Como una cartilla
de racionamiento de la osada temeridad criminal del alcohol al
volante, que se convertirá en cheque sin fondo para los
reincidentes en imprudencias linderas con el homicidio, llega el
carné de conducir por puntos. Bien venido sea, para contento de
los taxistas que la tienen tomada con las señoras que conducen:
-- Hija, ¿pero es que te han dado el carné en una
tómbola?
A todos nos habrán dado el carné en la tómbola
de los puntos de la responsabilidad. Será como un reloj de arena
que más deprisa caerá conforme más se olviden las más elementales
normas de prudencia en la conducción que, como en tantas cosas de
la vida, no son otras que el sentido común y el instinto natural
de conservación, que los animales nunca olvidan, pero que los
hombres muchas veces dejan a un lado.
Nuevas tablas de Moisés, todos conocemos los
números gordos de los puntos del carné que quitan por conducir con
dos o siete copas de más, por hablar por el teléfono móvil
mientras vamos al volante, por exceder la velocidad máxima
permitida. En este tiempo en que después del Muro de Berlín
cayeron también, derribadas por la conveniencia y por el
hedonismo, las fronteras morales entre el bien y el mal, ojalá
tuviéramos todos un sentido y conocimiento de lo éticamente
ilícito según el Derecho Natural o según la ley de Dios como
conocemos el nuevo sistema de pérdida de puntos del carné de
conducir. Que. en este tiempo en que se ha borrado el sentimiento
de pecado entre los hombres. el carné por puntos insista tanto en
sus penas y castigos es una de tantas contradicciones de nuestro
tiempo. Ojalá hubiera también un carné por puntos para conducirse
en la vida cotidiana, que otro gallo cantaría y otra señal en
verde se pondría quizá en un mundo donde cada vez se echa más en
falta un código de principios que fuera tenido por lo menos tan en
cuenta como el de la circulación.
A este carné donde te quitan los puntos si obras
mal, le falta la contraria: que te dieran puntos positivos (como
en los partidos de fútbol ganados fuera de casa) por las buenas
obras en carretera, por la aplicación en ciudad o en autovía de
los principios del buen samaritano o simplemente de valores en
riesgo de extinción como la cortesía o la educación. Si por
atender la llamada del teléfono móvil mientras conduzco me quitan
no sé cuántos puntos, ¿por qué no me dan al menos un par de ellos
si voy por la carretera, veo que a una señora conductora se le ha
pinchado el coche, compruebo que la pobre no tiene ni idea de cómo
cambiar la rueda, paro y la ayudo a poner la rueda de repuesto? Si
por exceso de velocidad me descuentan no sé cuántos puntos, ¿por
qué no me abonan otros de regalo mi cuenta corriente como
conductor si me paro a auxiliar a una muchacha que se ha caído de
su ciclomotor, la llevo hasta un hospital para que le miren esas
vértebras de las que se duele y además aviso a sus padres para
decirles que ya la han revisado y que no tiene nada de
importancia, pero que va a quedar ingresada en observación?
Me acuerdo con el carné de puntos de aquella
narración del ahora olvidado Pitigrilli, aquel Chesterton a la
italiana que tan de moda estuvo un tiempo como humorista. Contaba
Pitigrilli la historia de un pobre hombre que por un error
judicial pasó en la cárcel una condena de veinte años de
reclusión. Hallado y condenado el verdadero culpable, fue
inmediatamente puesto en libertad. Pero el hombre no se conformó
con su desgracia. Acudió al juez y le exigió que la sociedad le
diese un talón o vale para que pudiera cometer delitos
equivalentes a la pena que injustamente había cumplido. Que le
diesen un salvoconducto para que pudiese robar o asesinar el
equivalente a los veinte años de cárcel que la sociedad le debía,
En este sistema exclusivamente punitivo, en caso de que haya un
error administrativo en los puntos que nos quiten del carné, a lo
Pitigrilli podremos pedir una credencial para conducir
completamente borrachos tres fines de semana, para poder ir hasta
La Coruña a 160 kilómetros por hora de media.
Y otro inconveniente: no nos quitan lo bailado.
Al conductor novel que se acaba de sacar el carné, si al cabo de
cierto tiempo no ha cometido infracciones graves, le abonan no sé
cuántos puntos. A los que hace veinte, treinta años que tenemos
carné de conducir y en nuestra vida, gracias a Dios, hemos tenido
un solo accidente ni hemos cometido falta grave alguna, ¿por qué
no nos dan unos puntos de compensación por cada taco de almanaque
que deshojamos sin conducir borrachos, sin excedernos de
velocidad, sin cometer temeridad alguna?
Están bien los puntos del carné, y muchos puntos
de sutura evitarán en los hospitales de Traumatología, pero
insisto en que son una contradicción del tiempo que nos ha tocado
vivir. Ojalá para la moral que se desprecia por carca, para la
ética que se ignora por comodidad estuviera vigente ese sistema de
puntos en esta sociedad que ha borrado, ay, la raya continua entre
el bien y el mal.