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Pues
tacita a tacita, resulta que España se nos está llenando
de señores normales, sin aspavientos, sin gritos, que no
convierten lo público en una continua charlotada,
excepción hecha del que por lo visto se hizo la
Constitución de 1978 él solito, a brazo, como el
chocolate de los benedictinos. Aznar apacigua esto sobre
la base del vamos a llevarnos bien. A las paces con
Convergencia a la sombra de las últimas banderas me
remito. Bono es otro señor normal y tranquilito. Tan
normal, que la frase que más dicen ahora mis paisanos
votantes del PP tras oír a Bono en Sevilla es: "Este
Bono es un peligro... ¿Tú no ves ésa de los pelos
lacios, cómo se llama, Matilde, no? Esa, no. Pero este
Bono puede dejar sin votantes a Aznar..."
Y con esos dos
señores normales en el horizonte del poder y la
oposición, llega a RTVE otro señor normal, Javier
González Ferrari. Tan normal, que cuando lo llevan al
Parlamento como a los toros de Pablo-Romero a la Venta del
Batán, para rechazarlo por falta de trapío, va y se pone
a decir cosas tan lógicas como que le importa una higa
que Tele 5 encabece los 40 Principales de la Basura, si
eso es a costa de la zafiedad y del mal gusto. Las
televisiones las carga el diablo y luego pasa lo que pasa
en la Isla de San Fernando y en los aparcamientos de los
hipermercados.
Ferrari dice
cosas tan normales como que una TV pública debe cuidar
antes que nada los principios éticos, los valores
morales. Es tan normal que nos hace ver que la ética no
debe ser patrimonio de nadie, y menos en los terrenos del
común, en las dehesas boyales de la TV pública. Tan
normal, que lo primero que ha hecho al llegar al cargo ha
sido mandar quitar aquel cartel de "Todo por el
share" que campeaba a la entrada de Prado del Rey,
como el "Todo por la patria" de los
cuarteles.
Y al final, pero
no lo último, la estética. Lo que más me ha gustado de
Ferrari es su defensa del buen gusto como principio
inspirador de RTVE. Si es a costa de la estética,
prefiere que lo dejen como a los de Tudela, solo. A ver si
TVE actúa como Policía Estética, como guardia de la
porra del buen gusto en esta España cada vez más zafia y
abyecta, donde salimos de Mienmano y entramos en el Gran
Hermano.
Así que saco el
pañuelo, Ferrari, y pido que te den la oreja de Van Gogh.
¡Ole tus... audímetros!
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