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MAL
andan las cosas cuando el reconocimiento de lo obvio llega a
convertirse en un acto heroico. Antes que el asunto se enfriara
con las rectificaciones, tibiezas y cobardías al uso, soltamos
palomas y tiramos cohetes porque PSOE y PP hicieron lo obvio:
poner sobre la mesa los 20.789.307 votos que tienen entre los
dos partidos, frente a los 420.980 del PNV.
-¿Y con sólo 420.980 votos está Ibarreche poniendo esto patas
arriba?
No, amigo, la cosa es aún peor si consideramos la extensión del
territorio que quieren separar de España. La provincia de
Badajoz (21.657 kilómetros cuadrados) es tres veces mayor que
todas las Vascongadas (7.261 km2). En Badajoz caben tres países
vascos. Euskadi es menor que la provincia de Eus...Cádiz (7.385
km2). La cuestión chorrea sangre, en el más estricto sentido:
por la independencia de ese Euskadi que es menor que la
provincia de Cádiz, los cómplices criminales de Ibarreche y su
plan llevan ya asesinadas a mil personas. Mucho hablar del Plan
Ibarreche, pero los que podrían alzar la voz serían los nietos
de los colonos del Plan Badajoz. Por eso levanta la voz de vez
en cuando Rodríguez Ibarra, y, sin avergonzarse de España, tiene
la heroicidad de proclamar alguna obviedad. No es que hable en
plan Pepe Bono: habla en Plan Badajoz.
Desde lo alto de las escalinatas de la Moncloa, la heroicidad de
la obviedad nos ha contemplado. Durante el breve tiempo que dura
la alegría en la casa del pobre. No era que ZP recibiera a Rajoy.
Eran 11.026.163 votos que recibían a 9.763.144. El 80 por ciento
del voto de los españoles, que eran recibidos conjuntamente más
tarde por el Rey, antes de bajarse al moro para obrar el milagro
de la multiplicación y ubicuidad de las piedras, al colocar en
Tánger la primera de la Universidad Española de Tetuán, o para
agradecer a Mohamed VI que pudiendo mandarnos 140 pateras de
simpapeles al día nos envíe sólo 122.
Espero que tras estos heroicos ejercicios de reconocimiento de
la obviedad se constate que no hay clamor alguno pidiendo la
reforma de la Constitución. Más que la Constitución o los
Estatutos, aquí lo que hay que reformar, y urgentemente, es el
sistema electoral. ¿Cuántas veces en plena campaña nos
prometieron los dos grandes partidos que iban a reformar el
sistema electoral, para que un diputado no saliera tan caro en
votos en determinadas circunscripciones y regalado en otras? No
valen lo mismo los votos en las Vascongadas que en la provincia
de Madrid. En Madrid con 180.000 votos no hay ni para empezar. Y
con 181.304 votos en el País Vasco, la ya ilegalizada Batasuna
hasta se permitía el lujo de soltar en esa media plaza de Las
Ventas que es el Congreso de los Diputados a dos berrendos en
etarra.
La estabilidad del sistema estará en peligro mientras los
llamados partidos-bisagra, sabiéndose imprescindibles, se
dediquen a quitarles los tornillos a los goznes, como dijo el
otro. Cuanto está ocurriendo con el chantaje de sesión continua
de los nacionalistas son los lodos que trajo el polvo de un
sistema electoral que nadie se ha preocupado de corregir o no se
ha atrevido a hacerlo. Con 94.252 votos, Labordeta consiguió
escaño hasta para su mochila. Con 73.344 votos en la provincia
de Sevilla, Izquierda Unida se quedó sin alcándara parlamentaria
donde colgar ni un zurrón. Si de verdad queremos estabilidad
constitucional y unidad nacional, antes que nada hay que
reformar el sistema electoral que permite que el voto del 20 por
ciento de los españoles tenga en el puño al mayoritario 80 por
ciento restante. Es como si en Estados Unidos, Bush y Kerry
juntos dependieran de ese pintoresco candidato que suele
presentarse en California diciendo que representa los supremos
intereses de los criadores de gusanos de seda.
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