|  | 
                  
                    
                Quiero 
                    contarles a ustedes lo que a mí me ha sucedido. No es la 
                    emoción más profunda que en mi vida yo he sentido, porque no 
                    se trata de los suspiros de España cuando Concha Piquer 
                    preparó una cena para invitar a sus paisanos «En tierra 
                    extraña», o sea en Nueva York. He tenido que ir a Madrid 
                    para hacer un mandado en forma de presentación de libro y me 
                    he montado por vez primera en el Ave ya sin E de España. 
                    Incluso empecé a escribir este artículo en el Ave, gracias a 
                    las maravillas de los ordenadores portátiles, que es lo que 
                    se lleva ahora en ese tren. Los teléfonos móviles y la 
                    ocupación de Club y Preferente por la tribu de los indios 
                    motorolos queda antiquísimo, querido Alfonso Ussía que 
                    tantos jornales has ganado también a costa del Ave y de lo 
                    que hablaba ese Escalante que iba sentado a tu lado, hasta 
                    que su secretaria, le dijo que, ¡por fin!, le habían pagado 
                    la letra tantas veces devuelta, lo que obviamente celebró 
                    todo el vagón con una ovación al pertinaz motorolo. Porque 
                    oyendo hablar desde ella desde la salida de Sevilla y hasta 
                    las puertas mismas de Atocha, la dichosa letra devuelta de 
                    Escalante era ya como de la familia. Ahora, querido Ussía, 
                    si quieres estar a la última, cuando vengas a Sevilla a dar 
                    otra conferencia magistral en Capitanía, tráete el ordenador 
                    portátil, y ronea de Excel y de Power Point preparando la 
                    presentación en el ex Ave.
 Empecé, como digo, a escribir este artículo a bordo del Ave, 
                    con mi portátil. Pero miren cómo me salió su arranque en el 
                    ordenador:
 
 «Qui_ro contarl_s a ust_d_s lo qu_ a mí m_ ha suc_dido. No 
                    _s la _mociòn más profunda qu_ _n mi vida yo h_ s_ntido, 
                    porqu_ no s_ trata d_ los suspiros d_ _spaña cuando Concha 
                    Piqu_r pr_paró una c_na para invitar a sus paisanos "_n 
                    ti_rra _xtraña", o s_a _n Nu_va York...»
 
 Me temí una avería en el teclado. Hasta que sonó la 
                    megafonía dando la bienvenida a bordo y la voz de madera del 
                    altavoz me dio la clave de la letra E empastelada:
 
 «Bienvenido a Alta Velocidad Renfe...»
 
 ¡Ya está! ¡Hasta de los ordenadores portátiles del Ave han 
                    quitado la E de España! Por la ventanilla se veían los 
                    olivares que en un viaje de este trayecto contempló Jaime 
                    Campmany y escribió un artículo tan bello que le dieron en 
                    Osuna el aceitero premio Almazara. Blancos cortijos. Huertas 
                    regadas por el Guadalquivir. Se veía España. La que no 
                    existe para la Alta Velocidad de Renfe, desde que al Ave, 
                    por chantaje del tripartito, le han tenido que quitar la E 
                    hasta para ir a Toledo. Nunca mejor dicho que el tripartito 
                    nos la ha metido hasta donde pone Toledo. Sin E de España. Y 
                    las gracias hemos de dar a Dios de que hayan estudiado por 
                    la LOGSE. La bienvenida a la Alta Velocidad a secas te la da 
                    Renfe. No han observado que Renfe es el acrónimo de Red 
                    Nacional de Ferrocarriles Españoles. Con lo cual le quedan 
                    tres telediarios a esa E final de Renfe. Será la Renf, nada 
                    de E de España final, como el Ave es el AV. Y la ONCE, la 
                    del cupón, la Organización Nacional de Ciegos de España, 
                    será de aquí a nada la ONC, en cuanto los catalanes consigan 
                    el cuponazo de su Estatuto. Y nada digo de Televisión 
                    Española. A la E final de TVE sí que le quedan tres 
                    telediarios. Como a la E de Radio Nacional de España, que 
                    será RN para cumplir con el RH catalán.
 
 Por eso admiro la premonición de don Ramón Areces, el 
                    fundador de El Corte Inglés. Podía haberle puesto El Corte 
                    Español al más grande, al Rocío Jurado de los grandes 
                    almacenes, y ahora hubiera sido un lío. Ibarreche le habría 
                    cerrado ya El Corte Español de Bilbao; y Maragall, El Corte 
                    Español de Plaza de Cataluña. Areces, indiano largo y hondo, 
                    supo la que nos esperaba y por eso le puso Inglés al Corte 
                    más español. Es nuestra esperanza. A este paso, el único 
                    elemento de unidad en España serán los centros de El Corte 
                    Inglés.
 
 
 
 Artículos de días 
                anteriores
 
 
 
                 Correo 
 
                  Biografía de Antonio Burgos   
 Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés  
 
 |