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EA,
pues ya les han pagado la factura que tenían al cobro desde la
pegatina del «no a la guerra». Hablo de la foto de familia de
los que ocupan la «pool position» en la parrilla de salida de
la nueva programación de TVE. La foto es intercambiable con la
de los pegatineros de los Goya. Son los mismos. Han ganado. La
foto de los que se arriman al perol de TVE es el desfile de la
victoria de los camisas viejas del «no a la guerra». Todo el
que ayudó a derribar al Gobierno del PP tiene su premio. Pilar
Bardem tiene su programa. Loles León va de estrella. Rosa
María Sardá cobra las rentas del cortijito marciano de su
hermano el latisueldista. Nunca un multimillonario ridiculizó
tanto a Aznar, insultó tanto a la derecha a la que pertenece
por renta y patrimonio. La programación de TVE es el
camión-escoba que se lleva todas las basuras abandonadas por
«Crónicas Marcianas». Rescatan a Pepe Navarro. Será para
hablar de libros. Qué raro, faltan Ana Belén y Conchita
Velasco.
Y tras el desfile de la victoria del «no a la guerra», otra
guerra, en los anuncios de TV: la civil española. La que ahora
resulta que tienen que ganar los rojos, por co... leccionables.
En un solo bloque de publicidad, hasta tres anuncios, tres,
con la comercialización de nuestra guerra. El machadiano trozo
de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín es el
Planeta Agostini. Este Gobierno, en apenas un año, tiró por la
borda todo lo que creíamos superado, olvidado, perdonado, con
las tres C de la transición: Constitución, Consenso,
Concordia. Las piquetas de los gallos cavaron las fosas
comunes buscando la aurora roja de los fusilados. De un bando
solamente, claro. Desenterraron el odio. Exhumaron las dos
Españas. La guerra olvidada y perdonada volvió a estallar.
Y ahora, lo que faltaba: se comercializa el filón demagógico
del revanchismo, la herida abierta de la memoria. Aquí no hay
Pacto de No Intervención Comercial. Aquí gusta mucho traficar
con desgracias ajenas. Han visto que la guerra civil sigue
siendo un filón, que el odio mueve montañas y millones, ya
están aquí los fantasmas, los viejos fantasmas de la guerra,
en los libros del oportunismo, en la mercadería del quiosco.
En un anuncio hasta sacan a dos figurantes disfrazados de las
dos Españas: un falangista de guardarropía que con su mono
azul más bien parece un mecánico de chapa y pintura; un
miliciano que me recuerda demasiado a un galáctico del Real
Madrid con gorra anarquista y pañuelo rojo. ¿Para qué? Para
vendernos un libro de Reverte sobre la batalla del Ebro. Si me
quieres escribir, ya sabes mi paradero: el quiosco de la
esquina, coleccionables a un euro. Y otro anuncio nos venden
la serie de los protagonistas, los desaparecidos. Vamos, las
fosas famosas. Así se llama el libro que sale a toda pantalla:
«Las fosas del silencio». En la portada, una foto del patio
del Cuartel de la Montaña sembrado de cadáveres de sus
heroicos defensores. Buen título: sobre los asesinados por los
rojos sí que hay una fosa de silencio. Se vuelven a inventar
los fascículos coleccionables de Ricardo de la Cierva. Con los
libros, pronto darán retractiladas en el quiosco las piezas
para armar el crucero «Baleares». El próximo Planeta lo ganará
una reescritura del millón de muertos de Gironella. Han hecho
de la guerra civil un parque temático. La factoría Disney está
al llegar al Jarama, a Teruel. En Paracuellos podría hacerse
un parque temático muy instructivo, un Terra Trágica.
Por eso yo, aunque nunca me den como premio un programa de
TVE, en el espíritu de concordia de la Constitución, propongo
solemnemente que los que estamos ya hasta el gorro cuartelero
de tanta manipulación y tanta comercialización de la carne y
la sangre de nuestra trágica Historia, también saquemos
nuestra pegatina. con el desparpajo con que ellos lo hacen.
Una pegatina que diga: «No a la guerra (civil)».
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