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Mejor
que entramparse con créditos a las empresas municipales, el
Ayuntamiento podía ingresar la tela si creara un nuevo
impuesto: la tasa sobre circulación de maletas con ruedas.
Como el sellito de los coches, ¿no?, pero con las maletas.
Las maletas son ya unos vehículos como otros cualesquiera.
Como los carritos de los supermercados. Como los cochecitos
Jané que las madres se empeñan en meter el Martes Santo,
precisamente el Martes Santo, en La Alfalfa, precisamente en
La Alfalfa, cuando La Candelaria, precisamente La
Candelaria, va camino de La Campana.
No es automóvil todo lo que circula, ni amotillo, ni
todoterreno para alardear de la finca que no se tiene. Y al
igual que los vespinos requieren una licencia, sin examen,
también los cochecitos de niños chicos y los carritos de
hipermercado necesitarían una papela de aptitud en su
conducción. No es tan fácil conducir un carrito de
supermercado. Lo digo por experiencia. Soy un Fernando
Alonso de los carritos de Carrefour, de Alcampo o del
Hipercor de San Juan. Voy a boxes y al echar la moneda para
sacarlo de sus cadenas, como si fuera un móvil por liberar,
tengo una vista expertísima: nunca cojo esos carritos
desecho de tienta y cerrado, oxidados, sucios, con las
ruedas fatalmente alineadas, con la barra de conducción
pegajosa de chuperreteos infantiles de chupachules, que se
te van para un lado por más que quieras llevarlos derechos,
por lo que acabas chocando contra las estanterías o contra
una señora que viene tan tranquila por la luminosa y
refrigerada calle de los yogures.
- Anda que no tiene usted horas de hipermercado...
-Muchas. Alcampo es mi Pineda. Igual que otros echan la
tarde con el carrito de golf en Pineda, yo la echo con el
carrito de Alcampo, yendo por latitas y caramelos de queso
para mis gatos.
Y con las maletas con ruedas que nos han invadido pasa
igual. Hay mucho aficionado sin práctica llevando a rastras
la maleta con ruedas y así pasa lo que pasa: que te machacan
un juanete en cuanto te descuidas y ves las estrellas.
(Bueno, las estrellas, las amarguras y toda la nómina del
Domingo de Ramos.) Sevilla entera se llena los viernes de
maletas con ruedas, especialmente a partir de la 1 de la
tarde. Vaya usted hoy por Reina Mercedes y empiece a contar
estudiantes con la maleta con ruedas, camino de la estación
de autobuses o de Santa Justa, o esperando al coche de los
amigos con que vuelven a casa. Hay embotellamientos de
maletas con ruedas en los pasos de peatones y en las paradas
del autobús. Sevilla es más Ciudad Universitaria de lo que
creemos. Basta ver este desfile estudiantil de las maletas
con ruedas de los viernes. Como antes los viernes del
Cautivo, ahora los viernes de maletas con ruedas. Y nada
digo hoy, comienzo del puente de Todos los Santos. ¿Cuántas
podrán contarse en Santa Justa, entre los que llegan con su
maleta de ruedas y los que se van con su maleta de ruedas?
En las estaciones ya no hay maleteros. Aquellos maleteros de
carretilla, gorra de plato con visera de hule, blusón como
de vendedor de quesos y chapa oficial al pecho. ¿Para qué va
a haber maleteros? Los maleteros de Santa Justa, caso de
haberlos, irían al paro. Las cómodas ruedecitas en los
equipajes nos han convertido a todos en maleteros de
nosotros mismos. ¡Hala, todos arrastrando la maleta de
ruedas!
Es muy conveniente, pues, que el alcalde no salga hoy a la
calle, y mucho menos Inmaculada Muñoz, delegada municipal de
Hacienda. Como vean tantísima maleta con ruedas, nos largan
el impuesto del sellito para la circulación de maletas. Con
las que por cierto, oh, O´Donnell, se puede ya circular por
muchísimos más sitios que con el coche, en esta Sevilla cada
vez más peatonalizada, en la que Tetuán alcanza precios
inmobiliarios de Quinta Avenida.
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