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Abrimos
el otro día el Aula del Habla Sevillana para pegar el oído con
los lectores acerca de ese segundo gentilicio de la intensidad
en la identidad local que nos falta. Recordarán: en el doblete
onubense-choquero, gaditano-gadita, malagueño-boquerón, ¿qué
gentilicio podríamos aplicar al sevillano intenso de
cofradías, sevillanas, Feria, Rocío, Velá, Corpus, Virgen de
los Reyes, procesiones de gloria, lágrimas de San Pedro,
campanilleros, nacimientos y seises, todo al mismo tiempo?
¿Cómo se traduce al sevillano lo de choquero, boquerón o
gadita? Varios lectores señalan el gentilicio que nos llaman
fuera, con las del beri: sevillita. Guasa. No tanta como otro
todavía peor: sevilliya. U otro pésimo: miarma, Somos «los
miarmas» en algunas ciudades hermanas... donde no nos pueden
ver. O nos ven más de la cuenta, como señala don Ángel Luis
Castro Haro: «Lo malo, o lo bueno según se mire, es que no
sólo pueden ser sevillitas los nacidos en Triana, la Macarena
o en el Polígono; existen sevillitas por toda la geografía
andaluza. Son aquellos que, apasionados por la Semana Santa
sevillana, se vuelven más entendidos que los propios cofrades
hispalenses. No se quedan sólo en eso. Todo, absolutamente
todo lo que aprenden de las cofradías sevillanas lo trasladan
a la Semana Santa de su ciudad y asistimos, por ejemplo, a la
globalización del costal. No tiene usted más que ver los
resúmenes de las Semanas Santas de los pueblos y ciudades
andaluzas que nos ofrece «La Nuestra»».
Más válido es quizá «hispalita», que nos explica el doctor
Juan Manuel Trevilla Guerrero: «Es invención del doctor
Ezequiel Mozo Vargas y se lo oí aplicar con frecuencia en la
tertulia del primer café de la mañana en el Hospital Virgen
Macarena. Aplicábale el término a aquel sevillano intenso que
hablaba de cofradías aún bajo el tórrido sol de agosto en las
playas de La Victoria o Punta Umbría. Gustaba vestir
repetitivamente ternos beige claro o verde anémico en la
mañana ferial aprestándose a saludar a un número superior de
«amigos» que en la feria anterior, con su catavinos a medio
llenar. Subíase a lomos de caballo alquilado en el Rocío,
luciendo una medalla de hermandad hábilmente envejecida al
efecto. Solía ser asiduo a las tres fiestas grandes de la
Virgen de los Reyes, el Corpus y la Cabalgata. No así de la
Velá, que el Hispalita desdeña, excepto si ha nacido al otro
lado del Betis. Adviértase que el tal Hispalita es poco dado a
profundizar en libros de historia, efemérides o costumbres
sevillanas. Es más, diríamos que en casi ningún libro. Le
basta con el uso y disfrute ostentoso».
Y un sevillano del Compás de la Laguna nos hace una amarga
pero realista reflexión lexicográfica: «Un servidor al
sevillano jartible, pesado, más sevillano que nadie, le llama
«palmero». Palmas en la Semana Santa al capataz, a la
cuadrilla, a la banda y a quien se tercie. Palmas en los
toros, en el fútbol, en el Rocío, en el Corpus, en la
Cabalgata. Palmas para llamar al camarero. Palmas por
sevillanas. Palmas a la Marcha Real y al Himno de Riego.
Palmas hipócritas de Domingo de Ramos que reciben como Rey al
que crucificarán dentro de cinco días. Palmas de eterno
jugador número 12 que no tiene agallas para pensar en ser
número 1. Palmas de comparsa (y no de Carnaval precisamente),
de corifeo, de Bienvenido Mr. Marshall. Palmas, en fin, para
bailar al son que nos toquen; porque nosotros jaleamos, pero
la batuta la llevan otros. Un abrazo, pero sin palmaditas en
la espalda, que las hay que hieren como cuchilladas».
Continúen atentos a la pantalla. Seguiremos informando. Como
ahora informamos de urgencia en una materia parecida del habla
sevillana: las comparaciones populares. El «anda, que eres más
corto que las mangas de un chaleco» se ha quedado antiguo.
Ahora es:
-Anda, que eres más corto que un luto oficial por la muerte
del Papa...
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