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Niño,
pónmela por alegrías. Hazme una falseta de «A Cai no le llaman
Cai, que le llaman relicario», que voy a cantar: «Sevilla ya
no es Sevilla, que es igual que Baracaldo, que le quitaron la
fiesta a su Patrón, San Fernando, y en el día del Patrón, tó
el mundo está trabajando... menos la corporación».
Municipal, se entiende. En la antigua fiesta del Patrón, ahora
laico Día de Sevilla, tras imponer las Medallas de la Ciudad,
el alcalde lanzó la propuesta de un pacto, muy bien
intencionada, pero que me olió a chamusquina: «Un pacto cívico
-dijo- para difundir a escala nacional e internacional la
imagen real y verdadera de una Sevilla dinámica y avanzada.
Para poner la imagen de Sevilla a la altura de la propia
ciudad, superando los clichés que se nos adjudican desde
fuera, a veces con dolorosas complicidades internas. Un pacto
que signifique, en primer lugar, que ningún enfrentamiento
social, deportivo, ideológico o político conlleve transmitir
«urbi et orbi» una imagen errónea y falseada de nuestra
ciudad. Es la célebre frase «no disparen sobre el pianista»».
No es que yo quiera disparar sobre el pianista, porque no
gasto pistola. «Yo no soy Gary Cooper», le dije una vez a un
cateto impresentable que tenía el PP en Sevilla de delegado
del Gobierno y al que en su máximo techo incompetencial se
llevaron a Granada. Pero ese pacto, tan bien intencionado, me
suena a «un poquito de por favor», pidiendo desesperadamente
un apagón informativo sobre cuestiones muy concretas, como las
facturas falsas o el enfrentamiento que se trae Benavente con
el del tinte color tocino de cielo. Reconociendo la buena
voluntad del alcalde, eso de «Sevilla über Alles» me suena a
totalitarismo germanizante. O a apagón informativo tipo
Carmelo de Barcelona, donde Generalidad y Ayuntamiento
pactaron con el Colegio de Periodistas callarse la boca ante
el desastre del hundimiento y el escándalo de las comisiones
del 3 por ciento. Que lo de Tripartito viene de ahí, que
trincan el 3 por ciento de comisión. Si el mangazo fuera del 4
por ciento, sería el Cuatripartito.
Demasiado tenemos con los tradicionales apagones de Sevillana
en el verano (la Noche del Alumbrado al revés) como para que
encima tengamos el apagón informativo en forma de pacto sobre
la imagen de Sevilla. Ya sé, ya sé que en el Colegio de
Periodistas de aquí (que no se llama así, tiene otro nombre)
hay quien estaría encantado de firmar un acuerdo a la
barcelonesa para que plumillas, fotógrafos y camarógrafos le
pegáramos el apagón informativo a los papeles y a los
micrófonos. Medios hay que estarían encantados con ese pacto.
Por ejemplo, Canal Sur. De hecho, Canal Sur aplica el pacto
por su cuenta, y tiene el apagón en su parrilla. De todo lo
que informa es gloria bendita: las facturas falsas no existen;
los problemas no existen; Los Pajaritos y Las Tres Mil cantan,
las nubes se levantan.
Al alcalde le gustaría que Sevilla diera otra imagen ante
España y el mundo. ¡Toma, y a mí, y a cientos de miles de
sevillanos! Yo ya lo he escrito antes, aquí, cuando Benavente
y el del tinte color tocino de cielo nos dejaron a los
sevillanos a la altura del betún ante España. Dieron de
Sevilla la lamentable Imagen de la Mamada. Dije entonces, y
repito ahora, que me gustaría que de Sevilla se conociera la
Imagen Airbus, la Imagen Renault, la Imagen Trasplantes, la
Imagen Genoma Humano, la Imagen Premio Nacional de Literatura,
la Imagen Beca Erasmus, y no la que damos, de la perenne
fiesta, el juergueteo, el folkloreo y la mano en el cajón. O
la imagen de Sevilla como gran vivero de personajes de la
prensa del corazón y de la televisión basura. O las facturas
falsas. Por mí, encantado con ese pacto, si no es apagón
informativo. Pero mejor que antes solucionen ellos las
facturas falsas, las mamadas futbolísticas y la venta de
basura en forma de exclusivas de los chulos y las fulimandús.
Sobre todo las facturas falsas.
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