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LA
Semana Santa la inventó el Marqués de Tarifa. La Feria la
crearon un vasco y un catalán. Y el comercio del centro lo
van a salvar Cortefiel y Zara. Si hubiera que escribir de
nuevo la lápida legendaria sobre la fundación de Sevilla que
estaba en la Puerta Jerez y ahora en el chaflán de la
esquina de Casa Guardiola, habría que poner:
Hércules me fundo,
Julio César me cercó
de muros y torres altas,
y el centro me lo salvaron
entre Cortefiel y Zara.
Al paso que vamos, el comercio más tradicional del centro
será el Cortinglés del Duque, que pronto tendrá cuarenta
años encima. Cuarenta años, al ritmo que se cierran
establecimientos en Sierpes, en Cuna, en Cerrajería, es una
eternidad. Ya tienen los meganuncios de Hugo Boss los
escaparates de Idígoras, frente al quiosco de periódicos que
recuerda en un cartel didáctico la Cruz de las Sierpes,
vulgo de la Cerrajería. Cortefiel se pondrá donde Deportes
Zeta, en la esquina de un desierto con preservativos llamado
calle Rivero. H & M, la multinacional que despide a las
modelos drogotas, se pondrá en un local con mal bají: donde
estuvo el Banco Zaragozano y luego Virgin Records pegó el
barquinazo del siglo. Adolfo Domínguez pondrá la arruga
bella donde antes las planchadas piezas de tela de La Ciudad
de Londres. A ver si así se revitaliza Cuna más allá de la
Costa de las Novias.
Existe la posibilidad, pues, de que todo el centro se
tetuanice. Verbo que acabo de inventar. Tetuanizar: salvar
el pulso comercial del centro de Sevilla con multinacionales
y franquicias varias, previo traspaso-pelotazo de un
establecimiento tradicional. Ojalá se tetuanice Sierpes,
ojalá se tetuanice Cuna, ojalá se tetuanice esa Bosnia
bombardeada que es hoy por hoy O´Donnell, ojalá se tetuanice
Sdagasta, y quede todo tan vivo como los renovados pregones
de las loteras en las Cuatro Esquinas de San José, donde
camino de los calentitos vespertinos de la Casa de Soria me
encontré con un clásico, con el que eché la paraíta
sevillana mientras pegábamos la hebra y me decía:
-Mira, el problema del comercio tradicional es que vendía
una moda que ya no se lleva. Ahora nos uniforman a todos las
franquicias. No sé si te has dado cuenta, pero en el caso de
los caballeros ya no hay más que dos modas: o te vistes de
pijo de Los Remedios o de cani de Las Tres Mil. Sin términos
medios. Cuesta un mundo encontrar unos pantalones de pana
como los que tú y yo usamos, o unos de lino que no sean
amarrados a la cintura y de talle bajo como un pijama, y con
los perniles arrastrando, en plan Loco de la Colina. O un
jersey que no tenga las mangas flojas y no sea de Burberrys
o de Brioni. O vas de Plaza de Cuba o vas de Torreblanca. O
pijo o cani. ¿Qué papel queda aquí para el comercio
tradicional, aplastado por las franquicias? La realidad es
que el único comercio tradicional es el Cortinglés, como te
estoy viendo en la cara que vas a poner en un artículo,
acabas de poner cara de recuadro. Por no hablar de la
verdadera causa de los cierres de los comercios
tradicionales, que es el estrechamiento de márgenes y el
estrangulamiento financiero que hacen los proveedores. Tú
escribiste hace mucho tiempo un artículo sobre aquella moda
de las señoras bien que ponían una butic. ¿Quién se metería
ahora en semejante ruina?
Por eso admiro a la viuda de Juan Foronda, que, con la que
está cayendo, en vez de pegar el pelotazo con sus tiendas y
dedicarse a jugar al golf en Pineda, ha tomado el traspaso
de Casa Rubio para poner sus mantones y su Lladró para los
turistas. Sierpes estaba ya forondizada. Ahora se
tetuanizará. Ojalá en Casa Rubio le vaya de cine (vamos, de
Nervión Plaza) a la viuda de aquel caballero que forondizó
Sierpes cuando nadie daba un duro por su comercio
tradicional.
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