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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Calle Betis: piqueta para Montaner

Imagine...

-Que se le olvidó a usted por cierto...

-¿Cómo que se me olvidó decirle que imagine?

-No, que cuando el otro día comentó usted la campaña europea de los folclóricos del río y de la confederación hidrográfica del bochorno, se le olvidó decir que María Pagés bailó el «Imagine» de Lennon ante las sillas vacías.

-Será que cantó...

-No, bailó. En la ola de folcloreo que nos invade, van a terminar montando un ballet flamenco sobre las cotizaciones del Ibex 35...

Pues más de un flamencólogo en nómina de la Junta dirá que entran perfectamente por bulería. Compás britapén, de amplio espectro, en el que, del mismo modo que El Chozas metía cuplés de la Piquer, puedes cantar por fiesta hasta la lista de las farmacias de guardia.

Continuamos para bingo. Que iba a decir que imagine usted que se ha comprado un piso en la calle Betis, precioso. Tenía usted ganas de vivir junto al río. Ha llamado a todos los amigos para que admiren la vista desde los balcones del salón: la Giralda, la Torre del Oro, la plaza de los toros, el Jardín de la Caridad, el mamarracho que hizo Moneo para La Previsión... Y cuando estaba usted engloriado con esa vista, de pronto ve que empieza un revuelo muy raro donde estaba el Bar Puerto. Voyvengo de camiones, carretillas, volquetes, espiochas, hormigoneras, hierros, soldadores... Abrevio el relato: en pocos días, para su desesperación, ve usted que están levantando una espantosa estructura de hierro, un mamotreto impresionante, como un hangar... ¡delante mismo de su balcón! Vamos, con divisa verde y oro: «Adiós, vista de Sevilla...» En vez de Sevilla, va a hartarse usted de ver el restaurante de Montaner. Parece como si, en vez del restaurante, donde estaba el Bar Puerto fueran a poner un muelle para hidroaviones y que están haciendo el hangar. De momento usted, que se compró el piso por la vista incomparable, lo que ve son los hierros de Montaner. De cuya familia se acuerda constantemente.

Y el peatón (y peatona) que entre a la calle Betis por la Plaza de Cuba no verá el río lo menos hasta el puesto de las sardinas vivas.

-¡Viva!

Primero viene Río Grande. Después, el antiguo Bar Puerto. Más adelante, el Puesto de las Flores, la Comisaría...Señores, ¿no hay más cosas que poner en la calle Betis para que no se vea el río? ¿Qué no daría cualquier ciudad por tener esta calle junto a ese río, ese romano Lungotevere a la sevillana? Pues aquí, que lo tenemos, nos dedicamos a ponerle todo lo que podemos, para que el río se vea lo menos posible. El Ayuntamiento ha parado las obras del hangar de Montaner. Ole. Ahí queó. Eso, eso, páralo, que le voy a cantar una saeta: «Me he quedado medio muerto,/ay, calle Betis, al ver/lo que plantó Montaner/en donde estaba el Bar Puerto».

Impresionante mamotreto impresentable que si se ve desde el Paseo Colón va ya tan alto como la torre de Santa Ana. Pararlo como ha hecho el Ayuntamiento me parece bien, pero poco. Hay que pararlo... y mandarlo. Mandarlo derribar por la prestigiosa y acreditada piqueta de don Enrique Pavón. Para que nos quede la orilla del río como debió estar siempre. Con aquellos árboles que cortaron, con las velas blancas y las juncias verdes de Lope de Vega. Pido piqueta en honor de la hermosura del río. ¿No mandan derribar los castilletes de ascensores y las plantas de más que levantan ilegalmente? ¿Por qué entonces el Ayuntamiento ha de consentir este crimen de lesa belleza en la calle Betis? Por mucho carné socialista que tenga Montaner, el marcador de la belleza de Sevilla no puede quedar así: Betis, 0; Montaner, 1.






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