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COMO
la vaca que ríe, ¿no?, pero un poquito menos. La vaca ríe. Y el
Gobierno solamente sonríe. Sonríe por tierra, mar y aire.
Incluso buceando. De ahí el revuelo de la piscina de Valdemoro.
Que no me gusta ese nombre, hay que cambiarlo urgentemente. Debe
ser Valdemagrebí, que es más políticamente correcto. Hay que
hacer una urgente revisión no sexista, no racista, no
antinacionalista de la toponimia hispana, para evitar que a
Ondarribia le digan Ondabirria o cosas peores. Y para impedir
que los cristianos picoletos tengan su academia en Valdemoro. Lo
de la piscina de Valdemagrebí era porque no contentos con
sonreír en tierra, con sonreír a bordo del portaeronaves
«Príncipe de Asturias» y con sonreír cuando van en avión al
besahuevos de Chirac, ahora quieren aprender a sonreír debajo
del agua: «Sonsoles, ve tú ensayando y me lo explicas».
No llegan a tanto como la vaca que ríe porque les falta
entrenamiento. Se quedan en la sonrisa de sesión continua, por
cuya culpa nos la da con queso todo el que se pone ante ella:
los alemanes, los marroquíes, los franceses. Sonrisa para todos,
menos para los americanos. En esta España sin educación
solamente las máquinas de tabaco te dan las gracias. En esta
España hosca con la mano en la cartera para que no te la quiten,
solamente el Gobierno dice sí. Sí a toda minoría. Como el
agradecimiento de la máquina de tabaco: «Su reivindicación,
gracias». No pasa como antes, que como Aznar no sabía sonreír,
decía la voz de madera de su máquina: «Agotado, elija otro». De
tanto escuchar «agotado, elija otro», se agotó la paciencia de
los españoles y eligieron el 14 de marzo otro con sonrisa.
La margarita que deshoja el presidente Rodríguez nada más que
tiene hojas que dicen que sí. Las margaritas con hojas que dicen
que no ya no están en manos de Gobierno alguno. Se marchitaron
otro día de marzo, chamuscadas por el titadine, rojas de sangre.
No le vi al presidente Rodríguez la cara en el acto del XXV
aniversario de los ayuntamientos democráticos. De estos
ayuntamientos democráticos. Porque en la continua reinvención de
la Historia de España nos olvidamos que ya hubo ayuntamientos
democráticos de 1931 a 1936, cuando llegó el comandante, el
comandante Franco que hablaba cooficialmente bereber, y mandó
parar. Probablemente en el acto de Vitoria el presidente
Rodríguez escuchó con su sonrisa de guardia de veinticuatro
horas, como el que oye llover, los sueños de una noche de verano
y de una mañana de otoño de Ibarreche. Cuando le pidan que rompa
el Pacto Antiterrorista y le digan que el desilegalizador que
vuelva a legalizar a Batasuna buen desilegalizador será, también
sonreirá. Y la desilegalizará.
Como los entomólogos pinchan las mariposas en un panel de
corcho, Rajoy nos ha dado una primera aproximación al Gobierno
que sonríe: «Es un mal Gobierno, que exhibe una sonrisa tonta
que no oculta una estulticia insuperable». Por el lado de la
sonrisa no está mal la clasificación. Por el lado de la
definición de la estulticia, aunque progresa adecuadamente,
Rajoy necesita mejorar. La Estulticiologìa es una ciencia como
otra cualquiera. Hay que consultar bibliografía, como el teorema
de Albert Boadella: «Cada día que amanece el número de tontos
crece». No es lo mismo un tonto de la calle Génova, que haberlos
haylos, y a manojitos, que un tonto de la Moncloa o de la calle
Ferraz. Hay tontos que dan a un patio interior o a una piscina,
y tontos con balcones a la calle, como el famoso balcón de
Génova, donde no volvieron a asomarse por eso mismo: por tontos
y por carajotes. Los tontos con balcones a la calle se asomaban
a su propio balcón. Hay tontos de Segunda B y tontos en puestos
de UEFA. Incluso hay tontos de Championlí. Cuando Rajoy
profundice en su conocimiento de la Estulticiología proclamará
que estamos gobernados por unos tontos de Championlí. Y frente a
ellos, una oposición de tontos de Copa Jules Rimet.
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