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Para
Pasarela, Sevilla. No hablo de la Pasarela de la calle San
Fernando cortada y los barandas pidiendo por esa boca en Oriza,
a costa de todos nosotros. Es la Pasarela Cibeles de los
estrenos del Domingo de Ramos. La Pasarela Zara, propuestas y
tendencias en la chavalería de los barrios. Ahí está el nuevo
dinero. Los barrios son los que estrenan. Los chavales de la
tripleta Quinta Angustia-Aero-Pineda, PP puro de oliva, PP de
Primera Presión, están tan tiesos como sus padres, y echan
todas las Semanas Santas con el mismo trajecito azul marino.
Lo heredan de sus hermanos mayores como quien hereda unas
acciones de Tía Cristina.
Los barrios, la Sevilla real, la que tiene el dinero, es la
que estrena a la moda. La que vive al día: Carpe Diem de
comerse las mejores gambas en bares de tanques de salmuera.
Los barrios estrenan escaparates enteros del Nervión Plaza.
Esta Sevilla sí que tiene manos. Para votar al PSOE, entre
otras cosas. El chaqué procesional del alcalde es el uniforme
de mariscal de un ejército de niñas con botas blancas de
maryorés, de chavales con el uniforme del cuerpo al que
pertenecen: la Real Maestranza de los Canis, la Quinta
Angustia de los Canis, el Aero de los Canis, el Pineda de los
Canis, que haberlos, haylos.
Nuestra Pasarela Cibeles tiene ya su «Marie Claire» y su «Telva»:
la espléndida crónica de Alberto García Reyes (atención al
tren, prosa jonda) y el relato zumbón de Francisco Robles,
heredero de la gracia de Er 77. Menos mal, hombre, que los
periódicos cuentan lo que pasa. Sevilla era hasta hace poco la
única ciudad del mundo que se pasaba el día hablando de un
asunto del que a la mañana siguiente, en los periódicos... ¡no
venía ni una sola línea! En esas dos crónicas son espejo de la
calle: toda la Sevilla Cani estrenando su uniforme, que Robles
llama Blanco Cani. La Sevilla Cani, que es la otra, la otra,
reclama su derecho a uniforme civil. ¿No se ponen los chavales
de la Sevilla Pija sus trajecitos azul marino? Pues nosotros
nos ponemos nuestro traje blanco. La Sevilla Cani va de
primera comunión de aceptación a su modo de las formas, en la
ciudad levítica de las apariencias. ¿Cuántos trajes blancos,
completamente blancos, a lo Travolta, vimos en la fiebre del
domingo tarde? Ea, ahí las tienen a las dos, frente a frente:
la Sevilla Cani con sus trajecitos blancos, y la Sevilla Pija,
que es la Sevilla Cañí, no la Sevilla Cani, con sus trajecitos
azul marino. Si los pijos van tan de oscuro que parece que se
les ha muerto alguien de la familia (por ejemplo, el poder, el
dinero y la influencia en la ciudad a sus padres), van los
canis de Ariel y oro, como novios de boda con mucho arroz La
Cigala en la puerta. ¿Quiénes son más Sevilla? Pues todos son
la dual Sevilla: la Cani y la Cañí. Todo cambia. En la
impagable tarea de Canal Sur Radio ratransmitiendo cofradías,
se escribe Llamador, pero se pronuncia Martillo. La palabra
«vuelta» aplicada a los pasos no existe: todo es revirá. Y los
pasos nunca se paran: se arrían. Debe de ser por el desbordado
Tamarguillo de perfecciones y degradaciones que nos inunda.
Los nazarenos dan estampitas, no caramelos. Uno con gracia me
dijo:
-Como yo voy de nazareno y no de primera comunión, no reparto
estampitas. Así que tome usted un caramelo de toda la vida...
Ole. Los que van de primera comunión son los canis de punta en
blanco. Y espérate que llegue el Jueves Santo, todos otra vez
con su traje blanco, desafiando a la Sevilla Azul Marino. ¿Y
ellas, cómo irán? Fijo, fijo que de este año no pasa que
ellas, las canis, se pongan de mantilla, blanca, por supuesto.
A su modo, pero de mantilla, del brazo del coleguilla, de
traje blanco. Eso sí que va a tener un ver: las canis de
mantilla, y no la Esperanza por Torrigiano, todo el mundo
pidiendo a Ruiz Marvizón un Pase de Callejón, ni que fuera
Canorea.
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