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Entre
los muchos males que aquejan a Sevilla, nadie ha diagnosticado
hasta ahora la enfermedad de la palacitis. Sevilla padece
palacitis aguda. Aquí cada vez hay más palacios, ¿será por
palacios? Vayan dos ejemplos bien recientes.
Calle Jimios. En la calle Jimios, esquina a una de las
barreduelas con el nombre más mágico, lírico y flamenquito, el
Callejón del Duende, había una casa normalita del siglo XIX
donde funcionó una casa de tejidos al por mayor: Alsesa
(Almacenes Sevilla S.A.) A la calle Jimios llegaban los
cosarios para recoger cortes de tela para las tiendas de los
pueblos que surtía el almacén. Bueno, pues una vez restaurada,
la casa de los almacenes Alsesa, reutilizada como hotel, ¡tatachín!,
se ha convertido en palacio. Aquello es ahora el Petit Palais
Marqués de Santa Ana. ¡Chúpate esa, Alsesa! Teníamos un
palacio en la calle Jimios, y nosotros sin enterarnos. ¿A que
el Corral de San José va a resultar que también es un palacio,
y que la casa donde El Traga tenía su taberna también es un
palacio? La Fundación Machado pierde el tiempo con no llamarle
Palacio Machado a la casita simpática de sus oficinas.
Segundo caso. Calle Cabeza del Rey Don Pedro. La casa donde
mismo está la hornacina de la cabeza del Rey. Una casa de
médico, de las que hay cientos en Sevilla. Comprada por un
promotor inmobiliario, restaurada y hecha sede de su
fundación, se ha convertido en casa-palacio de la noche a la
mañana.
¿Ha llegado Juan Ramón Jiménez a Sevilla? Lo digo por los
versos del poema «Cuando yo era el niño dios» en su libro
«Nubes»: «Era Moguer, este pueblo,/una blanca maravilla; la
luz con el tiempo dentro./Cada casa era palacio y catedral
cada templo». No sé si cada templo lo van a hacer Catedral,
pero juanramoniana mente cada casa es ya palacio. Cuando aquí
nada más que había dos palacios: el Palacio de San Telmo y
Palacio por antonomasia, sin artículo, el arzobispal. Pilatos
era la Casa de Pilatos y Dueñas era la Casa de las Dueñas. Y
la Casa de la Condesa de Lebrija en la calle Cuna era Casa, y
no el mote de Palacio que también le han puesto ahora en una
placa en la puerta. Aquí te cogen una casita de medio qué, le
plantifican una placa en la puerta, como si fuera el bufete de
un médico o la consulta de un abogado, y, ¡hala!, palacio que
te crió.
Puestos así, por mí que siga el cachondeo. La casa de los
anticuarios en la cernudiana calle Acetres, vamos a ver, ¿por
qué no va a ser casa-palacio de Bastilipo? Eso es
casa-palacio, de todas, todas. Y si Maribel Moreno de la Cova
vive en la plaza de Cuba, ¿por qué no va a decir que vive en
un piso-palacio? Un piso bueno, bueno, bueno de los que
hicieron los Beca en Cardenal Iluindain, donde vive Espartaco,
¿por qué no va ser un piso-palacio? Y si lo son esos pisos y
estamos en tiempos igualitarios y «democráticos», ¿por qué no
va ser un piso-palacio el del escritor Manolo Barrios o el del
ex alcalde Manuel del Valle en el Políngano, vulgo Polígono?
Nada, nada, pisos-palacio en La Barzola, en Los Pajaritos. Y
todo Alcosa, enterito de pisos-palacio. Si Alsesa es ya
palacio, ¿por qué no Alcosa, total, otra S.A.?
Los del Sector-Sur son chalés-palacio. Los de la Palmera, ni
te cuento; salvo que los coja Montaner y levante ocho plantas
de Macael y oro. Por la misma ley, las del Vacie son
chabolas-palacio. Usted vive en un adosado-palacio del
Aljarafe. Su prima, en una parcelita-palacio de Condequinto.
Si un hotel cursi hace palacio un almacén de tejidos y un
promotor troca en palacio una casa de médico, nada, nada, aquí
todo el mundo tiene derecho a su correspondiente palacio. El
palacio para el que lo trabaja: para el que se trabaja el
cuento de llamarlo casa-palacio. Y terminado el presente
trabajo clínico sobre la palacitis aguda, me marcho de fin de
semana a Matalascañas. ¡A mi apartamento-palacio, claro!
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