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Hacer
sábado es realizar una limpieza a fondo de la casa. Hoy que lo
es, hagamos sábado de asuntos que se quedaron en el telar,
apuntados por los lectores. Qué clásico comenzar julio
haciendo sábado. Llegas al apartamento, está más guarro que la
camisa de Buenafuente y te tienes que poner a hacer sábado. Lo
dejas como los chorros del oro. Y cuando todo está ya
limpísimo...¡es cuando te tienes que volver a Sevilla! Fagamos
un sábado tal que las semanas venideras nos tomen por
escamondados. Manque se nos quedan más asuntos, como Benavente
y su fábrica de abonos: abonos orgánicos, claro; incluso pelín
de aguas fecales para regar los verdes campos.
Urelio es Antonio en Triana.- Me
lo alerta, indignado, el boticario don Fernando Tirado. La
trianera Asociación Círculo Abierto organizó su I Semana
Cultural en homenaje al Farmacéutico Murillo Herrera, el de la
botica del Altozano y su rebotica con toda la gracia del
arrabal. Viene en el cartel trianero la foto de Murillo
Herrera. ¿Y saben cómo le ponen de nombre de pila al histórico
boticario Aurelio Murillo? ¿Urelio, dice usted? Así es como
tenían que haberle puesto: Urelio. Así le llamaba la Triana
donde hizo tantas beneficencias junto al Cura Ladrillos, sin
alardear. Pero al de la Botica Urelio le ponen en su Triana
«Antonio Murillo Casas», y no Aurelio. Urelio fue concejal en
varias ocasiones, y era tenido por alcalde de Triana, como
ahora Paco Arcas. Cuando murió, estaba el puente en obras,
cortado a la circulación. Pero dejó dicho que lo llevaran por
su puente. Y sacaron la caja del coche fúnebre y a hombros,
como el torero de Triana que era, lo llevaron muerto por el
puente. Aurelio, gracia trianera, hombría, pundonor, dimitió
como concejal en la alcaldía de Rafael Medina Vilallonga,
duque de Alcalá. Cuando en España nadie se atrevía a dimitir.
Le preguntó el caballerazo del duque por qué dimitía. Y
Aurelio respondió: «Porque me sale de los coj...» A lo que con
su flema de la Nueva Inglaterra de Pilas o Piladelfia, Rafael
Medina se limitó a comentarle. «Esa de los coj... es una razón
que convence a cualquiera...»
La Torre gordita.-
Llega el verano, a la Torre del Oro le quitan andamios y
celados y, como una mujer gordita, luce con todo orgullo, sin
complejos, sus bellas redondeces, a pesar de la liposucción
que le han hecho. La hermana fea y rellenita de la Giralda
tiene más partidarios de los que parece. Los caballeros las
prefieren gordas. Hay quien como Angel Luis Rodríguez Albariño
se mandó hacer un ex libris con la Torre del Oro, no con la
Giralda. La Torre del Oro está actualísima no sólo por su
restauración, sino por su concepto: es la minoría, frente a la
mayoritaria Giralda. Y ya saben ustedes lo que manda en España
hoy una minoría. Tela. El Gobierno no hace más que
complacerlas. Y la Torre del Oro tiene todas las papeletas
para que la nombraran madrina del Ayuntamiento: olvidada,
maltratada, mujer y encima gordita, ¡bingo! Antonio Ramos
Calderón me envía un cante de Turronero, las coplas no te
olvidan. Turronero le canta al torero Manzanares: «Y el sol se
viste de gala/del color de tu vestío/y una torre sin
campanas/llora a la orilla del río,/que quisiera ser mujer/y
verte desde un tendío.» Cortita es la antología poética de la
Torre del Oro. Y su repertorio musical. Todo el mundo conoce
el pasodoble «La Giralda», de Juarranz, en la II República
casi himno oficioso de Sevilla. Nadie se acuerda de la
zarzuela «La Torre del Oro», con libreto de Guillermo Perrín y
Miguel Palacios y música del sevillano Gerónimo Giménez y
Bellido, estrenada en 1902. Don Santiago Montoto, partidario
de La Gordi, usaba el preludio de esta zarzuela como sintonía
de sus charlas «Sevilla en la historia y la leyenda» por Radio
Sevilla, para que vean si tuvo defensores ilustres. Don
Santiago era como el Zerolo o el Carod de la Torre del Oro, de
La Gordi simpática, frente a los tópicos novios de la Giralda,
la Guapetona Oficial, tan displicente como un canónigo.
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