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A
toro pasado, todos somos Manolete. Treinta años
después de muerto Franco, todos son antifranquistas. ¡Qué
maravilloso hubiera sido, señores del Proceso 1.001, Soto y
Saborido, que en aquellos entonces hubiera tantos
antifranquistas como ahora! Carmelita tu mujer, querido
Eduardo Saborido, sola en su barrio obrero, señalada por el
dedo como roja peligrosa por los mismos vecinos que ahora
van de progresistas, para ir a verte al locutorio de
Carabanchel no hubiera tenido que pedirnos el dinero del
Talgo a los liberales, a los carlistas, a los
demócratacristianos. A los cuatro gatos que nos atrevíamos a
alzar la voz contra la dictadura, y que llamábamos General
Franco, como Radio París, a quien para todo el mundo era Su
Excelencia el Jefe del Estado. Al que vi llegar a Sevilla y
pasar por delante de mi casa. La gente llenaba las calles y
tocaba las palmas a Franco hasta echar humo. ¿Los llevaban
encadenados, tenía cada uno detrás un policía de la Social,
encañonándolo con la pistola para que aplaudiera? No. Franco
les parecía lo más normal. Como que el 18 de Julio dieran la
paga extraordinaria o que los trabajadores tuvieran Seguro
de Enfermedad.
Que no me vengan ahora con monsergas de telediario y
manipulaciones especiales sobre la dictadura. Los
antifranquistas cabíamos en un taxi. Tirando largo, en un
microbús. Lo digo porque por oponerme en pleno estado de
excepción a que la Asociación de la Prensa de Sevilla
jaleara los fusilamientos de la dictadura, vino a por mí la
Brigada Político-Social, y me aplicaron la Ley
Antiterrorista, y me echaron las tres fotos de la ficha
policial, y me dieron el boncotel para la pernoctación en
los calabozos de La Gavidia. Me retiraron el pasaporte como
rojo peligroso que pedía libertades por escrito y me
llevaron al Tribunal de Orden Público por decir que la
bandera blanca y verde vuelve tras siglos de guerra. Y puedo
jurarles que entonces, allí, pidiendo la libertad, no había
masas enfervorizadas, sino unos tíos de trenca y pana con
más jindama que porros, que les llevabas el papel para
mediar por los sindicalistas presos y te decían:
-Perdona, chico, no puedo firmar porque estoy preparando
oposiciones, las llevo muy bien y no quiero significarme.
Ahora los veo de antifranquistas profesionales, muy bien
instalados en este sistema de libertades por el que no
tuvieron co...nvencimiento de dar la cara. Poderosos, ricos
podridos, con despacho oficial, los que entonces callaban
ahora hacen antifranquismo de arte y ensayo. ¿Memoria
histórica dice usted? Pues a ver si de verdad empezamos a
narrar la auténtica memoria histórica de qué hacían todos
estos cobardes cuando Franco vivía, la gente le tocaba las
palmas y ellos callaban. Como ratas. Sí. Los que éramos
cuatro gatos podemos decir que eran las ratas escondidas,
que sólo dieron la cara cuando Franco murió en la cama y el
Rey nos devolvió las libertades. ¿Dónde estaban entonces las
masas del Partido Socialista luchando contra Franco? ¿Dónde
la UGT? ¿Dónde cuando acompañamos a Don Ramón Carande a
visitar al cardenal Bueno Monreal para pedirle que
intercediera por los presos políticos? No, estaban los
comunistas, Comisiones, los liberales, los carlistas, los
monárquicos de Estoril, cuatro andalucistas locos... y el
bastón de don Ramón Carande.
Aquellos cuatro gatos tenemos títulos más que suficientes
para levantar la Memoria Histórica de la Manipulación y
hartarnos de reír. ¡Qué bien están derribando ahora la
dictadura desde el telediario, joé! ¡Cómo atacan a Franco
con sus artículos! Por favor, menos cuento del envergue.
Franco, no, gracias. Ya está bien de tanto Franco. Vuestro
falso Franco. Entonces, entonces os hubiéramos querido ver
allí a los que ahora paradójicamente nos llamáis fachas
porque, en el mismo sitio, sin movernos un palmo frente al
poder, seguimos dando la cara y defendiendo las libertades.
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