Vivo en una
ciudad interior de España, si bien a orillas del último tramo del
único río navegable de la península. Y salgo en estos días a la
calle y el paisaje humano de su escenario urbano me hace dudar muy
seriamente de su situación geográfica. ¿Habrán traído hasta aqu�
el mar y Sevilla tiene ya playa? Veo por la calle a todo el mundo
vestido como para ir a bañarse en el mar. Muchachos y muchachas en
camisetas sin mangas, en colores amarillo y verde, con un letrero
al pecho que pone "Brasil". Me inquieta la misma duda que
probablemente a usted: ¿por qu� esta invasión
futbolístico-brasileña en los cada vez más zarrapastrosos atuendos
de verano? ¿Quién ha puesto de acuerdo a todos los chavales para
que se alineen, al menos en su equipación uniformada, en la
selección nacional de fútbol del Brasil?
Pero esta duda pasa pronto. Porque veo a
muchísima gente en bañador. Y si no en bañador, en pantalones
cortos tipo Capitán Tapioca o Ruta Quetzal, con muchos bolsillos,
infinidad de bolsillos por todos lados. O en las que se llamaban
bermudas y más antiguamente aún "shorts". Y en toda clase de
camisetas, con tirantas, sin tirantas, con las mangas cortadas,
con las mangas por cortar. Y en cuanto al calzado, llevar unos
deportivos debe de ser ya tan elegante y exclusivo como ir con
unos zapatos de charol del frac de Fred Astaire, porque todo el
mundo va fundamentalmente con una de estas dos cosas: o con
chanclas, o con chancletas.
Por todo lo cual me pregunto, viendo a la gente
en atuendo playero ir a tomar el autobús, entrar a los grandes
almacenes, salir del hipermercado: ¿es que dentro de los planes de
modernización de España han traído el mar hasta mi ciudad, en una
especie de Plan Hidrológico sin plantas desaladoras, ahora tenemos
playa y yo no me he enterado, y por esto va todo el mundo vestido
como antes para echar el día a la orilla del mar y bajo la
sombrilla en Benidorm o en Ibiza?
Me voy a fuente autorizada y compruebo que no.
El preámbulo geográfico del Anuario Estadístico de España me dice
que España sigue teniendo en la península 3.904 kilómetros de
costa, más los 910 kilómetros de Baleares y los 1.126 kilómetros
de Canarias, as� como los bordes litorales de las ciudades
autonómicos de Ceuta y Melilla. Pero esto es oficialmente, según
la geografía. Según la moda, esta costumbre de ir en atuendo
playero que se extiende a todas las ciudades en esta España urbana
en chanclas y en bañador, cada capital, cada pueblo debe de tener
ya sus buenos 100 kilómetros de costa. De otra manera no se
explica que en pleno centro de ciudades tan del interior como
Córdoba, Badajoz, Salamanca, Orense, Albacete o Ciudad Real la
gente vaya ahora vestida de tal forma que sólo les falta la
sombrilla y la nevera, la tumbona plegable y el cubito de arena
para los juegos de los niños. Antes, as�, sólo vestían los
turistas, que no aguantaban los calores y las calores de España y
se ponían para visitar Toledo y El Escorial como en sus naciones
para ir a la playa en Brighton o en Long Beach.
Es como si las dos mil playas propiamente dichas
que hay en España se hubieran multiplicado por mil, y hubiera
doscientas mil playas, una por cada pueblo. No, no se trata de las
piscinas municipales, de los parques acuáticos. La gente va
vestida de playa no para bañarse, sino para su actividad
cotidiana, para ir a la compra o para acudir al trabajo. La
vendedora del gran almacén a la que usted ve perfectamente
uniformada cuando le atiende en la sección de perfumería donde le
vende ese bronceador con factor 60 de protección que se compra
para su veraneo, en cuanto termine su jornada laboral, ir� al
vestuario, se quitar� falda y blusa y se pondr� una camiseta que
le dejar� el ombligo fuera, unos shorts y unas chancletas. Una
camiseta de la selección del Brasil, obviamente, faltaría más.
Admirado don Florentino Pérez: tráigase usted por un pastón a
David Beckham para la venta de camisetas, y encuéntrese con que el
público comprador prefiere la equipación del combinado carioca
antes que la elástica del Real Madrid...
Esta moda playera llega hasta a los últimos
reductos de exigencias indumentarias, vencidos y derrotados por la
ola de mugre y chancleta cutre que nos invade. Francesco de Perlac,
uno de los personajes simbólicos de la Costa del Sol, se acaba de
jubilar como director del hotel Don Pepe de Marbella, a cuyo
frente ha estado 33 años. Entrevistado por la prensa malagueña en
su despedida, le han preguntado por las actuales exigencias de
etiqueta para poder entrar a ese refinado hotel marbell�. Y cómo
estar� la cosa de degradada en los atuendos habituales, que una
persona tan exquisita y refinada como Perlac tuvo que reconocer:
"Dejamos pasar a los clientes mientras lleven algo en los pies".
En aquella antigua Marbella del esmoquin blanco a la hora de la
cena no me imaginaba yo que iba a acabar oyendo al conde de Perlac
hacer el elogio de la chancleta. En esta España de secano vestida
como para ir a la de playa, es como si los que se resisten a
ponerse la camiseta del Brasil dijeran, en plan chiste de la
Virgen de Fátima: "Por lo menos en chancletas, Virgen de Fátima,
por lo menos en chancletas..."