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Cristina,
la de estos sevillanos jardines literarios, la del chivatazo de
Tatiana, me da también hecho el artículo de hoy. Me la encuentro
en uno de los siete mil actos que empieza a haber cada tarde.
Copa en mano entre canapés, con su retranca de antigua niña del
Valle. Y con el arte que heredó de su padre, eso tan nuestro de
quedarse con la gente largando con total seriedad las cargas de
profundidad de la ironía, me dice:
-Anda que vaya aburrimiento otra vez hasta que pase el Corpus.
Es que en Sevilla no hay dónde ir...
¿Pero han visto qué intensidad de actos y de cosas? Nada, hemos
cogido el curso por punta. La tarde que no tienes que ir a una
entrega de premios es una conferencia, o es lo de Pepe Cobo, o,
si no, es una cenita simpática con los amigos, sin tener en
cuenta aquel mandado en Madrid, de Ave a Ave, que dejaste
aplazado para septiembre, creyéndote que ahora no habría nada
que hacer todavía. Nada: já, já, poleá... Vienen los carteros
con los sobres de las invitaciones tan cargados como los niños
con sus mochilas de ruedas saliendo del cole con los libros
nuevos. No paran, no paran, me dirá Angel Casal el sábado en el
tendido 7. El pendolista de Carlos Telmo va a pedir aumento de
sueldo, de tanto escribir sobres de cédulas de convite con esa
caligrafía que en cuanto los trae el cartero sabemos que él y
Carmiña Leyva andan detrás del evento. El evento. Es la palabra:
evento. Cristina, con su guasa de cuna, me dice:
-Hijo, pues yo con tanto evento estoy que reviento. Y no quiero
ni pensar en el propósito de apartamento. ¿Tú no hiciste al
final del veraneo propósito de apartamento?
Me sonaba a penitencia del Padre Patero, pero Cristina me
explicó qué es el propósito de apartamento:
-Sí, niño, que cuando a final de agosto recogemos las cosas en
el apartamento para venirnos, viendo el buen tiempo que hace,
todos los años decimos igual: «No recojas mucho, que el fin de
semana que viene volvemos, y todos los fines de semana de
septiembre vamos a venir. Con este buen tiempo...» Sí, sí, los
fines de semana. El uno porque tienes una boda, y el otro porque
te invitan unos amigos y no tienes más remedio que ir a la
Bienal, y el otro porque no se qué, y este último del mes porque
hay toros de San Miguel, total, que casi ha pasado septiembre y
a pesar de todos los buenos propósitos de apartamento de cada
año, no hemos vuelto ni un solo fin de semana por la playa. ¿A
ti no te ha pasado igual?
-No me hables, que nosotros hasta dejamos los muebles de teca en
la terraza... ¿Para qué los íbamos a recoger? Total, como íbamos
a ir todos los fines de semana...
-Mira, yo tengo la teca dichosa en la terraza, y he pensado que
íbamos a ir así, un martes o un jueves, para recoger las cosas,
en vista de que los fines de semana es ya imposible. Pero con
tantas cosas no hemos podido tener libre ni ese día de entre
semana para ir a la playa.
-Buena se te va a poner la teca de las butacas, Cristina...
-Como que el año pasado ya no pudimos ir hasta el puente de
Todos los Santos, y entonces fue cuando recogimos de verdad el
apartamento. No veas cómo estaban los cojines blancos de la
terraza...
-Pues lo mío fue peor, Cristina: yo no pude ir hasta las
Pascuas. Y si vieres el color gris tan feo que tenía la teca de
las butacas, de tanta intemperie...
-Yo te voy a decir a ti una cosa: yo creo que hay tantos actos
porque los patrocinan los fabricantes de barniz para los muebles
de teca que dejamos en la terraza y que nos da esta pereza
horrible de tener que ir nada más que para recogerlos...
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