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Niño,
ponme la cejilla en el cinco:
«Mire, señoría, qué cosa más grande, los tres que al Rosauro
medio lo malaron están en la calle».
«Y es de Arcos de la Frontera el pastor que está en la cárcel
por culpa de sus ovejas».
«No comprendo, señoría: se han librado de la trena los que
dejan medio muerto al pijo en su cacería y el pastor cumple su
pena en ese penal del Puerto, Puerto de Santa María...»
-Todos esos cantes son del Camarón, ¿no?
No lo son, aunque parecen sacados del magnetofón de la memoria
de la Venta Vargas que Enrique Montiel ha convertido en
privilegiado disco donde se oye el cante de José Monge sobre
un horizonte de grillos de los esteros, metiendo a compás de
bulerías del Chozas hasta el ruido de los motores de los
camiones de la Nacional IV. Esos cantes no son camaroneros.
Son letras que ha escrito la realidad de las paradojas de la
Justicia. Que da el cante. El cante de Jerez:
«Pacheco levantó el deo y dijo que la Justicia en España es
cachondeo».
O al menos paradoja. No sé en otros lugares de España, porque
soy natural y vecino de la nostalgia de Rafael Montesinos,
pero en esta Sevilla donde, como en todas partes, se están
fomentando peligrosamente las porciones de quesitos El Caserío
de las dos Españas, hay una guerra declarada que ni Roma y
Cartago: canis contra pijos. Los canis son una tribu urbana
gamberra, suburbial, no crean que del todo marginal, que ha
jurado odio eterno a los romanos, perdón, a los pijos. Que son
los de la gomina, la ropa de marca y el coche bueno. Los canis
han levantado la veda y cada fin de semana se dedican a la
cacería del pijo. Sin mediar palabra, rodean al primer pijo
que se encuentran en la madrugada y le parten la cara, como se
la partieron a Rosauro los canis que, detenidos por la Policía
como probados agresores, fueron después ricamente puestos en
libertad por la Justicia, de modo que quizá anoche siguieron
practicando la caza de pijos, al ojeo o al aguardo.
A los pijos no les va a quedar más remedio que declararse
especie protegida: algarrobo de la Sierra de Cádiz o
manzanilla de Sierra Nevada. En esta España que deja en
libertad a los canis rompenarices, un pastor granadino fue
encarcelado por arrancar unas matas de manzanilla para hacerse
un cocimiento para la barriga estragada. Y ahora, otro pastor,
de Arcos, está en el penal del Puerto porque sus ovejas
descarriadas entraron en una finca y se comieron unos
algarrobos. Si eres manzanilla granadina o algarrobo arcense,
al que te toque, cárcel. Pero si eres un pijo que vas
desafiante, limpio, oliendo a Alvarez Gómez, lo cual
evidentemente es una provocación, te pueden partir los huesos
propios de la nariz e incluso los ajenos de la nariz de tu
novia. A quien te cobre como pieza de su cacería de pijos, en
caso de que lo pillen, lo pondrán inmediatamente en libertad.
Es lástima que no esté de moda entre los pijos el atuendo de
lince de Doñana. Te vistes de lince de Doñana y sabes que
tienes toda la protección del mundo, ¿qué digo yo?, más que si
fueras parguelón o muecín. El que toca una mata de manzanilla,
una rama de algarrobo o un pelo de bigote de lince va
directamente a la cárcel. Pero al que muele a palos a un pijo
y se jacta de cazarlo no le ocurre nada. Claro, como los pijos
son fachas y los canis son progres, de los nuestros, hasta
tiene una cierta lógica. Hay más canis que pijos: más votos
canis que votos pijos. De ahí que el cani sea especie
protegida, como el algarrobo, el no fumador o el sabio del TBO
con Gran Cruz de Alfonso el Sabio. Por lo que puede darle al
desprotegido pijo impunemente hasta en el carné. ¿De
identidad? No, del PP.
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