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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3107 - 19 de febrero del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Hay que ver los inconvenientes que tiene ir de clásico por la vida: más clásico que un traje gris de franela, que nunca pasa de moda. Decía Rafael el Gallo que "clásico es lo que no se pué hacé mejón", y al orden jónico, dórico y corintio del traje de franela me remito. En cuestiones de moda, los clásicos no acabamos de cumplir sus cánones ni en cuanto al lenguaje. Y mira que hacemos esfuerzos. Aplicándome mucho, había logrado aprender que no hay que decir moda. Que decir moda está pasado de ídem. Que hay que decir "tendencia", que es más "exclusivo", otra palabra de moda que he aprendido, siguiendo el libro de estilo de la actualidad. Ese libro me enseñó que lo "exclusivo" pasó de femenino plural a masculino singular. Archivé, así, en el baúl de los recuerdos de Karina aquellas Exclusivas Ramiro que vendían pisos en Madrid. Aquellas Exclusivas Sánchez Ramade que distribuían películas por los cines de barrio cuando no existía el "Cine de Barrio" de José Manuel Paradas o de Carmen Sevilla. Aquellas exclusivas, con minúsculas, que Manuel Benítez "El Cordobés" firmaba con los empresarios taurinos, tras consultarlo con una almohada mullida de millones. No en balde Benítez fue el primero que usó la palabra "kilo" para aplicarla al millón de pesetas. De "antiguas pesetas", claro, como también está de moda decir. Un millón de pesetas en billetes de a mil pesetas pesaban exactamente un kilo. Seguro que el genial Benítez los pesó en la báscula de Villalobillos.

Así que dominaba perfectamente el lenguaje de lo exclusivo de las tendencias, y hasta había aprendido a hablar del "glamour" de lo "fashion". Y estaba tan contento con las tendencias, dándome el pegote de saber de moda cada vez que había un Salón o una Pasarela, y hablando de las tendencias de las colecciones, cuando, ¡zas!, mi gozo en un pozo. Acabo de descubrir que los vestidos (diseños, vamos) que desfilan por las pasarelas y llenan el esplendor de los salones puede que reflejen tendencias, pero en ningún modo son colecciones: ahora son "propuestas". La propuesta del diseñador. Diseñador, por descontado, no modista o modisto. Se ha resuelto aquella eterna duda gramatical de cuando Manuela Vargas pasaba los modelos de la colección de trajes sastre de Cerezal. Me explico: la propuesta de diseños sartoriales cosida y cortada por el maestro Cerezal con profundo conocimiento de la tijera, la aguja y el probador. La duda entonces era que no sabíamos si Cerezal era modisto, como decían algunos, o modista; si la palabra modista podía aplicarse en masculino a aquel gran señor de la costura, maestro de su oficio. Ahora no habría problema: diríamos que Manuela Vargas pasó la propuesta del diseñador Cerezal.

Y lo diríamos, además, con un lenguaje que mira que lo estoy estudiando en sus versiones escritas o en las habladas de los reportajes televisivos, pero que es dificilísimo. Las colecciones (perdón, propuestas) de los modelos (perdón, diseños) de moda (perdón, tendencia) son comentadas ahora con palabras tan rebuscadas y surrealistas como las de los catadores y los sumilleres para describir los vinos. Seré un torpe, pero cuando leo en una etiqueta de vino que "tiene un sabor afrutado que deja un regusto almendrado en el paladar y da un recuerdo retronasal a nuez moscada y a limones salvajes del Caribe", evoco la sencillez del anuncio del pasodoble publicitario del Anís del Coral en la radio de cretona: "Es el Anís del Coral/el mejor de los mejores,/da gusto al paladar/y a la boca olor de flores". Las flores serían ahora recuerdos retronasales de camelias con sabores esplendorosos de las fresas salvajes del bosque de la abuela de Heidi.

El lenguaje de los comentaristas de las colecciones... Vuelvo a pedir perdón, que no aprendo: de las propuestas, quiero decir. El lenguaje en que comentan las propuestas de la temporada es como para echarlo a pelear con el de los vinos, de rebuscado, hermético, presuntuoso. El que no presenta una propuesta "inspirada en el romanticismo de las transparencias del charlestón de los años 20, con un homenaje a Mondrian en la gama cromática de los tejidos brillantes de las faldas" es porque hace desfilar otra que "en sus corpiños es un tributo a la seriedad de los atuendos de los cuadros de Pantoja de la Cruz, junto con una investigación en tonos oscuros sobre los elementos etnográficos del atuendo de las tapadas de Vejer".

Oyendo estas monsergas de las propuestas de los diseñadores me acuerdo muchísimo de Rosarito. Rosarito la Modista era la costurera de mi madre. Llegaba mi madre a su taller con el último ejemplar del "Para ti" argentino y le decía:

-- Rosarito, quiero que me hagas un vestido estampado así.

Y Rosarito se lo sacaba clavado al de Evita Perón en la revista argentina. Rosarito, claro, no sabía nada de las tendencias, ni del "glamour" de lo "fashion", ¡pero le sacaba a mi madre unas propuestas estampadas tan bonitas! Nada menos que la propuesta de recordarla yo ahora tan joven y tan guapa, con aquellos vestidos estampados por la felicidad de la niñez.

 

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