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                VESTIDOS 
                de marineros, en aquella película de botones de ancla, ¿eran 
                Frank Sinatra y Bing Crosby o me tienen que corregir los 
                cinéfilos? Bueno, los que fueran, que esto no es la taquilla del 
                Nervión Plaza. Dos cantantes, de marineros, proclamaban en la 
                ciudad de los rascacielos: «New York, New York, what a beautiful 
                town, the Bronx is up and the Battery down». Que traducido 
                resulta: «Nueva York, Nueva York, qué ciudad más bonita, el 
                Bronx está arriba y el Battery Park abajo». Si esos dos 
                marineros vinieran en un barco, en el mismo barco que me trajo a 
                mí este arranque, y se pusieran junto a la Confitería La 
                Campana, cantarían: «Sevilla, Sevilla, qué ciudad más cainita; 
                Sierpes va pabajo y Tetuán va parriba». Este cante me lo dio un 
                comerciante de Sierpes. Paseaba la calle y contaba los poquitos 
                negocios de toda la vida que quedan: Maquedano, Idígoras, Ruiz, 
                Sanchís, Casal, Ferrer, Ochoa y unos pocos más. Iba pensando en 
                el cambiazo de la que fue calle sin noche, cuando frente al 
                antiguo Banco Hispano, un comerciante, a la puerta de su 
                negocio, mano sobre mano, me dijo: 
                 
                -A ver si se acuerda usted de nosotros, los pobrecitos 
                comerciantes de Sierpes... 
                 
                Claro que me he acordado de su ruego, señor comerciante. La 
                ciudad comercial no la hace el tiralíneas de los urbanistas con 
                un plan director. Ni el autocad de los arquitectos proyectando 
                pasajes comerciales, que suelen ser lo menos comercial que se 
                despacha. La hacen y deciden los sevillanos. Y a los sevillanos 
                les ha dado por arruinar a los comerciantes de Sierpes y por 
                hacer inmensamente ricos a los de Tetuán. Bueno, sí, el 
                Ayuntamiento puso la primera piedra del cambio, peatonalizando 
                Tetuán. No la peatonalizaron. La metieron directamente en el 
                Ibex 35. Los locales de Tetuán se pusieron por las nubes. No hay 
                marca importante que no esté ya allí. Milla de oro, de oro de 
                escaparate de Orobriz, que también está allí, es poco. Es por lo 
                menos milla de platino. Mientras Sierpes languidece, se 
                empobrece, el precio de los locales en Tetuán sube a Los 40 
                Principales de la burbuja inmobiliaria. Una de las calles más 
                caras de España. Y los precios de locales y la actividad 
                comercial de Sierpes se quedan tan estancados que hasta los 
                estancos, como el de Corpas, cierran. 
                 
                Incluso ha cambiado el modo de los sevillanos para ir de La 
                Campana a la Plaza. Antes íbamos por Sierpes, entre corros de 
                tratantes y discos de flamenco en el escaparate de Damas. Ahora 
                tiramos por Tetuán, entre cuartetos de cámara tocando Vivaldi, 
                escaparates blancos, aires de Milán andaluza. Menos las 
                cofradías, que por ahora siguen por Sierpes, todo el mundo tira 
                por Tetuán. Tetuán es la respuesta a la pregunta de las dos 
                aceras. ¿Por qué acera de Reyes Católicos baja usted desde 
                Triana a La Magdalena? Pues por la de Los Tres Reyes, nunca por 
                la del Hotel Bécquer. ¿Por qué acera de Laraña va usted de La 
                Campana a La Encarnación? Por la de la antigua Universidad. ¿Por 
                qué acera de la Avenida va usted de la Puerta Jerez a la Plaza 
                Nueva? Pues por la del Coliseo España. ¿Por qué acera de 
                Alemanes va de la Punta del Diamante a Matacanónigos? Pues por 
                la de los soportales. ¿Por qué acera de O´Donnell va usted de La 
                Magdalena a Velázquez? Por la de las antiguas Galerías 
                Preciados. ¿Y por qué lado de Sierpes va usted desde la Plaza a 
                La Campana? Por ningún lado de Sierpes: por Tetuán. ¿Y por cuál 
                vuelve desde La Campana a la Plaza Nueva? Por el mismo sitio: 
                por Tetuán. Por el nutricio olor del adobo de Blanco Cerrillo. Y 
                este azar que deciden los sevillanos por su cuenta, al margen de 
                urbanistas y agentes de la propiedad, es la ruleta, rusa como la 
                ensaladilla de La Alicantina, que hace inmensamente ricos o pone 
                al borde del barquinazo a los comerciantes. 
                 
                 
                 
                
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