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OTRO
monumento, ¿será por monumentos? Cuando Gestoso escribió su
«Sevilla monumental y artística», apenas había más monumento
que el de Murillo en el Museo, y le salieron tres tomos.
Anda que si llega a escribir su tratado ahora, ¡le sale el
Espasa! Salimos a monumento nuevo por semana. Sevilla es la
ciudad de las calles cada vez más estrechas para los coches,
con menos sitio para aparcar (como los tres carriles en
República Argentina) y de las aceras cada vez más anchas.
Será para que quepan más monumentos. No queda torero
sevillano sin monumento. Dentro de nada se constituirá una
comisión (naturalmente presidida por Lele) para erigir un
monumento al Bombero Torero, que falta.
Podemos tener hasta monumentos repes. Quieren levantar un
monumento a José María Izquierdo, el inventor de la
Cabalgata, el que se equivocó al definir a Sevilla como
Ciudad de la Gracia, cuando es la Ciudad de la Guasa, según
codificó Silvio el Rockero. Los del monumento a Izquierdo se
olvidan de lo principal: que ya existe. Está en el Parque.
Francisco Collantes de Terán lo describió así: «Es una
rotonda semicircular, contorneada por dos bancos de
azulejos. Ante ellos se encuentra una columna coronada por
un capitel corintio romano sobre un pedestal y dos gradas. A
ambos lados, sendos anaqueles de cerámica contienen las
obras del poeta sevillano que usó el seudónimo de Jacinto
Ilusión. Se inauguró el 15 de agosto de 1925». Yo creo que
es algo. Quieren hacer un monumento que existe desde hace
ochenta años.
Y para Antonio Machín, marchando otra de monumento. ¿Por qué
no dos, para emparejarlo con sus inmarcesibles e
inolvidables gardenias, o con sus maracas? ¿Seguro que no
existe ya un monumento a Machín? Sí, en el cementerio, donde
cíclicamente van a cantarle los músicos vejetes que el
dictador Fidel Castro saca del asilo y nos manda a España
para que trinquen todos los dólares posibles de las áreas de
Cultura. Vejetes vividores de guaguancó y guaracha que
rocían aquello con ron, en una ceremonia que no sé a
ustedes, pero a mí me da alipori. Soy el primero en admirar
al artistazo de Machín, que encontró en Sevilla la libertad
que veía en perri cuando estaba en París en 1939 y se
acercaban las tropas de Hitler, que imagínense el Heno de
Pravia que podía hacer en Dachau con un moreno. Machín se
casó aquí con una sevillana, y reencontró a su familia, que
había venido a trabajar en el Pabellón de Cuba de la
Exposición del 29, como su famoso hermano capillita, el
fontanero de la calle Águilas, que era mucho de la Hermandad
de los Negritos y que, con su vara, ponía la nota de color
cuando salía cada año en el Corpus.
Este recuerdo de respeto y admiración por Machín, la memoria
de sus canciones que todos nos sabemos, es el mejor
monumento, vamos a dejarnos de adefesios. La estatuilla como
de figurita de nacimiento que quieren ponerle frente a la
capilla de la Virgen de los Angeles Negros es una ridiculez.
Como tantos monumentos absurdos (y algunos inmerecidos) con
que estamos llenando Sevilla y a los que el alcalde debería
poner coto. ¿No declararon al barrio de Santa Cruz zona
saturada de bares, y no dejan abrir ni uno más? Pues Sevilla
entera es ya zona saturada de monumentos, y no deberían
dejar poner ni uno más. Y el de Machín, encima con esa
birria de escultura, menos. ¿Han visto ustedes en la maqueta
cómo quedan las famosas maracas de Machín? No se sabe si
Machín tiene en las manos dos alcauciles o dos berenjenas.
Pero dos maracas, desde luego que no. Y en el caso de que se
ponga el monumento, las maracas serían fundamentales. Por el
precio del monumento a Machín tendríamos el monumento a esta
Sevilla de 2005, que levanta rascacielos absurdos en La
Cartuja, que está más sucia que nunca, más abandonada, más
embotellada, más alitronada, más endrogá, más peligrosa,
berrenda en Harlem con esos canis asesinos de estética
andilucas. Que está, vamos, pasada de maracas. Como las
maracas de Machín.
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