Si algo envidio
de los Príncipes de Asturias no es sólo su acierto al lograr lo
que muchos deseamos y casi nunca hacemos. Lo que siempre decimos
en vísperas de vacaciones:-- Mientras nos
queden tantas cosas de España por conocer, ¿por qu� hemos de irnos
de vacaciones al extranjero? Con las cosas tan bonitas que hay en
España y nunca hemos visto...
También les envidio la casa. No porque sea mayor
o menor, decorada de esta manera o de la otra, con alfombras de la
Real Fábrica o moquetas de nudo. Les envidio la casa porque es
completamente nueva. Todo les funcionar� a las mil maravillas. Las
casas, máquinas de vivir como decía Le Corbusier, son cada vez más
complicadas, más tecnificadas, más mecanizadas. Hasta robotizadas.
En muchos años, Don Felipe no tendr� que oír de la Princesa de
Asturias lo que a usted a su señora:
-- Hijo, Pepe, a ver si reformamos de una vez el
cuarto de baño, porque est� que da pena de viejo. Ya va para
veinte años que estamos en este piso y no lo hemos tocado, cuando
todo el mundo se ha hecho unos cuartos de baño estupendos...
Estoy en el mismo trance que Pepe. De ah� mi
envidia por la casa flamante de los Príncipes. Estoy en trance de
reforma y renovación de cuanto en casa se ha quedado viejo,
obsoleto. De media casa, vamos. He tomado el ejemplo de unos
amigos, Ivita y Fernando Parias, que rehicieron prácticamente, de
suelos a techos, la casa donde viven, a la luz de una filosofía
que compartimos:
-- Hay que renovar las casas pensando en el
futuro, porque no hay nada más triste que unos viejos viviendo en
una casa vieja donde las cosas se caen a pedazos.
En la labor estamos. Pregúntenme, pues, lo que
quieran sobre suelos de porcelanato, encimeras de silestone,
revestimiento de suelos de madera sin tener que levantar el
pavimento y aplacados de mármol para el baño. Y de cocinas, si me
preguntan, pueden darme directamente el "cum laude". ¡Qu�
maravillas de cocinas hay! Ah� s� que se nota lo que España ha
avanzado en bienestar y en calidad de vida: en la tecnificación y
racionalización de las cocinas. No hay que rememorar el fogón de
carbón o la "cocina económica" de la abuela. Basta pensar en las
formicas de las cocinas de la España del "Cuéntame" para ver lo
que hemos avanzado. La cocina que tendr� en su casa María Galiana,
que es mujer de puicheros y autora de libros de recetas, no tendr�
gracias a Dios nada que ver con la que aparece en el decorado de
su nostálgica serie de televisión. No hablo ya de las placas de
vitrocerámica y de los hornos extraíbles para no quemarse al sacar
el pavo hecho con la receta de la abuela. Pienso en esas
maravillas de muebles cuyos cajones cierran perfectamente, con
rieles que corren como si fuesen de Fórmula 1, con los prodigiosos
departamentos donde hay un sitio para cada cosa, con los cubos de
basura compartimentados para reciclar los residuos, con esas
despensas como las estanterías de las medicinas en las farmacias,
que tiras de una puerta y te salen sobre sus carriles
ordenadísimos anaqueles como de una Biblioteca Nacional de latas
de bonito, cartones de leche y frascos de espárragos.
Pero no han resuelto, ay, el problema del
platero. En nuestras tecnificadas cocinas ya no hay platero. No s�
en otras partes de España, porque la palabra no viene en el DRAE,
pero en Andalucía llamamos platero al vasar, anaquel o chinero
donde se guarda la vajilla en la cocina, con sus alambres para
poner las piezas separadamente y su escurridor para que se sequen
solas, al goteo, tras fregarlas. En las nuevas cocinas han hecho
desaparecer este mueble alto, que habitualmente se colocaba sobre
el fregadero y no lejos del lavavajillas. En su lugar ahora se
llevan los cajones bajos, con sus palitroques para separar los
platos llanos de los soperos, los de postre de las fuentes y las
ensaladeras. Cajones bajos para los platos todo lo perfectos que
quieran, pero que te ocupan mucho más espacio si la cocina es
pequeña y que luego te obligan a secar con un paño ese vaso de
leche o esa taza de t� que has fregado a mano para no tener que
poner en marcha todo el lavavajillas, que est� vacío.
Como en el reparto igualitario de tareas del
hogar me ocupo de la puesta en marcha del lavavajillas y de todos
sus asuntos, de llenarlo y de vaciarlo luego, igual que Isabel
busca un horno sencillo y lo ha hallado, yo no acabo de encontrar
un platero en condiciones. No existe. Nada, a la fuerza me quieren
meter el cajón de los platos. ¿Y cuándo el lavavajillas est� roto,
o sean sólo dos platos los que haya que fregar? No hay forma. A la
fuerza quieren que ponga el voluminoso cajón platero de los
palitroque de separación. Razones todas por las que, si están o
han estado en mi caso de reforma del piso, buscando ese mueble
alto con escurridor, comprenderán perfectamente que haya escrito
"El platero y yo" como Juan Ramón Jiménez hizo aquel delicioso
libro de su Platero con mayúscula, "pequeño, peludo, suave, tan
blando por fuera que se diría todo de algodón".