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Las
cartas al director son la mejor radiografía sociológica y
cultural del nivel de los lectores de un periódico. Más que en
la OJD o el EGM hay que fijarse en las cartas al director. A los
que admiramos al Reino Unido nos encanta leer las cartas al
director de los periódicos ingleses. En la última campaña
electoral americana, venía una muy breve que decía: «Compadezco
a los americanos. Elegir entre Bush y Kerry no es un dilema; es
una desgracia». Los ingleses saben escribir muy bien dos cosas:
sus memorias y sus cartas al director. Como auténtico
Observatorio Sociológico de Sevilla, leo con mucho interés las
cartas que los lectores de ABC dirigen a Alvaro Ybarra:
-Pues algunos lo ponen a usted verde...
Mejor que lo pongan a uno verde a que le den en toda la boca con
la indiferencia, en la ciudad del Silencio en el Desprecio, de
Herodes o de lo que sea. En ese Observatorio Sociológico de las
cartas se ve el afortunado aumento de nivel cultural de nuestra
sociedad. Sociedad que ya no es exclusivamente la repera de la
pata del Cid que sacaba Conchichi Ribelles en los autotitulados
«Ecos de Sociedad». La sociedad es voz, no eco. Hay una nueva
Sevilla que puede considerarse como la verdadera sociedad. Esa
nueva clase emergente de los profesionales de la Sanidad, la
abogacía, la técnica, la economía, del funcionariado de la
Junta, que vive por el Aljarafe, que sufre los embotellamientos
al venir al trabajo, que se ha casado recientemente, que viaja,
que lee, que compra, que gasta, que come en la calle, que tiene
el dinero y, aunque algunos lo ignoren, el poder: el nuevo
poder.
Las cartas al director han dejado de hablar del bache de la
esquina y de la farola rota, y se están britanizando. Una de
estas cartas inglesas, de la Sevilla de Blanco White hecha
realidad, venía el otro día. La firmaba don Isaac Carrasquilla.
Mostraba su perplejidad al haber recibido una tarjeta pascuera
de una Consejería de la Junta que, en la actual ola de Navidad
Laica, ponía: «Las puertas que abrimos y cerramos a diario
deciden el devenir de nuestro mundo. Felicidades». Con toda la
gracia, el señor Carrasquilla remataba: «Yo aún me estoy
preguntando por qué me felicitan».
Mi perplejidad es aún mayor que la del señor Carrasquilla. He
recibido una tarjeta laica semejante, también de la Junta. De la
Consejería de Presidencia. La firma un alto cargo. No sé si
manuscrita o en una reproducción de la escritura que da el pego,
pone: «El año nuevo lo trae siempre el calendario. Si además
queremos que sea un año bueno, eso tenemos que lograr entre
todos. A la tarea, pues. Feliz 2005». Si el señor Carrasquilla
aún se está preguntando por qué lo felicitaban, lo mío es peor.
Aún me estoy preguntando: ¿y qué puñetas le respondo yo a este
tío? ¿Qué le digo? ¿Que eso, que a la tarea, y a las barricadas
si hace falta? ¿O le respondo que vamos al turrón, dadas las
fechas? ¿Se enfadará si digo turrón, que puede sonarle a
Navidad, Pascuas, Niño Jesús, Nacimiento? A un señor que no cree
que el Señor de Sevilla nace hoy, ¿cómo voy a desearle Felices
Pascuas de Navidad y Reyes? No, no se rían, que es un verdadero
dilema, más que el de Bush y Kerry ut supra. Así que voy a
cortar por lo sano, y en mi respuesta le voy a poner: «Feliz
Carnaval; ya falta menos para el Domingo de Ramos».
Eso a este señor, que trabaja en la Junta y vive del carné, y
que como se enteren que Burgos le felicita las Pascuas se juega
el cargo. Pero como usted, querido lector, gracias a Dios no
está en ese caso, a usted sí que le deseo, como aguilando
verbal, muy felices Pascuas de Navidad y Reyes. Y si no le deseo
Feliz 2005 es porque, como tiene premio, no quiero que me
hinquen nada en ningún sitio. Demasiadas felicitaciones laicas
nos hincan ya.
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