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Creía
que San Fernando no tenía en Sevilla más partidario que
Ricardo Roldán, que en su trastienda de la Joyería Ruiz
cuida todo un museo dedicado al Santo Rey. Está allí San
Fernando en toda la riqueza de su iconografía, en argénteas
imágenes de bulto redondo, en grabados antiguos, en
fotografías modernas. Tengo que ir allí lupa en mano, a ver
si le pillo al Santo Conqueridor algún detalle que resuelva
para siempre el gran dilema fernandino ardorosamente en
debate entre sus muchísimos partidarios.
- ¿Lo de si el día de San Fernando es fiesta local o se la
quita el Martes de Feria?
No, algo más importante: si era bético o era sevillista. Del
centenario del Sevilla F.C. hemos sacado que no está tan
clara su pretendida adscripción verderona. Aducen los
sevillistas que San Fernando está en su escudo, en compañía
de San Isidoro y San Leandro. Que, ítem más, es el único
club de fútbol que tiene a un santo en el escudo. No seré
quien ponga en duda el convencimiento de los sevillistas,
pero introduzco un elemento nuevo en el debate: ¿no les
parece que San Fernando y sus dos colegas arzobispales están
en el escudo así como si Del Nido los hubiera invitado al
palco del Sánchez Pizjuán? Observen la actitud de los
convidados. Parece que están atentos a la jugada de Saviola.
Palco total. San Fernando está quizá en el escudo del
Sevilla F.C. como bético ilustre invitado al palco. Los
propios sevillistas tienen el mejor argumento sobre la
beticidad fernandina: un señor que ha nacido en Zamora y que
llega a Sevilla, ¿de qué se hace? ¡Del Betis, como todos los
montañeses, como todos los inmigrantes, para afirmarse en su
sevillanismo! Los que vienen de fuera se aferran al
sevillanismo dionisíaco del Betis porque es mucho más
facilón que identificarse con las más refinadas y secretas
claves apolíneas del Sevilla F.C. San Fernando no es
excepción. De ahí que cuando Laureano de Pina le hizo la
urna de la Capilla Real le plantificó en todo lo alto la
silueta del triángulo de las trece barras verdiblancas.
Sugiero a béticos y sevillistas que, abierto el debate, no
nos quedemos en San Fernando. Tenemos toda la mitología y
hagiografía de Sevilla por adscribir a un club o a otro.
Santas Justa y Rufina, tragando quina con el Terremoto de
Lisboa y aguantando a la Giralda para que no baje a Segunda,
tienen una pinta de Abuelas del Betis que no se puede
aguantar. El Señor Don Hércules de la Alameda me da el
pálpito de que es sevillista. ¿Por qué vamos a pararnos en
barras blancas y coloradas, y decir que el Sevilla F.C.
tiene sólo cien años? ¿Y si resulta que a Hércules le dicen
Hércules Fundador porque fundó el Sevilla milenario? Y Santa
Ana la de Triana, otra Abuela del Betis, verderona como su
Hija. Por más que los armaos de la Centuria sean palanganas
por el Pilatos que escoltan, las mariquillas de la Esperanza
no creo que sean verderonas por casualidad. Y el Señor de
Sevilla, como es un Señor del barrio de San Lorenzo, tiene
que ser sevillista de todas, todas. Aunque el otro vaya a
gastar su estampa de tanto besuquearla cuando Assunçao tira
una falta.
Se impone, por tanto, dar el carné oficial a San Fernando.
Del Betis o del Sevilla, pero su carné de socio.
Probablemente, del Sevilla, porque los béticos no pisan el
campo ni se hacen socios. Habrá que hacerle como al San
Antonio Abad de Trigueros, que en la II República le
pusieron en la muñeca el carné sindical de la UGT para que
no hubiera líos al sacarlo en procesión. Decía el carné:
«Nombre, Antonio Abad; profesión, santo». Corre, Gregorio
Conejo: llévale cuanto antes a San Fernando su carné del
Betis, antes que te lo quiten los sevillistas. Que encargan
sus misas votivas en la Capilla Real y no el Gran Poder
precisamente por este San Fernando sevillista sin carné.
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