Salvamos en las
carreteras un día, lo indultamos como símbolo de España, al negro
toro de Osborne con su silueta sobre los olivares andaluces y las
castellanas tierras de pan llevar. Pero no hemos conseguido salvar
en la España de las autovías otro símbolo de nuestra civilización
y de nuestra cultura: la clásica venta a pie de carretera. El toro
del brandy fue declarado Bien de Interés Cultural y monumentos
nacionales habríamos de proclamar a las ventas castizas y
simpáticas, emporio del par de huevos fritos con chorizo, del
pincho de tortilla, del bocadillo de calamares o de uno de los
grandes inventos españoles que no pudieron nunca emular ni el
señor MacDonald con todo su poderío ni el de la barbita con su
imperio del pollo frito de Kentucky: el pepito de ternera. Antes
de que se creara la comida rápida, los españoles inventamos la
maravilla "fast food" del pepito que se toma a deshora en la venta
de carretera, cuando vamos de viaje y ya están cerrados todos los
comedores y los restaurantes pero nos queda la fiel infantería de
ese filete metido dentro del bollo, con su salsita empapando la
miga.
-- No me lo diga usted, que aún no
he almorzado y me dan ganas de buscar una venta donde tomarme ese
pepito...
Pues no le arriendo las ganancias a la hora de
buscar la clásica venta de carretera. Más sencillo es encontrar un
Goya en el Rastro que una venta de toda la vida en una carretera.
Como ya no hay carreteras, sino autovías, autopistas,
circunvalaciones y desdobles, las ventas se han quedado donde
estaban, en sus emplazamientos de los antiguos trazados, a
trasmano. Dicen que las buenas comunicaciones por carretera son
imprescindibles para la economía, pero de momento esas vías
rapidísimas y segurísimas han dejado a las ventas como diríamos en
términos taurinos: fuera de cacho. Los sucesivos gobiernos, con
los planes de mejora de las carreteras en sus nuevos trazados,
tenían que haber previsto también el traslado de estas ventas.
Algunas de ellas, auténticos monumentos de la gastronomía
nacional. Pienso ahora en una de ellas: en la Venta del Cruce de
Las Cabezas de San Juan. La autopista de Cádiz dej� a los viajeros
del Sur sin pasar por el cruce de Las Cabezas y, por ende, sin sus
monumentales tostadas de manteca colorada a la hora del desayuno.
Evoco aquella otra venta de Puerto Lápice donde cuando estudiantes
parábamos en el camino hacia Madrid, a dar cuenta de la cocina de
Don Quijote, duelos y quebrantos incluidos, que eran alegrías y
regocijos para nosotros. Aquella venta manchega, ¿a cuántos
kilómetros del nuevo trazado de la remozadísima CN-IV quedar�
ahora? Salir de una autopista o de una autovía para encontrar una
venta es como ir de excursión facultativa dentro de nuestra ruta.
Todas las facilidades están a favor del "área de servicios" y en
contra de la venta. Áreas en las que te encuentras bruñidas
gasolineras, confortables hoteles para pegar la cabezada si vienes
en exceso cansado y cafeterías de autoservicio, limpias y
refulgentes. ¡Pero ni una clásica y española venta del par de
huevos fritos con chorizo! Eso, cuando no caes en la trampa de la
desviación. Desconfío bastante de los letreros de las áreas de
servicio, con su logotipo de la cama del hotel y el tenedor del
restaurante. Te crees que va a estar all� mismo, a pie de
autopista, pero cuando coges el carril de salida de momento te
hacen girar 180 grados para ponerte justo en la dirección
contraria, porque el área de servicios dichosa est� en la otra
banda de la carretera. Y no a pie de carretera: tienes que cruzar
un puente, tomar dos curvas más, pasar por las naves de un
polígono industrial y finalmente llegar a la ansiada área del
tenedor del letrero. Tenedor con el que nunca puedes romper la
yema del crujiente huevo frito para mojar pan, porque resulta que
te encuentras con una larga barra de autoservicio con comida como
de plástico, prefabricada y envuelta en celofán.
Claman a veces los conductores ante las
carreteras peligrosas y piden al Ministerio de Fomento que las
conviertan en autopistas o por lo menos las desdoblen. Tras haber
venido el otro día desde el aeropuerto de Málaga hasta Sevilla sin
encontrar una sola venta en la autovía, estoy por proponer que las
asociaciones de defensa del patrimonio histórico pidan que se
mantengan esos antiguos trazados, sólo a efectos de la venta.
Venía por la segurísima y rápida vía de Málaga a Sevilla y me
acordaba de mi peligrosa y frecuentada N-340 de Cádiz a Algeciras.
Esa carretera antigua tendr� todas las curvas y peligros, pero a
su pie mismo, ¡qu� cantidad de ventas a cuál más maravillosa,
donde tomarte el pepito de lomo en La Barca de Vejer o un buen
pescado frito en Conil! Aquellas antiguas ventas donde te
recomendaban que pararas si veías en la puerta muchos camiones
estacionados, señal que se comía estupendamente. Como los dos
soles o los tres soles de las estrellas de Michelín, había ventas
de 20 camiones y ventas de 30 camiones a la puerta. Ahora, todo lo
más, te encuentras dos coches oficiales y y el de los escoltas
cuando te paras en un área de servicio. Donde, tras apartarte lo
menos cinco kilómetros de la autovía, resulta que no tienen ni
huevos con chorizo ni sopa de picadillo.