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EN
el rebobinado con moviola de la Historia para su retoque con el
fotochó de lo políticamente correcto, ya le ha llegado la hora a
la Reconquista. Se veía venir. Un antepasado del tatarabuelo del
bisabuelo del padre del abuelo de Zapatero probablemente murió
alanceado en Las Navas de Tolosa, donde obviamente luchó del
lado de los moros, que eran los buenos. Hemos cambiado el
argumento de la fiesta de moros y cristianos que fue la
Reconquista. En el doblaje que la dictadura de Franco impuso
para «Mogambo», los amantes se convirtieron en hermanos; en el
doblaje de la Historia que impone la dictadura de estos
franquitos pasados por las urnas ahora toca que ganen los moros,
al contrario de lo que ocurre en las fiestas de turbante y
cimitarra de Elche o Villajoyosa. Excavar las fosas comunes de
Las Navas de Tolosa es políticamente más rentable que abrir la
memoria de las tumbas de Paracuellos, y del abuelo de Zapatero
se puede hablar, porque lo mataron los nacionales. No tiene la
suerte de Isabel mi mujer, que no puede hablar de su abuelo,
porque lo asesinaron los rojos en Guadalcanal, sin juicio
previo, por el terrible delito de ir a misa los domingos y
encima con el devocionario «El Caballero Cristiano» entre las
manos, qué provocación.
Reescribiendo la Reconquista, unos tienen más suerte que otros.
Los moros de las cabezas cortadas del escudo de Aragón tienen de
momento mucha más suerte que San Fernando. Los moros están aún
en la heráldica aragonesa, pero a San Fernando ya le han cortado
la cabeza y lo han quitado del calendario de fiestas de Sevilla.
El 30 de mayo de 2005 será laborable. Con San Fernando no hay
nada que celebrar, piensa el Ayuntamiento de la ciudad que ganó
a los moros, rompiendo la puente de barcas, creando la Marina de
Castilla y estableciendo luego un reinado que hoy llamaríamos de
tolerancia y concordia entre cristianos, judíos y mahometanos.
De nada le ha servido. Fernando III no solamente venció a los
moros, victoria de todo punto imperdonable, sino que además es
santo. Que se sepa, nunca salió en la portada de la revista «Zero»,
que siempre da un diez a tu favor, sino que, por el contrario,
aparece en el escudo de Sevilla. Todavía. Me imagino que dentro
de nada, en la tacada de los moros de Aragón, San Fernando será
quitado del escudo de Sevilla, porque eso de tener en la
heráldica a un vencedor de mahometanos es una desfachatez.
Ciudad tan abierta y tolerante que es la única del mundo que
tiene a tres forasteros en su escudo, como una alineación de
galácticos: a San Fernando, a San Isidoro y a San Leandro.
De nada le valió a San Fernando que fuera conquistado por el
encanto de la ciudad que conquistó. San Fernando fue el primero
que cantó lo de «en Sevilla hay que morir» y murió entre las
flores de mayo del Alcázar. Su fiesta la van a sustituir por una
ordinariez: por el Martes de Feria. El día primero de la fiesta,
el siguiente a la noche del pescado frito en la prueba del
alumbrado. Quitaron aquello espantoso que había una vez
terminada la Feria, el llamado Lunes de Resaca, que parecía que
la ciudad entera estaba tan borracha que necesitaba todo un día
para dormir la mona. Ahora se celebrará la Resaca de la Noche
del Pescado Frito, como si las tajadas fuesen tan monumentales y
artísticas como la portada que se ilumina. Aunque supongo que es
provisionalmente. Lo que les pedirá el cuerpo será celebrar
cuanto antes la fiesta de Al Motamid, el rey moro de Sevilla, a
quien harán Patrón de la ciudad en lugar de San Fernando y
canonizarán por lo civil, tras el proceso de beatificación que
concluyó don Emilio García Gómez al destacarlo entre los poetas
arabigoandaluces. Como se ha hecho una revisión no sexista del
Diccionario, hay que hacer un expurgo no racista del refranero.
En vez de «a moro muerto, gran lanzada», «a rey cristiano
muerto, gran putada». Y si encima es santo, ni te cuento.
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