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Ni
crema antiarrugas, ni dieta de la alcachofa, ni corporación
dermoestética ni nada. Lo que más rejuvenece es el Metro. ¡La
de años de encima que nos está quitando el Metro! Con sus
socavones, sus hundimientos, sus grietas, le ha dado marcha
atrás a la moviola de Sevilla. Otra vez vemos la misma
película. Cada vez que se abordan las obras del Metro pasa lo
mismo. Comienzan con mucha alegría y triunfalismo, con muchas
calles cortadas. Nos resignamos, porque sabemos que es por el
supremo bien de Sevilla. El comerciante se aguanta con las
telarañas de la caja en la calle cortada; el vecino se
conforma con aparcar en los chirlos mirlos; el conductor
acepta los rodeos que tiene que dar.
Siempre hay alguien que ha leído un poco de Historia de
Sevilla y que se atreve a decir, contra el general
triunfalismo:
-¿Un Metro en Sevilla? Pero si Sevilla está prácticamente
edificada sobre el río, y aquí escarbas dos brazadas y sale
agua. Si Rodrigo Caro dice que Sevilla antiguamente fue una
ciudad de palafitos, de casas hechas sobre hincos en el río,
como las casas de los ingleses en Punta Umbría. Si la propia
palabra Híspalis viene de ahí, de palos, de los palos que
tenían que hincar en la vega para poder construir con tanta
agua en el subsuelo...
Al sevillano con memoria y lecturas nadie le echa cuenta, en
aras de la técnica:
-Ten en cuenta que ya hay técnicas modernísimas que resuelven
todos esos problemas.
Sí, sí, técnicas... En cuanto comienzan las obras, el subsuelo
de Sevilla cumple con su obligación y se repite la tradición:
socavones y grietas al canto, canguelo generalizado y pánico
mirando los muros de la patria mía y pensando en lo que va a
ser cuando el Metro tenga que pasar por debajo del río. De
buzos vamos a tener que ir vestidos en el trayecto Puerta
Jerez-Plaza de Cuba...
Y aquí viene la parte rejuvenecedora del Metro. Tenemos al
Metro incorporado a las tradiciones sevillanas y le pasa como
a la Semana Santa, como a la Feria, como al Corpus: que todo
es como siempre. Esta película de la moviola del Metro ya la
hemos visto. Lo de Santa Fe-López de Gomara es como lo de la
Puerta Jerez. Ahora saldrán grietas en la Casa Guardiola y les
pondrán testigos de yeso en la fachada para que se vea cómo se
está abriendo como una granada. Ahora le saldrán unas rajas
enormes a La Equitativa, y tendrán que desalojarla, y ponerle
a todo el edificio unos cinchos, como una enorme faja de la
corsetería La Modelo. Llegará un comandante y mandará parar.
Las obras. En cada agujero quedará enterrada una millonada,
pero da lo mismo. Miren lo que hay enterrado en el agujero del
Metro de la Plaza Nueva, en el agujero de la Alameda. No pasa
nada.
Habrá una campaña de toma de conciencia y de toma del frasco.
Nos dirán otra vez que el Metro es más complicado de lo que
parecía, y que al que hablaba de los palafitos no le faltaba
razón. Llegará el Manuel del Valle de turno, le echará valor,
cogerá el martillo y como capataz de la cuestión dirá:
-¡Ahí queó!
Y arriando los cuatro zancos por parejo, entre un general
suspiro de alivio. El resto, también lo sabemos. Llenarán
Sevilla de vallas publicitarias completamente negras: «El
Metro, un túnel sin salida». Hasta que venga otro Rojas
Marcos, desentierre el Metro y vuelta a empezar. Iba a decir
qué pesadez esto del Metro, pero lo tomo por el otro lado:
¡cómo rejuvenece esto de volver a vivir lo vivido con las
grietas y los socavones del Metro! Parece que fue ayer cuando
se llevaron a Bilbao el dinero del Metro de Sevilla...
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