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Nueva
frase para el catálogo de comparaciones populares:
-Anda, que eres más hortera que la cabina VIP de la noria
del Prado...
Deseandito estoy que monten la noria británica en El Prado,
nada más que por subirme en las calesitas de su cabina VIP.
Yo estaba totalmente en contra de que en El Prado pusieran
una noria. Con lo bien que estaría, un poner, en la recta de
Los Palacios, o donde no le hiciera la competencia no a los
cielos que perdimos (más perdidos que el Barcolarroz), sino
a los absurdos que ganamos. A saber: al hito erecto del
Puente del Alamillo. A los rascacielitos de La Buharia que
me han dicho que autorizó Soledad Becerril, vaya tela. A la
Torre Mapfre. A etcétera.
-¿Y la Giralda, usted, cómo se va a quedar en este cielo de
Sevilla lleno de pingorotes y norias?
No me sea carca con la supremacía de la Giralda, Sevilla
tiene que entrar en el vamos con la tercera modernización,
apoyados, eso sí, en la tradición: «Fagamos unos rascacielos
tales y pongamos unas norias cuales que los siglos venideros
nos tomen por gilipollas».
Yo estaba totalmente contra la noria en El Prado, pero en
cuantito he leído lo de la cabina VIP, aquí tienen a un
partidario. A ver si la montan pronto, don Alfredo, que
estoy deseandito subirme a esos cacharritos con Isabel, como
me imagino que usted se subirá con Felisa. Yo no me pierdo
por nada del mundo la cabina VIP, con sus cuatro butacas de
piel, su pantalla de plasma y su neverita con champán. ¿Y
consola de videojuegos, no le van a poner? No hay derecho a
que en la cabina no haya consola de videojuegos; ni jamón de
Badía con su jamonero; ni DVD para ver los vídeos
«cofrades». Tienen que perfeccionar esa cabina. Aún puede
hacerse más hortera. Por ejemplo, la neverita, que tiene
grandes fallos. ¿Por qué sólo champán? Sería mucho más
hortera que hubiera güisqui de malta en copa de balón.
-Yo es que si en la neverita no hay copa de balón no me subo
a la noria.
No me sea usted iscariote, por favor, que la noria es la
sublimación de la estética cani, munarco y piel sensible que
se está adueñando de una ciudad que antaño tenía sentido de
la medida, equilibrio, elegancia. El alcalde, dejando que
planten la noria, le da en-tó-er-bebe del mal gusto a la
Sevilla de los canis, sus fieles votantes, que estarán
encantados de subirse a la noria con la chavala, y que ya
están ahorrando para entrar en la cabina VIP con otro
colegui y con su piba.
En Londres hay otra noria igual, claro. Pero, hijos míos:
con la cantidad de cosas de buen gusto, refinadas, cultas,
serenas, elegantes, que hay que copiar en Londres, ¿no
teníais otra cosa que imitar más que la espantosa noria?
¿Por qué no os fijáis en cómo cuidan allí sus comercios
tradicionales o el patrimonio inmaterial de sus ritos?
Pensad en el Martes Santo. El Cristo de la Buena Muerte
regresa a la Universidad entre oscuridades de hachones y al
fondo, la noria. Sí, el ruán es muy tirillita, ya sé. Pues
otro caso práctico, el Lunes Santo: ese Cautivo del Tiro de
Línea liberando la tarde de Sevilla y al fondo, la noria.
-¿Y lo bien que se verá Sevilla desde allí arriba?
La destrucción de Sevilla, dirá usted. Y, además, mejor se
contempla Sevilla desde lo alto de la Giralda y ya ve usted,
no hay sevillano que suba, todos son turistas. Aunque ahora
que lo pienso, retiro lo dicho de la Giganta. Como lean esto
los calonges, capaces son de poner en el cuerpo de campanas
una Sala VIP con cuatro butacas de escai, una pantalla de
plasma y una neverita, para trincar más la tela todavía.
Capaces son. ¿No van a convertir la Catedral en Fibes,
poniendo allí el espanto comercial de Munarco?
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