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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un azulejito a Joyería Reyes

Uno de los males de nuestro tiempo es el igualitarismo. Con el igualitarismo, todo da lo mismo. E igualitarismo lamentable han aplicado el Ayuntamiento y el Consorcio de Turismo para una iniciativa loable en su planteamiento, pero agraviosa en su realización: premiar a los comercios veteranos de Sevilla. Han puesto un corte de 50 años y han dado un azulejito conmemorativo a los comercios que han estado este tiempo abiertos ininterrumpidamente. Vamos, sobreviviendo a pesar de los impuestos, el IBI, los convenios colectivos, la competencia de las grandes superficies y las calles patas arriba por las obras.

En el ABC vino la lista completa de los 52 comercios premiados con el azulejito. Ni están todos los que son ni son todos los que están. No está, por ejemplo, Tejidos Curado, abierta en la Cuesta del Rosario casi desde tiempos de Santo Domingo que lo ha fundado. Ni está un comercio tradicional de chicarrería, carne de mi carne, donde en 1946 sentó plaza de mujer empresaria frente a la Catedral mi zapatera del Niño de la Virgen de los Reyes.

Una cosa es el comercio tradicional y otra el comercio rancio. Y esto ha sido la tómbola del comercio rancio. No ha quedado taberna, como la del inevitable Robles, sin su pedrea. Establecimientos que no tienen el menor interés en su decoración, de ayer por la mañana, tras una reforma en la que a lo mejor se cargaron nobles maderas, vidrios pintados a mano, mostradores de caoba y espejos donde se había parado el azogue del tiempo. Establecimientos cuyo único mérito quizá sean las cagadas de moscas en el cuadro que enmarca su licencia de apertura. O comercios otrora tradicionales, que marcaban el carácter de la ciudad, y que se cargaron con toda la complicidad municipal. Premiar la horterada de acero inoxidable y mármol que han perpetrado en Ochoa de Sierpes es dar una puñalada a la memoria de muchas generaciones de sevillanos.

Es un agravio igualitario poner establecimientos cien veces reformados, cada vez con peor gusto, a la misma altura que el verdadero comercio tradicional, monumental, digno de toda protección, ayuda, estímulo...y exenciones fiscales. Los comerciantes que mantienen establecimientos tradicionales deberían decir como el famoso embajador inglés sobre los manifestantes: no me dé usted más premios, me basta con que me cobre menos impuestos y no me haga más obras en esta calle. No se puede poner a Joyería Reyes, a El Cronómetro, a El Rinconcillo, al Bazar Victoria, a Casa Román, a Félix Pozo o a Casa Morales, por sólo citar algunos, a la misma altura que una tabernita con tapa de altramuces. Estos comercios monumentales son dignos de una ayuda que brilla por su ausencia (Plan Restauro aparte, que elogiamos en su momento). Como monumentos que son, deberían tener exenciones fiscales totales. Y subvenciones. Si se subvenciona el campo, la pesca, la ganadería, ¿por qué no el comercio?

Si quieren comprobar el agravio, entren en ese vivo monumento catalogado del Modernismo que es la Joyería Reyes, de Alvarez Quintero. Nada ha sido tocado del proyecto original de Juan de los Reyes y Arévalo. Con todo respeto a la Historia y al Arte, los dueños se han gastado durante casi cien años carretadas de dinero para restaurar y conservar hasta el papel pintado de las paredes, aparte de las vitrinas, los mostradores, las lámparas, el singularísimo conjunto Art Nouveau. ¿Cómo se va a comparar el mérito de Reyes con una tasca de plástico y formica de ayer por la mañana? Pues nada, el Ayuntamiento ha premiado tanto a la tasca magefesa como a la monumental Joyería Reyes con lo mismo: con un azulejito. Si yo fuera el dueño de la Joyería Reyes, harto de pagar impuestos y de conservar un refinadísimo trozo de Sevilla con cargo a mi bolsillo, y me vinieran con el azulejito, me daba el gustazo de decirles a los del Ayuntamiento por dónde tenían que meterse el azulejito...



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