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La
Nochevieja sí que no tiene quien le escriba. Háganle la
sevillana prueba del algodón, que es la del pregón. Sobre la
Nochevieja no se ha dado en Sevilla ni un solo pregón.
-Eso, usted dando ideítas...
Eso. Verá usted cómo el año que viene se tiran lo menos siete de
espontáneo para dar el Pregón de la Nochevieja. Pues no hay
gente deseandito dar un pregón de lo que sea... Manque sea el
pregón del tapicero de la furgona. Más de uno hasta tiene
escritos para ese pregón los versos de sus vivencias tapiceras y
su compromiso con el escai: «Ha llegado a esta ciudad/el camión
del tapicero/que el tresillo con esmero/te lo quiere tapizar./Y
por eso el pregonero/no quiere que su voz tiemble/y dice con voz
muy alta:/¡Viva, viva Merkamueble,/ vivan los Muebles Peralta!/Y
añade en letras de oro/a su voz tan impostada/esta palabra tan
seria:/Viva Muebles Matamoros,/que está frente a la
portada.../¡a la portada de Feria!».
La Nochevieja, igual. En cuanto te descuides, te largan el
Pregón de la Nochevieja. Se igualará así a las otras fiestas de
estas fechas con pregón: Navidad y Cabalgata. Hasta entonces,
quedará la pobre Nochevieja sin que nadie nos la felicite. Nos
felicitan la Navidad, las Fiestas, el Año Nuevo, nos desean que
los Reyes Magos nos traigan muchas cosas, pero nadie nos dice
nada para la Nochevieja. A la Nochevieja que le den por saco.
Con lo bien que quedaría:
-Que tengas una buena Nochevieja, que te lo pases muy bien y que
la papa que cojas sea una papa muy simpática...
Este año hay razones más que sobradas para desear que tengamos
una buena Nochevieja, aquello antiguo que se decía: «Feliz
salida y entrada de año». Todos vamos a ser más que felices esta
Nochevieja. Está tirado serlo. No es cuestión de cotillón, ni de
media etiqueta, ni de campanadas. Es muy fácil ser feliz esta
Nochevieja si en cuantito que suene la primera campanada de las
doce, doce, decimos:
-Ea, puñetero bisiesto 2004, vete ya con todas tus castas, ¡so
mamón!
Porque mira que el dichoso añito bisiesto ha sido traicionero y
malo. De esos bisiestos malos, malos, malos. A la cantidad de
gente querida a la que le ha entrado cosas malas en el año
bisiesto que deseamos que se vaya con sus mulas todas. Miren a
la pobre de Rocío Jurado. La cantidad de desgracias que han
ocurrido. Año de inundaciones y terremotos, de catástrofes que
incomprensiblemente llaman «humanitarias». Si siendo
humanitarias hay decenas de miles de muertos, si fuesen
inhumanas, ¿cuántos millones habría? Nos acordamos de la última
catástrofe, de Ceilán (vulgo Sri Lanka) y Tailandia, pero empezó
con el terremoto de Alhucemas, y la catástrofe de Haití, por no
hablar de la matanza en el colegio checheno de Beslan. El
bisiesto se llevó a Juanito Valderrama, a La Paquera de Jerez, a
Chueca Goitia, al poeta Soto Vergés, a Matías Prats, a Carmen
Ordóñez, a Sandra Domecq.
Por no hablar del 11 de marzo y de sus imborrables 192 familias
destrozadas, y de lo que vino después: el 14 de marzo. Entre las
muchas desgracias del bisiesto hay que apuntar que habiéndose
encontrado Zapatero por sorpresa el poder, no sólo hemos
conocido a ZP, ojú, a Rubalcaba, ojú, a Caldera, ojú, a la
Fernández de la Vega y a toda esa galería del ojú, sino a Carod.
Solamente en un año bisiesto puede ocurrir la desgracia de que
el futuro de España en cuanto nación y Constitución quede en
manos de un separatista chantajista profesional como Carod.
Estar en manos del chantaje continuo del Carafoca no podía
ocurrir más que en bisiesto. Y que Carmen Calvo y Magdalena
Alvarez, degenerando, degenerando, llegasen a ministras no podía
ocurrir más que en un año bisiesto.
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