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Cuando
dominaba municipalmente la Costa del Sol y parte del Campo de
Gibraltar, Jesús Gil puso de alcalde de Estepona a su niño. Y
raro era el día que no rotulaba una calle con el nombre de un
famoso. Hasta el punto de que me parece que fue Enrique Miguel
Rodríguez quien dijo por la tele:
-En Estepona hay que tener mucho cuidado, porque vas dos
tardes seguidas a tomar café, y el niño de Gil te pone una
calle...
En Sevilla está pasando algo por el estilo. Hablando de tomar
café, ni se les ocurra hoy por la mañana ir a tomar café a la
barra de La Raza, porque pasas por la puerta del Teatro Lope
de Vega y el alcalde es capaz de darte la medalla de Sevilla.
Una norma de este rinconcito es la máxima aristotélica:
«Amicus Plato, sed magis veritas». La aplico al acto
del inventado Día de Sevilla. Para los que estuvimos en los
Jesuitas (¿verdad, Pepe Borbolla; verdad, Miguel Lasso de la
Vega?) tiene mucha sentimentalidad, nos rejuvenece. Nos
recuerda la proclamación de dignidades en el Coliseo España.
Soy más amigo de la verdad que de Platón o que de tres
queridas personas e instituciones que hoy reciben la medalla
de Sevilla, cuyos méritos no discuto, sino que abono. (Abono
de sombra, de los caros.) Las dos personas queridas a las que
hoy en justicia honra la ciudad, el poeta Manuel Mantero y la
sevillanísima Duquesa de Alba; la institución, este ABC tan de
Sevilla como de los Luca de Tena. Mas no porque el alcalde
galardone a personas e instituciones tan queridas me voy a
callar la boca. Para decirle lo que piensan muchos sevillanos:
-Señor alcalde: perfecto lo de dar medallas y títulos de la
ciudad, pero sin quitarle nada a nadie.
-¿Cómo quitar?
-Sí, hombre, que de momento a San Fernando le han quitado
ustedes su fiesta por el procedimiento del tirón.
A eso le llamo yo desvestir a un santo, a San Fernando, para
vestir a otro, al Día de Sevilla. Que además ni es santo ni es
ná, ni ganó Sevilla a los moros...
-Ahí está el quid de la cuestión: San Fernando con la espada
desnuda corriendo moros a gorrazos no es políticamente
correcto. La Memoria Histórica dichosa nos dirá pronto que el
bueno era Al Motamid. ¿A que le ponen un día de fiesta a Al
Motamid? Capaces son, usted.
A San Isidro no le quitaron su día de fiesta en Madrid. A San
Sebastián no se lo quitaron en Huelva. A la Virgen del Rosario
no se lo quitaron en Cádiz. Sigan poniendo ciudades y santos
patronos. Pero a San Fernando le han quitado su fiesta en
Sevilla. Y los sevillanos, cada cual a su bola,
preocupadísimos por la gamba blanca, las letras del Audi, la
hipoteca del adosado, el fin de semana en la playa, la
colección de Zara y la cerveza en tanque de salmuera, no han
dicho ni pío. El que quiera a San Fernando como fiesta, que se
vaya a las Canarias o a Aranjuez. Aquí vale más el Martes de
Feria que el santo que nos salvó de la barbarie africana y nos
llevó a la civilización europea.
Desde su urna, San Fernando, con quien tomo café todas las
mañanas, me ha dicho:
-E agora te fago sabedor de la fazaña del escudo del mi Betis
buenno en la Feria. Non fue el aparexador Carretero, ca me lo
pusse io mesmo, en protesta contra la inseguridat cibdadana
que robóme la mi fiesta por el proçedimiento del tirón...
La Diputación, que tiene a San Fernando en su escudo, se
inventa el Día de la Provincia y se olvida del santo. El
Ayuntamiento le quita la fiesta y pone en su lugar el
medallero olímpico del Día de Sevilla. No, bien puesto sí que
está el nombre de lo que han inventado. A San Fernando le han
quitado su fiesta y le han dado el día. El Día de Sevilla...
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