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SEVILLA
es única. La única ciudad del mundo donde los seises son
diez, donde El Pasmo de Triana nació en la calle Feria,
donde el torero de la Alameda nació en Triana, donde El Mudo
va en Las Siete Palabras, donde Enrique el Cojo fue maestro
de baile, donde se hizo un puente antes de poner el río, y
donde más alipori dan los reptiles, lagarto, lagarto, pero
la calle principal se llama Sierpes, toma ya.
Fiel a sus tradiciones de las contradicciones, otro suceso
más acaecido en la tristemente famosa calle Isaac Peral, el
del submarino, nos permite contemplar, ¡arriba el
periscopio!, la suprema incoherencia de Sevilla. La única
ciudad del mundo donde sale ardiendo un albergue juvenil,
repito, juvenil, y resulta herido al saltar por una
ventana... ¡un anciano de 80 años que estaba alojado allí!
-Hombre, no se extrañe de que en el albergue juvenil esté un
señor de 80 años. ¿No preside Julio García Casas las
Juventudes Musicales y tiene más años que la trenka de
Fernando Pérez Royo?
Serán las tradiciones de las contradicciones. Como las
tradiciones de las circulaciones. Esta tradición de que
cuando te has aprendido por dónde tienes que ir de tu casa
al trabajo con el coche, ¡zas!, cortan una calle por las
obras del Metro o porque Martín Casillas se va a hacer más
rico todavía con otro aparcamiento, y ya no sabes por dónde
tirar. Y en Sevilla entera se forma un lío circulatorio de
los de no te menees en sentido estricto: que no te puedes
menear en el colapso del atasco donde te metes. Como la
callejuela sin salía: ni palante ni patrás. No sólo Don
Manuel acolapsa La Palmera: Don Alfredo acolapsa Sevilla
entera en cuanto cambia el sentido de circulación de una
calle o cuando cortan José Laguillo. Cuando José Laguillo
estornuda, la SE-30 se resfría, y los embotellamientos
camino del puente del Centenario llegaban antier noche hasta
Camas.
Sevilla está mal de la circulación. La tenía que ver un
especialista, hacerle... ¿un dopples se llama, doctor Carlos
Infante? Vamos, una prueba que demuestre que el tráfico
depende de unos hilitos, que si se tocan, se colapsa el
sistema entero. La circulación tiene en Sevilla ateromas,
arterioesclerosis, trombos. Menos fluidez, de todo. Sin que
le pongan heparina. Sin que en los sitios gravemente
afectados les hagan los by-pass de tres en fondo, como a la
enferma de dolencias circulatorias importantes que es. Lo
vemos en cada corte de calle, en cada manifestación
mañanera. En cuanto se inflama una arteria o una vena, e
incluso el vaso capilar de un callejoncito de nada, se forma
tal follón generalizado que el embotellamiento llega a
Castilleja.
Y esto es lo que verdaderamente debería preocupar, y no las
chorradas de la noria del Prado, el muelle de Las Delicias o
el dineral que nos vamos a gastar en la Plaza de la Libertad
o en las plazas de la piel sensible. Que suena a bolero. Tú
pones a un tío cantando «Piel sensible» con unas maracas y
lo lleva El Loco a su colina para un dueto con el inevitable
Falete. Aquí necesitamos menos concursos de ideas y más
resoluciones prácticas sobre lo que de verdad preocupa y
amarga a los sevillanos. En arreglar algo inmediato como la
circulación sí que deberíamos emplear todos los esfuerzos
que se van en los cuentos del envergue de la modernidad.
¿Cuántas miles de horas de trabajo se pierden al día,
cuántos cientos de miles de litros de gasolina se gastan
inútilmente en los embotellamientos? Que además te los
encuentras ya donde menos te lo esperas y a la hora menos
pensada: en la Puerta Osario a las 2 de la tarde; en Manuel
Siurot a las 10 de la mañana; a las 11 en Eduardo Dato...
La circulación de Sevilla necesita urgentemente un
cardiólogo. Antes que nos dé un infarto a todos los que
tenemos que padecer los embotellamientos tipo José Laguillo.
Ya estamos como en Madrid, que sabes cuándo sales pero nunca
cuándo vas a llegar.
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