Si yo fuera César
Vidal en su magistral comentario de las ocho de la tarde en "La
Linterna" de la cadena Cope, tendrìa ahora la cita exacta que me
falta y cuya ausencia lamento. Con su extensa y profunda cultura
clásica, humanística y cristiana, Vidal arranca su programa cada
tarde con la glosa de la frase de un dramaturgo griego, de un
historiador romano, de un filósofo medieval. En esa frase, engarza
perfectamente la noticia del día, que a la luz de los clásicos
cobra dimensión de universalidad fuera del tiempo. Y una cita así
es la que necesitaría, probablemente de un estratega de la Grecia
clásica, o de un general de las legiones victoriosas de Roma para
enmarcar cómo Joan Manuel Serrat le ha plantado cara al cáncer. La
cita diría algo así como que el reconocimiento de la fuerza del
enemigo es el mejor comienzo de la batalla para acabar
derrotándolo. Con una entereza admirable, con una naturalidad
pasmosa, como quien está refiriéndose a otra persona, Serrat ha
anunciado que suspende su gira americana porque tiene que
someterse a una operación quirúrgica para vencer al cáncer.
Reconocerlo como enemigo es la mejor forma de vencerlo. Y en sus
palabras en "!HOLA!" he encontrado esa cita grecolatina que
buscaba y no hallaba: "Lo importante no es lo que te ocurre, sino
cómo te enfrentas a ello".Serrat, semanas
después, nos ha dado el mismo ejemplo de esperanza, de
resistencia, de valentía que Rocío Jurado. Malos tiempos corren
para la lírica de la canción cuando tanto Rocío Jurado como Joan
Manuel Serrat tienen frente al mismo enemigo. Pero los dos tienen
en esa primera línea de fuego de la vida el mismo coraje, el mismo
victorioso ánimo, la misma valentía. Podrán. Claro que podrán con
él. Rocío está pudiendo.
He tenido el honor de hablar con Rocío Jurado en
su Houston, Houston, tenemos un problema. He vuelto a oír su voz
alegre y sonora de siempre, cargada de vida, de amor por los
suyos, de agradecimiento a sus seguidores. Rocío Jurado no
solamente le está echando casta y poderío al cáncer, sino sentido
del humor. Con su inigualable gracia de Chipiona, me decía:
-- Pues te voy a dejar, porque dentro de una
hora me tengo que ir para la emisora...
-- ¿A una radio, Rocío? Qué alegría, que estés
ya tan bien que vas a una entrevista de radio...
-- No, niño, no es de eso, aunque es de eso.
Verás: tú sabes que me están dando la radio, ¿no? La radioterapia.
Pero como a mí esa palabra de la radio no me gusta nada, ¿pues
sabes cómo le he puesto de mote a la radio?
-- ¿Cómo Rocío?
-- Pues eso, la emisora. ¿No es la radio? ¡Pues
la emisora! Y no veas lo amables que son conmigo las chicas que
están allí en la emisora, que hasta me ponen discos de cositas que
saben que me gustan mientras estoy en el tratamiento...
Joan Manuel Serrat también irá a la radio de
esta lucha admirable que al final tiene necesariamente que traer
la victoria de la vida. Serrat es en buena parte la radio. Serrat
quiso ser artista cuando escuchaba con su madre la radio de
cretona, con las coplas de nuestra memoria. Aquel niño de
Barcelona no sabía entonces que, andando el tiempo, él también
compondría la banda sonora de nuestra memoria. Con sus canciones
inolvidables, himnos de un tiempo, símbolo de una esperanza.
Serrat tiene tanta calidad que ha sido de los pocos cantautores
que han superado el tiempo de negación de libertades en que
surgieron. Muchos otros que cantaron a la libertad cuando no la
había se quedaron sin tema y casi sin voz cuando Su Majestad El
Rey nos las devolvió con la Constitución. Les quitaron la escalera
de la protesta y se quedaron hasta sin brocha. Todo lo contrario
que le ocurrió a Joan Manuel Serrat, voz de libertad que cobró aun
más fuerza durante la democracia. Porque su música, sus palabras,
su poesía cantada tenían, antes y después, ahora y siempre, la
fuerza del bien, de la verdad, de la belleza, de los universales
que están por fuera del tiempo.
Por mi tierra andaluza, de Almería a Huelva, las
bandas de Semana Santa tocan con sus tambores y cornetas, como una
marcha procesional tras un paso que hubiese sido escrita hace
siglos, que existiera desde siempre, la música de "La Saeta". Esa
llamada Saeta de Machado que es en realidad la saeta de Serrat,
porque se oyen tras un paso no los versos de Antonio Machado, sino
la bellísima y emocionante melodía compuesta por Serrat, musicando
la letra del poema. Yo ahora, con música de su saeta, le pido al
Cristo de los Gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre
por desenclavar, que le devuelva pronto la salud a este Serrat que
anduvo sobre la mar de su Mediterráneo. Que sigue andando, y su
Cristo de los Gitanos quiera que sea durante muchos años, sobre la
mar de nuestra memoria, en la misma radio por la que su madre
escuchaba las coplas de nuestra infancia. La mar de quien nació en
el Mediterráneo y sabe que vencerá a esta turbonada que se le ha
presentado ante su barca.