Estamos en una
contradictoria batalla: la cruzada contra el tabaco. Dentro de
nada ya no se podr� fumar ni en la propia casa de uno. El vecino
llamar� a la Policía, como ya se han dado casos en los Estados
Unidos. De donde viene esta moda, y de ah� la contradicción. De la
misma América de donde nos lleg� el tabaco nos llega ahora su
prohibicionismo. Con un ardor que ríase usted de aquella Ley Seca
de las películas de gánsters de Chicago. A los que fumamos se nos
persigue como a quienes a las órdenes de Al Capone contrabandeaban
alijos de bocoyes de güisqui, que siempre acababan agujereando las
balas de los federales, cuando en la película llegaban los buenos
y ametrallaban el camión de los malos.La
moda contra el tabaco, la cruzada de su prohibición, nos llega
ahora con el mismo lema con que antes las cajetillas de
cigarrillos: fresca y recién importada de Estados Unidos. De donde
nos llegaron los males, nos vienen los remedios. Los españoles no
fumábamos hasta que Colón fue a América. Una vez que en Nueva York
me echaron en cara mi cigarrito encendido, mucho antes de la
actual cruzada de satanización de los fumadores, a quien me
reprendía le dije:
-- Pues mire usted, yo vengo de un sitio donde
antes no fumábamos. Pero vino aqu� con Colón uno de Triana, un tal
Rodrigo, vio que estaban ustedes aqu� con el taparrabos y echando
humo por la boca de unas hojas encendidas, y ya ve: no solamente
llev� el tabaco a España, sino que puso en su tierra una fabrica,
para que Bizet hiciera universal a Carmen la Cigarrera. As� que si
yo fumo, la culpa es más suya que mía...
Y la contradicción la encuentro redoblada en que
todos los que odian a los Estados Unidos, o por lo menos a su
Gobierno. Los que dicen que Bush es la reencarnación del demonio,
que Norteamérica es el nuevo imperio que oprime a las naciones,
son los mismos que siguen al pie de la letra, con ardor guerrero,
la moda yanki contra el tabaco. Que no se debería quedar ah�, sino
extenderse a algo mucho más americano todavía, que al contrario
que el cigarrito, no se han quitado de la boca los que están
desolados por la derrota de Kerry: el chicle. El tabaco ser�
nocivo para la salud, pero el chicle es asqueroso, repugnante,
ineducado. Y nadie se atreve a decir una sola palabra contra el
chicle, y mira que eso s� que es americano. Chicle es lo que
pedían los niños del París liberado a los soldados americanos del
desembarco en Normandía. El chicle era el símbolo de la soñada
utopía americana de nuestro "Bienvenido, Mister Marshall".
A nadie se le ocurre fumar en la iglesia, pero
observe la cantidad de gente que hay mascando chicle en misa. No
se quitan el chicle de la boca algunos ni para ir a recibir la
comunión. Y de Dios abajo, ante todos se atreven a mascar chicle.
Usted, si va a declarar en un juicio, se abstiene de fumar ante el
juez. Pero esa muchacha que fue testigo del accidente bien altiva
que entra ahora, y responde a las preguntas de su señoría sin
quitarse el chicle de la boca. En el hemiciclo del Congreso de los
Diputados, donde no se puede fumar, puede usted ver a los
parlamentarios mascando chicle hasta en la tribuna presidencial.
Cuando le hayan sacado toda la sustancia al chicle, ¿cogerán y lo
dejarán pegado debajo del pupitre de su escaño los muy guarros,
como te encuentras chicles babosos repegados en el asiento del
autobús, en el pasamanos de la escalera del instituto, en la sala
de espera del ambulatorio? No s� por qu� ponen tantas multas y
sanciones a los conductores que arrojan una colilla por la
ventanilla del coche y en cambio ni le tosen a estos guarros que
tiran los chicles al suelo, que lo pegan donde primero pillan. Los
más hermosos entornos monumentales, las plazas más grandiosas, las
calles más encantadoras de toda España y casi del mundo entero
tienen el suelo repegado de chicles, sobre los que se acumula la
suciedad y acaban siendo pastosas manchas negras. Pisas una
colilla y, salvo que sea en la playa, nada te ocurre; pero pisas
un chicle y es lo más asqueroso que le pueda ocurrir a tu zapato,
sólo comparable a ponerlo sobre la caca callejera de un perro.
Espero que cuando cubra sus últimos objetivos la
cruzada antitabaco y el último fumador haya sido fusilado al
amanecer, empiece la campaña contra los asquerosos chicles. No
aspiro a tanto como en Singapur, pero algo as� debería legislarse.
En Singapur, para no gastarse millonadas en limpiar las calles de
gomas repegadas en el suelo, han declarado el chicle fuera de la
ley. En las aduanas registran las maletas para que nadie entre un
chicle, como aqu� los perros policías olisquean contra la droga.
Al que cogen con un chicle le ponen una multa como de medio millón
de pesetas. Y al que lo pillan tirándolo al suelo, ese va
directamente a la cárcel. Ahora esa prohibición dicen que se ha
atenuado un poco. Ahora venden ya el chicle en las farmacias. Y
con receta médica. Tienes que llevar el certificado médico en el
bolsillo para que no te multen por mascar chicle. Yo no pido
tanto, aunque quiz� lo que solicite sea más difícil. Pido
sencillamente a los mascadores de chicle que por lo menos no los
tiren al suelo, que pisas uno, no te das cuenta y pones luego
perdida la alfombra de esa consulta de médico a la que vas. Donde
el doctor te quitar� probablemente del tabaco. Pero nunca del
asqueroso chicle, que igualmente deberían prohibir por razones
sanitarias.