnochado y se te olvidó poner el "no molesten", cuando estás en el plácido sueño de las 9, de las 10 de la mañana, llaman a la puerta, sientes una llave abriéndola, y se te mete en el cuarto un señor de chaquetilla blanca, al que oyes decir entre sueños:

-- Perdón, venía a revisar el minibar...

Estos despertares no son el menor problema del minibar. Si el hotel es chungo, lo encuentras al instante, porque el mueble está allí, ofensivamente a la vista, que se vea que esa pensión mejoradita es tan buena que hasta tiene minibar. El problema son los hoteles refinados y de cierto tono, donde el minibar está siempre oculto, ora en un armario Art Decó, ora en una cómoda Luis XV, ora dentro del que parecía un escritorio. Y una vez que lo has hallado, compruebas que nunca aciertan con tus gustos. Si eres abstemio, tendrás todo el güisqui, ginebra y brandy que quieras y una sola botella de cola. Si adicto al chocolate, hallarás cacahuetes, almendras, patatas fritas, aceitunas; de todo... ¡menos chocolatinas!. Pero si odias el chocolate, ten por seguro que lo tendrás crujiente y con leche, negro y en barritas, todo el que quieras, Suiza entera.

Al final, pero no el último, está el problema de conciencia del minibar. Los hoteles ponen a prueba la honradez de sus clientes con el minibar. En muchos minibares suele haber una lista que nadie rellena. En un impreso como de entrega para lavandería debes anotar cuántas cervezas, botellas de agua o chocolatinas te tomaste. Como nadie lo rellena, para eso está el camarero de la revisión que te despierta si no has puesto el "no molesten". Y para eso está la pregunta como de confesor que cuando vas a pagar la cuenta te hacen en recepción al marcharte:

-- ¿Tomó algo del minibar?

Es tanta la confianza de los hoteles en sus clientes, que les dan absolución general de minibar a quien dice que no. ¿Pero quién dice la verdad? ¿Cuántos millones de embusteros se van de los hoteles sin pagar lo que se tomaron anoche del minibar? Ahora que estamos en campaña electoral, cambiaría los términos usuales sobre la honradez de los políticos. No diría ese tópico que el candidato Fulano inspira tanta confianza que se le podría comprar un coche de segunda mano sin verlo. Habría que decir que Fulano es tan honrado que siempre que le preguntan al salir del hotel si tomó algo del minibar dice que sí, que una botella de agua mineral y dos chocolatinas. Mucho me temo que vamos a votar como honradísimos políticos a muchos de los habituales embusteros clientes de hotel que dicen que no tomaron absolutamente nada del minibar, cuando no dejaron una chocolatina viva.

 

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