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Daban
un pase de modelos ancá Loewe. Pase de modelos sin pasarela, con
los espectadores en el ruedo. Como habrán leído a Clara Guzmán
en su crónica, unas modelos con unos fachones impresionantes
pasaban entre el público la colección, al tiempo que Nono del
Barco sus pinchitos de frambuesa con queso y las copas del
champán francés de la casa. Y entre el distinguido público de la
sala, algo de lo mejorcito que nos envió Ronda a Sevilla: Carlos
Telmo. Ronda, la verdad, se porta muy bien con lo que nos manda
a Sevilla. Nos mandó un día a Antonio Ordóñez, para que se
avecindase en la calle Iris tras darnos la perfección de su
lección torera:
-No hay escuela rondeña ni escuela sevillana. No hay más escuela
que la de saber torear y la de no saber torear.
De Ronda nos vino Pablo Atienza, andaluz entero y cabal que
merecería una biografía con anecdotario. La podría escribir
perfectamente su hijo, Rafael Atienza, actual Marqués de
Salvatierra y teniente de hermano mayor de la Real Maestranza
rondeña. Está sobrado para hacerlo. Ojalá muchos profesionales
de la literatura escribiesen con la finura de Atienza, y a su
discurso de ingreso en la Real Academia de Buenas Letras o a su
prólogo del libro de los enganches me remito. He dicho
Maestranza de Ronda. Que ha investido caballero a quien lo es
por los cuatro costados: a don Manuel Olivencia. Otro de los
regalos que hizo Ronda a Sevilla, donde Olivencia ejerce su
supremo arbitraje, que no es en Derecho Mercantil, sino como
Magister Verecundiae (Maestro de la Vergüenza en tierra de
nolacos, de los que no-la-co...nocen).
De esta Ronda de Ordóñez, del marqués de Salvatierra, de Atienza
y de Olivencia nos llegó un día el elegantísimo Carlos Telmo. El
famoso Carlos, de Telmo y Leyva, de Agua de Sevilla, de Canal
Sur Radio, de Popular TV. El que nos demuestra que Ronda no es
de la provincia de Málaga, sino del Reino Unido. Elegancia sobre
elegancia, Carlos Telmo estaba ancá Loewe con un bastón. Bastón
de puño de plata, precioso, antiguo. Como de testamentaría de
antepasado rico. Le pregunté:
-El bastón, ¿es por estética o por estática?
-No, hijo, por el PGOU...
-¿Cómo por el PGOU?
-Sí, que en una de las miles de obras de esta Sevilla patas
arriba, tropecé y me he lesionado un pie.
Se alzó el bajo del pantalón y me enseñó el vendaje del tobillo.
Elegantísimo también. Pero lamentable. Le dije:
-Cómo siento que seas otro caído del PGOU.
El PGOU, las obras del Metro, las mejoras viarias, tienen esta
cruz. La cruz de los caídos en la zanja. Los que tropezaron en
la valla. Los que no vieron la calicata. Igual que hay mucha
siniestralidad laboral, en Sevilla hay también muchísima
siniestralidad peatonal, de la que no se habla. La gente no se
lo toma a la americana, como Carlos Telmo:
-Pues ya he encargado el asunto a mi abogado, para que demande
al Ayuntamiento y pida daños y perjuicios.
Es lo que hay que hacer. Si tuviéramos el hábito cívico de
reclamaciones a la Administración que existe en Estados Unidos,
la Asesoría Jurídica municipal no iba a salir de estrados en El
Prado o Viapol, respondiendo demandas de peatones caídos y
lesionados en las obras de las calles. Levantan el suelo y lo
dejan de tal manera que al momento, ¡pumba!, pierna rota, cuando
no dientes fuera, al caer de boca. Ya que Carlos Telmo tiene el
bastón de renco provisional por culpa del Ayuntamiento, debe
tomarlo como de mando, de mariscal de campo, para encabezar el
ejército de reclamantes por daños, formados de tres en fondo
camino del juzgado, en esta Sevilla a la que el alcalde está
dejando de dulce, pero también como Enrique el Cojo, con tanta
zanja sin cubrir y calicata sin señalizar.
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