Roberto Domingo tiene pintado a Rafael el
Gallo como un dios romano con calva de mármol, dando un muletazo a dos manos desde el
trono de una silla de enea. Como don Antonio Chacón había enseñado a los flamencos a
cantar sentados, el Divino Rafael en la silla era como una soleá en ayudados por alto.
Muchos toreros han querido luego seguir al Gallo. En una silla vi poner banderillas cortas
a El Bala, aquel loquito del toreo al que le cortaron la pierna por una cornada
gangrenada. Y en una silla me cuenta Curro Romero que toreaba aquel torerito de Algeciras,
hace aproximadamente tres mil años. Salió el diestro galleando, y uno del público
gritó:
-- ¡La silla, la silla!
Se envaneció el torerito ante la petición del partidario,
y ya le bajaban desde un palco una silla de enea y un peón se la acercaba al tercio,
cuando la misma voz, guasa de Cádiz, matizó:
-- No, ésa no... ¡La silla eléctrica!
Es lo que hacen en Estados
Unidos como lo más natural del mundo: pedir la silla. No la silla del palco de Algeciras,
sino la que siempre quiere el público: la silla eléctrica. La América que tanto cuida
la salud de los fumadores es la que más torea en la silla. Han llegado a tan refinada
tecnología punta en la pena de muerte que leyendo la
impresionante crónica de Alfonso Rojo sobre la ejecución de Allen Lee Davis llego a la conclusión de que han sustituido la
silla eléctrica por la freidora. Sí, como las que hay en los bares para los calamares,
pero con pena capital. Dice Alfonso Rojo que el condenado echaba humo por las orejas y
llamas por el pelo... Eso no es la silla eléctrica: eso es una freidora. La parrilla de
San Lorenzo en versión turbo, con la tecnología de los americanos y de todas sus castas.
Y la gente ve como lo más normal
del mundo esto de que en el fin del milenio los americanos hayan inventado la freidora
para las ejecuciones. Dicen que Clinton es un criminal de guerra por bombardear Kosovo por
la mano ejecutora de Solana. ¿Y por mantener la máxima crueldad en la pena de muerte,
invención de freidora incluida, no es criminal el mocito que cuando venía a contemplar
la puesta de sol en Granada parecía que no había roto un plato con su cara de gilipollas
mundial? Que empapelen por una felación al que consagra esta aberración colectiva del
gozo ante las ejecuciones me perece tan aberrante como que estén tan preocupados por los
fumadores como contentos al comprobar los resultados de la freidora de Miami.
Dicen que los españoles somos
sanguinarios porque nuestras plazas se llenaban de curiosos para ver dar garrote vil a los
condenados. Aquí, en pocos años, de Jarabo y El Tarta hemos pasado a la repugnancia
colectiva por la inútil pena de muerte. Más vil que nuestro superado garrote es un
pueblo que aún no han salido de ese siglo XIX del gozo colectivo por las ejecuciones en
la plaza pública de la TV en directo.
Crónica de Alfonso Rojo
sobre la ejecución de Allen Lee Davis