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En
el arte del sablazo no había quien le ganara. Al distinguido
y veterano vividor, hace ya muchos años, cuando todavía la
guerra civil la habían ganado los nacionales, le
preguntaron:
-Don Ramiro, ¿usted dónde hizo la guerra?
-¡En la Costa Azul!, respondió sin inmutarse, tras su
chaqueta blazier y su pañuelo caro de seda al cuello.
Currador de copas y de almuerzos como pocos, vivía de su
elegancia, de su cara. De sus amigos. Si era por vestir,
como un figurín iba, a la última, sin que las más serias
investigaciones pudieran demostrar que pagara nunca factura
de sastre alguna. En el fútbol, el mejor sitio de la
tribuna. En los toros, la mejor barrera. En el verano,
Marbella. Y por todo lo alto. De barcos, ni te cuento. Con
las hembras más hermosas. Y luego a la noche, en La
Meridiana, arrasaba cuando llegaba en su cochazo. Prestado,
claro. Y un día que estaban hablando de suerte y de azar, de
naipes y ruletas, alguien le preguntó al gorrón de cinco
estrellas, al sablista olímpico:
-Si te tocara el gordo de la lotería, ¿tú que harías?
Respondió, sin inmutarse:
-Pues vivir exactamente igual que vivo... pero pudiendo.
Tenemos una Sanidad pública como el vividor de Marbella. No
remendamos de viejo... con dinero ajeno. La Sanidad del
haiga: lo mejor que haiga. ¿La Clínica Mayo? La Clínica Mayo
es la enfermería de una plaza de toros de pueblo al lado del
despilfarro de cualquier centro comarcal de salud. ¿La
Sanidad suiza? Nada, cuatro tiritas y un frasco de
mercromina, al lado de cómo se tira el dinero aquí. Los que
tiraban con pólvora del Rey eran unos tacaños al lado de los
que tiran de receta del seguro, de presupuestos de la
Consejería de Salud, de protocolo. Como en los cuarteles
pone lo de «Todo por la Patria» (perdón), a la puerta de los
hospitales debería decir: «Todo por el protocolo». El
protocolo regula determinadas prácticas médicas, cuyos
mandamientos se encierran en uno: gastar, gastar y gastar.
Cuanto más se gaste, mejor sanidad se hace. Si se tira el
dinero, mejor. ¿Por qué los hospitales españoles están
siempre de obras? ¿Por qué siempre están reformándolo todo?
Ah, para cumplir con el protocolo: para gastar.
Y los asegurados, encantados. Se creen que están mejor
atendidos cuanto más ven dilapidar los dineros públicos:
-Mira, en el ambulatorio le han mandado a mi Juani unas
pastillas que cada caja vale cuatro mil duros...
Caja de treinta pastillas. Juani tiene que seguir un
tratamiento de tres días, una cada ocho horas. Son nueve
pastillas las que usará. La caja carísima quedará abandonada
en el tesoro del cajón de medicinas inservibles de cada
hogar español. Las reservas de oro de los sótanos del Banco
de España son cuatro perras gordas comparadas con los miles
de millones tirados a la basura por la Sanidad pública en
los cajones de medicinas de cada casa. En cualquier país
civilizado, a la Juani le hubieran recetado nueve pastillas,
nueve, que el boticario le hubiera dado con cuentagotas.
Aquí no. Como somos más ricos que nadie, ¡hala!, la caja
entera, para que Juani y su madre, sabiendo que las convidan
a medicinas de ricos, cuatro mil duros la cajita, voten a
Chaves per secula seculorum.
Y de lo que la madre de Juani, ya jubilada, gasta con sus
recetas de pensionista, ni te cuento. Tropecientos mil
millones han dado para enjugar el déficit sanitario. De
momento. Se los volverán a gastar, en derroche de medicinas,
en protocolos y en obras, vamos, muchas obras en los
hospitales. ¡Venga lujo, que cada losa de mármol son diez
votos! Hasta que no se acabe con el despilfarro sanitario,
el déficit volverá a crecer. Sólo acabando con el
despilfarro, como el sablista de Marbella con el gordo,
podríamos seguir en este plan. Pero pudiendo.
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