Acabo de
descubrir algo que no han investigado en la Facultad de Ciencias
de la Información, en la Facultad de Medicina o en la de Farmacia,
pero que deberían hacerlo: los altos poderes terapéuticos del
"¡HOLA!". Un médico o un farmacéutico podrían decir exactamente el
nombre científico de este poder curativo de la revista, que
expreso en términos profanos: el "¡HOLA!" es el mejor
tranquilizante o calmante que todos encontramos en un momento
habitual de angustia y honda preocupación o nerviosismo. Como un
Valium, pero en vez de Valium 10, Valium 3149 o Valium 3150. El
número de la revista que tengamos entre las manos es exactamente
ese tranquilizante al que yo llamaría en el presente caso y
presentación de dosis "Hola 3151", que es el ejemplar que tiene
usted entre las manos.A diferencia de
otros medicamentos, este prodigioso fármaco que es el "¡HOLA!" no
se vende en farmacias ni en parafarmacias, sino en los quioscos.
Pero a esos efectos tranquilizantes y relajantes que acabo de
descubrir que tiene no es necesario que acuda a la
farmacia-quiosco, ni con receta, ya sea del seguro, ya del médico
privado. El "¡HOLA!" se dispensa como prodigioso tranquilizante, y
gratuitamente, en el sitio donde más se necesita: en las salas de
espera de las consultas de los médicos. Los médicos lo tienen que
saber, de ah� que la revista no falte sobre la mesa de ninguna
sala de espera de las consultas y clínicas de toda España. Número
reciente, el de esta misma semana, o número atrasado, da lo mismo:
este prodigioso tranquilizante de acción inmediata no tiene fecha
de caducidad como el yogur de sabores o los cartones de la leche y
est� desarrollando ese poder terapéutico mientras esperamos que
nos reciba el médico. Esos relajantes efectos anestésicos de la
revista te llegan al instante, en cuanto la tomas entre las manos
en sala de espera de la consulta. Y nada te digo si ese médico,
además, es tu dentista. Entonces el "¡HOLA!" es mano de santo,
como de San Lucas Evangelista y de San Cosme y San Damián,
patronos de los médicos.
Llegas a la consulta del dentista con el natural
nerviosismo y la lógica preocupación, cuando no con el dolor de
muelas quemándote. La auxiliar sanitaria del mostrador te dice que
van un poco retrasados, que aunque te citaron a las 6, el
odontólogo no te va a recibir lo menos hasta las 6 y media. Quiere
decir que tienes media hora suplementaria de espantosa angustia,
pensando en esa muela que te tienen que extraer o en ese torno
chirriante que te tiene que horadar la otra para hacerte una
endodoncia; o en lo otro no menos inquietante del implante... ¡Un
horror! Media hora más de pánico, pensando en lo que te tienen que
hacer en tu linda boca. Entonces es cuando te sientas en la sala
de espera y ves las revistas que hay sobre la mesa. Publicaciones
de divulgación médica, alguna revista de una obra misionera, quiz�
una guía de viajes a países exóticos y ciudades soñadas. Y el
"¡HOLA!". Tomas, naturalmente, el "¡HOLA!". Y all� empiezas a
sentir los poderes altamente terapéuticos de la revista como
tranquilizante infalible. Pasas páginas y paginas que te
transportan a casoplones de ensueño donde viven señoras
fantásticas; te entretienes viendo cómo van los invitados a esa
boda; sacas quiz� el bolígrafo para ponerte a hacer los
pasatiempos; recortas la receta de cocina para hacerla en casa, de
lo que te ha gustado; o te detienes, quiz�, en la lectura de este
artículo de la sección "De rosa y oro".
Y en ello estás, o viendo la publicidad
fantástica de relojes, de modas, de cosmética, y tan sumergido en
la lectura andas, con la revista entre las manos, que te olvidas
de la muela, de la endodoncia, de la extracción, del torno, del
dentista, de su bata blanca y hasta del Colegio Oficial de
Odontólogos. En un instante te has olvidado de dónde estás y a lo
que vas, deslumbrado por un relajante mundo de lujo y de
elegancia. Hasta el punto de que es como si te despertaran de un
sueño profundo cuando llega a la sala de espera la auxiliar que te
recibi� en su mostrador y te dice:
-- Doña Cristina, ya puede usted pasar, que el
doctor la est� esperando...
La revista nos ha evitado media hora de
angustia. Media hora de dejar de pensar en lo que no queremos
pensar. Y si tal ocurre en la sala de espera del dentista, nada
digo cuando vamos al médico que nos tiene que dar los resultados
de ese análisis que nos hicieron sobre aquella cosita rarita que
nos encontraron y que después gracias a Dios resulta que no es
nada importante, pero que para usted se queda, ¿a que s�?, el
angustioso aguardo de su turno.
Puede que, tras la lectura de este artículo, el
Colegio de Médicos me denuncie por intrusismo profesional, o que
lo haga el Colegio de Farmacéuticos, porque quiz� usted est� ahora
en esa situación que describo, en la sala de espera de un médico,
con la revista entre las manos, tomando la prescripción del
tranquilizante de este artículo o la dosis de caballo del
relajante total con el conjunto del contenido del "¡HOLA!". Aunque
me denuncien por intrusismo, me alegro que estas líneas le hayan
servido de Valium literario. Solamente le deseo una horita corta
para ese arreglo de su boca o que los resultados de ese análisis
sean tan benignos y tranquilizadores como ya ver� usted que van a
ser.