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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Mentís del perro Pretto a Cocteau

La frase es de Jean Cocteau, el escritor francés de la parte picassiana del espectáculo de las artes y las letras que por estas fechas solía aterrizar por Cádiz, convidado por Pemán para participar en sus Cursos de Verano. Pemán y Cocteau eran por la noche dos chaquetas blancas tomando el fresquito de la Alameda, mientras cenaban en la terraza de El Anteojo de Pepiño. Cocteau dijo: «Prefiero los gatos a los perros porque no hay gatos policías». La frase deslumbra a cualquiera. A mí mismo, que la cité en «Gatos sin fronteras». Una chorrada pronunciada por un señor importante adquiere inmediatamente la condición de genialidad de categoría. Pero tú dices algo así y te responden:

-Haz el favor de no decir más tonterías.

Pero la dice Cocteau, o uno de estos divinos calvos que se llevan ahora como iconos de la modernidad, y todo el mundo:

-¡Qué humor más inteligente tiene este hombre!

En el Instituto Italiano de Cultura de Barcelona, tras un criminal atentado terrorista (me importa un bledo si es anarquista, etarra o islamista), ha habido un perro que con su vida ha desmentido la chorrada de Jean Cocteau. Y que conste en acta que escribo esto por dictado de mis litergatos, Remo y Rómulo, que están impresionadísimos por la muerte de Pretto. Contra lo que se dice, los perros y los gatos no se llevan como los perros y los gatos: se llevan divinamente. Pretto era un nobilísimo e inteligentísimo perro labrador, adiestrado en la detección de explosivos por un policía nacional, su guía, cuidador y compañero. Vieron una cafetera sospechosa, cuyo Catunambú resultó luego ser triquitraque, llamaron a la Policía y los agentes se presentaron con un perro y su adiestrador. El perro era este Pretto para el que pido los honores de la heroicidad animal: la Laureada de San Roque que se merecen los perros valientes que con su vida salvan la de sus amos antes de irse al cielo de los labradores buenos. Pretto, atado con una larga traílla, se acercó a la cafetera-bomba y olisqueó un cable que de ella salía. Lo toqueteó. Hizo explosión. Cogió de lleno al pobre perro, al que la onda expansiva lanzó a más de cinco metros. Gracias a Pretto, se evitó una desgracia humana. El policía que lo guiaba y cuidaba resultó con heridas leves. En el cuerpo. En el alma, cualquiera que ame a los animales puede imaginarse las heridas de agradecimiento y dolor que ahora tiene ese policía de los Tedax que ha perdido a su mejor compañero.

En Londres han levantado recientemente un monumento a los animales que ofrecieron sus vidas a los hombres en las guerras: las palomas mensajeras, los mulos de artillería. Seguimos en guerra, en guerra contra el terrorismo, y los animales continúan entregando sus vidas para salvar las humanas. Pretto dio su vida por su policía guía. Como la habrían entregado esos perros husmeadores del Scotland Yard, que con sus mantitas de policías ingleses, elegantísimos, hemos visto olisquear entre los hierros retorcidos del rojo autobús de la muerte en Londres.

Pretto ha tenido su gloria. La Jefatura de Policía de Barcelona ha hecho constar sus heroicos méritos de guerra en la orden de plaza: «Ante una situación de crisis, con su trabajo, Pretto ha evitado lesiones más importantes a su adiestrador. Los hechos demuestran la gran preparación, adiestramiento y alto grado de disciplina que el policía herido había proporcionado a su perro».

Pretto me ha hecho acordarme de Odin, el perro grifón de Raniero de Mónaco que presidió su entierro. Se ve que Odin ya no manda en el Principado. Gracias a Odin, prudente, siempre en su papel, hasta en la muerte de su amo, Raniero no hacía ni decía tonterías. Seguramente el Príncipe Alberto ha mandado a Odin al refugio de una protectora. ¿Se lo explican ahora todo, no?



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