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Varias
sentencias condenan ya al Ayuntamiento a indemnizar a los que
Carlos Telmo, uno de los damnificados, llama cojos del PGOU:
peatones que, por las obras en las calles, trompezaron y se
esbolillaron un pie...
-Hay que ver lo mal que escribe usted, cada día peor. Cuidado
que poner que «trompezaron» y «se esbolillaron».
Es que escribo en sevillano. ¿No defienden los vascos el
vascuence? ¿No luchan los catalanes por su lengua? ¿Por qué no
hemos de defender la variante sevillana dentro de la modalidad
lingüística andaluza del español? ¿No restauran los monumentos y
se gastan en ellos millonadas de las arcas públicas para
preservarlos, lo cual está divinamente? Pues igualmente hemos de
restaurar y preservar el habla sevillana, que se está perdiendo.
En ocasiones, más perdida que el barco del arroz, sustituida por
el pedante y falso lenguaje de la globalización. Usted se
escandaliza quizá si escribo trompezar y esbolillao, ¿no? Bueno,
pues yo me escandalizo cuando oiga esas tonterías de
importación:
-A nivel de barrio, el equipamiento del mobiliario urbano de los
espacios lúdicos está vertebrado por la planificación
consensuada de las expectativas en los vectores poblacionales de
las soluciones habitacionales.
-¡Toma del frasco!
Por eso, por no tomar del frasco con el lenguaje de estos
tecnoparlantes, debemos dar esplendor al habla sevillana. Sí, he
escrito «trompezaron» y «se esbolillaron». Y añado con orgullo
el «¿pasa algo?» de Ignacio Camacho en la proclamación de la
honra de su nación marchenera:
-Sí, trompezaron y se esbolillaron un pie, ¿pasa algo?
El habla sevillana es mucho más rica que la lengua española.
Trompezar es bastante más expresivo que tropezar. Dices
trompezar y es que estás viendo chocar al peatón en la calicata,
como la vocal O implosiva choca contra la M. Esa expresividad no
se logra en español académico. Es como empujar. José Antonio
Garmendia, orgulloso hablante, prestigia el habla sevillana ante
España por la radio de Carlos Herrera y dice siempre empujar con
toda nuestra fuerza: arrempujar. No es lo mismo empujar que
arrempujar. Tú dices arrempujar y es que estás viendo al tío
allí haciendo fuerza, con siete mil caballos de vapor más que si
dices sólo empujar. Es como el frío de estos días. Antier dije:
-Ojú, que frío: se te ponen los dedos engurruñaos.
Y me dijeron:
-Qué de tiempo sin oír esa palabra, engurruñao.
-Es que hacía mucho tiempo que no teníamos un frío de engurruñar
los dedos.
Y no crean que engurruñar es sevillano de La Alfalfa, como el
arrempujón de Garmendia. Engurruñar viene con todos los honores
en el Diccionario de la Real Academia, y justo en su acepción
sevillana: «arrugar, encoger». ¿Qué pasa? Pues que con esa mala
conciencia que tiene de que el suyo es un castellano mal
hablado, y no con el orgullo de que fue el modelo del español
que pasó a América desde el muelle del Arenal, el sevillano cree
que lo tomarán por inculto si dice engurruñao. Y por eso se
esfuerza en hablar la variedad gilipollesca del español:
elementos lúdicos para las soluciones habitacionales. Carmen
Calvo, que fue a los Goya vestida de Gilda amarillita, dice
muchas tonterías, pero tras un viaje a Hispanoamérica proclamó
una verdad de hablante andaluza: «Cuando voy a América me
esfuerzo en traerme vocabulario para mí misma, que por cierto
casi siempre me recuerda a alguno que he tenido y utilizado, y
he perdido». Carmen Calvo, como cualquier andaluz que va a
América, oye esbolillao, y trompezar, y arrumpujar, y engurruñao.
Como allí no se avergüenzan, escucha su propia memoria de
hablante. Como el Ayuntamiento tiene que escuchar ahora a la
Justicia e indemnizar el pie esbolillao de los que trompezaron
con el PGOU.
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