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¿Tienen
cara las instituciones? Se ve que no. Porque si la tuvieran, a
muchas instituciones sevillanas, ilustres, antiguas,
cultísimas instituciones, se les tenía que caer la cara de
vergüenza. ¿Por qué? Porque haya tenido que ser una Real
Academia de Madrid, la de Bellas Artes de San Fernando, la que
ante el silencio de Sevilla ponga el grito en el cielo contra
las mangas y capirotes que Consuegra El Divino (de la Muerte)
quiere hacer en el Palacio de San Telmo, a mayor honra y
gloria de Chaves.
Esto es lo más contradictorio del mundo. Usted se compra una
casita en el casco antiguo para irse a vivir al centro y si la
restaura, tiene que conservar hasta los alambres de tender la
ropa que había en la azotea. ¡Pero con sus alfileres de palo y
todo! Y nada digo de la escalera. Aunque sea como el Puente
del Ajolí, de palos podríos, la tiene que conservar enterita,
escalón a escalón. Pero si usted se llama Chaves y no tiene
una casita en el centro, sino San Telmo, y no un arquitecto
humano, sino un Consuegra (al que tenemos que agradecer a cada
instante el inmenso honor de ser sus contemporáneos), no tiene
que conservar nada. Puede derribar medio palacio, tirar
escaleras monumentales, alterar patios, construir de nueva
planta: lo que quiera. Que sea el Palacio de los Montpensier,
la Escuela de Mareantes de Bécquer o la dalia de la canción de
Rafael de León, poco importa. Chaves tiene la mayoría y el
poder, y un arquitecto divino de la muerte...de la muerte del
esplendor romántico de San Telmo. Usted, no: así que haga el
favor de callarse y de respetar todo lo que le dicen de su
modestísima casita.
Y las instituciones, mientras, de Belinda. Más habla el Mudo
de Santa Ana que las instituciones sevillanas ante la
destrucción de San Telmo. Sevilla cada vez tiene menos pulso
civil. ¿Por qué no un «Salvemos San Telmo», como aquel «Salvar
el Salvador»? Por el PER de las instituciones. En esta
sociedad subvencionada, ni las instituciones se salvan del
PER. Viven de las subvenciones. Las mendigan a la Junta. No
para los grandes proyectos culturales, sino para pagar el
recibo de la luz y el sueldo del conserje. Dependen del dinero
público, que las tiene cogidas por donde el vello púbico.
¿Cómo van a protestar contra la tropelía de San Telmo, si
viven de la Consejería de Cultura? ¿Cómo van a escupir en la
mano que les da de comer? Dan el viejo cante: «Desgraciaíto el
que come/el pan por manita ajena,/siempre mirando a la cara/si
la pone mala o buena». Como tienen que mirarle la cara a
Chaves, no se les cae la cara de vergüenza porque haya tenido
que ser una Real Academia de Madrid la que clame contra la
destrucción de Sevilla.
Los que ahora se cargan los monumentos con todas las
bendiciones son los mismos que en los últimos años de la
dictadura y primeros de la transición, desde el Colegio de
Arquitectos, clamaban contra la destrucción de la ciudad.
Ahora son ellos los destructores. Es el sino de la ciudad.
Tras el 36, Hernández Díaz publicó su famoso catálogo
«Monumentos y obras de arte destruidos por los marxistas en la
provincia de Sevilla». Luego él mismo, llegado a la Alcaldía,
pudo ser incluido en otro catálogo, con la Plaza del Duque
enterita: «Monumentos y obras de arte destruidos por los
franquistas en la provincia de Sevilla». La Historia, ay, se
repite. Los mismos progres que desde el Colegio de Arquitectos
protestaban contra la mucha Sevilla (Duque incluido y Prica
enterito) que derribó Hernández Díaz, son los que se van a
cargar San Telmo, ante el silencio de las instituciones. Como
no soy una institución subvencionada, no he de imitar al Mudo
de Santa Ana y puedo permitirme el lujo de decir el título de
ese catálogo que la benemérita Adepa habrá de editar pronto:
«Monumentos y obras de arte destruidos por los socialistas en
la provincia de Sevilla (ante el silencio de sus
instituciones)».
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