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                Ya 
                    no sorprende que el Gobierno invente lo que está 
                    descubierto, atribuyéndose el hallazgo. Un día de éstos 
                    inventará la penicilina. Han vuelto a inventar los jueces de 
                    paz, pero en peor, con un sueldazo y escalafón en la 
                    carrera. Los llaman «de proximidad»: un señor que ni es juez 
                    ni es ná, un estampillado, suplanta al juez de carrera con 
                    tós sus avíos. ¿Fomento del intrusismo? Pues sí: como si a 
                    un practicante lo hacen «cirujano de proximidad» y lo ponen 
                    a operar hernias discales para acabar con las listas de 
                    espera. Como si a un aparejador lo hacen «arquitecto de 
                    proximidad» para construir esos disparatones más altos que 
                    la Giralda que quiere el Ayuntamiento. Como si al cura 
                    Sánchez-Dalp, ya puestos con el pregonati con tomati, lo 
                    hacen «arzobispo de proximidad».
 En los pueblos, el juez de paz era como un autoservicio de 
                    la ley. Y un motivo de chistes de catetos. Ninguno como el 
                    de la tónica. Si lo repito es porque lo han probado poco. El 
                    forastero que llega a un pueblo y pregunta en un bar si hay 
                    juez de paz. Y el tabernero cateto que le responde:
 
 - No, mirusté: aquí tenemos jué de naranja, jué de limón y 
                    tónica jué, pero jué de paz no tenemos...
 
 El Gobierno sí tiene tónica jué. Con Montesquieu en el 
                    tanatorio de la Ese 30 y la Tónica Juez del dedo nombrando 
                    amiguetes para el cuarto turno, ya tenía los jueces de 
                    naranja y los jueces de limón. Ahora, lo que faltaba al 
                    cateto: el juez de paz, togado de proximidad. Lo que estaba 
                    en los pueblos lo ponen en las ciudades, pero con más 
                    demagogia y tirando el dinero en la Justicia falta de 
                    medios. Los habrá en los municipios de más de 250.000 
                    habitantes o en las capitales de provincias con más de 
                    175.000. Han dicho que serán «el primer eslabón en la 
                    arquitectura judicial»: ¡qué tontería! En Sevilla tendremos 
                    jueces de proximidad. Jueces de cercanías. Vamos, como los 
                    trenes de Utrera y de Lora. ¿A que los anuncian por 
                    megafonía en Santa Justa?
 
 - Juez rápido de proximidad procedente del dedo de Zarrías 
                    va a hacer su entrada por vía administrativa 3.
 
 Los jueces de cercanías no serán jueces de oposición y 
                    carrera, sino abogados estampillados, a carrera abierta. 
                    Como un Opencor de la justicia. Un Opencor, como el del 
                    Cristina, es un Cortinglés que no es un Cortinglés. Una 
                    tienda de los desavíos estampillada de Cortinglés de 
                    proximidad. Como los jueces que se ha sacado el Gobierno de 
                    la manga de la toga sin puñetas: el Opencor de la Justicia. 
                    El Opencor es la puesta al día de una institución comercial 
                    sevillanísima: la Tienda de los Desavíos. Esa tiendecita de 
                    barrio donde hay de todo lo que se nos olvidó comprar en 
                    Carrefour, abierta todos los días, hasta las tantas, incluso 
                    domingos y festivos:
 
 - Niña, llégate a la tienda de los desavíos y me traes dos 
                    cartones de leche.
 
 En la tienda de los desavíos no te encuentras a Isidoro 
                    Alvarez despachando, claro. Y en el juzgado de los desavíos 
                    tampoco tendrás a Alfredo Flores de fiscal, sino que estará 
                    uno de la cuerda que han estampillado de juez. Pero está 
                    cerca, viene pronto y es muy apañao. Como el fontanero de 
                    los desavíos que llamamos: nadie le exige que sea ingeniero 
                    industrial; con que arregle el grifo, basta. La teoría del 
                    fandango de Pepe el Limpio: «Yo no digo que mi barca/sea la 
                    mejor del puerto,/pero a mí me da el avío...»
 
 Espero que este Opencor de la Justicia de los jueces de 
                    cercanías sirva, como el fontanero de urgencia, para 
                    desatrancar el bajante de la lentitud de los tribunales, 
                    donde hacen falta legiones de varilleros. Confío que estos 
                    jueces de cercanías sean de verdad para los desavíos de los 
                    ciudadanos, y no como un Consejo del Poder Judicial 
                    cualquiera: para hacerle el avío al poder que los nombró a 
                    dedo.
 
 
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