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TRAS
mi pasodoble de antier, un lector me avisa que lo han pedido
por Canal Sur Radio y se suma a la iniciativa: que el
auditorio de la Expo lleve el nombre de Rocío Jurado. Me
sumo también. Aunque servidor, por Canal Sur Radio, no ha
escuchado últimamente más Yerbabuena que la jartible de
María: «Que se le seque la yerbabuena». En estos días de
concurso de Carnaval oigo Canal Sur Radio (Andalucía
Información, 90.8 FM) lo menos cinco horas cada noche,
simultaneándolo con Radio Cádiz (990, OM). La radio le mete
a uno en el Teatro Falla mucho más que la tele. Con el
estéreo cinco jotas de Manzorro y Pedreño en Canal Sur y con
la gaditanidad de Carlos Alarcón en Radio Cá-diz, parece que
está uno en el propio teatro, sentado junto a Pepón, a María
la Yerbabuena...y a uno que se ha colao de gañote. ¿Que por
qué me tiro cinco horas todas las noches oyendo Carnaval? Es
mi jornada lectiva. Preparo los exámenes de febrero. Para mí
es como ir a clase, a aprender, a descubrir voces preciosas
del habla andaluza, como que Falete tiene cambembos los
brazos. Sigo las enseñanzas de Pemán. Cuando las Fiestas
Típicas, Pemán sacaba un billete de veinte duros del cajón
de su escritorio, se lo daba a su secretario don Antonio
Llaves y le decía:
-Vaya usted a comprarme los libretos de coplas de todas las
chirigotas que se encuentre por la calle.
Pemán tomaba los cuadernos de coplas como lo que eran: como
libros de texto. Para aprender del pueblo soberano. Se los
empapaba como yo me empapo lo de Terelu en la discoteca, que
canta una chirigota: la cogió El Pipi por popa y le puso el
papo como una papa. Hay pemanianas Terceras de ABC, como la
del buitre en el Monumento, que son coplas de Paco Alba
floreadas, glosas literarias de un cuplé de Carnaval. Para
mí Radio Cádiz y Canal Sur son como pemanianos cuadernos de
coplas que desde su Plaza de Candelaria me trajese el fiel
don Antonio Llaves, que si no con su eficiente secretaría,
sí me honra con su generosa amistad.
Bueno, vamos a la Yerbabuena, como el que va al turrón.
Hablando de Yerbabuena: por Canal Sur Radio han pedido que
el Auditorio de la Cartuja, donde tantas noches de Expo dio
Rocío Jurado lo mejor de su voz y de su poderío en
«Azabache», lleve el nombre de la genial chipionera. Ya lo
lleva. Ya se llama oficialmente «Auditorio Rocío Jurado». Si
no la han arrancado, entrando en el auditorio, a mano
derecha, tiene que estar todavía una placa que le pone ese
nombre. Rocío Jurado la descubrió una mañana de post-Expo,
por iniciativa del embajador Prado Colón de Carvajal y de
Alfonso Seoane, que entonces dirigían Isla Mágica. Al pintor
Juan Valdés o Loli Reina, juradistas militantes, pongo por
testigos de que el viento se llevó esa placa. Ellos fueron
testigos del inmenso y rotundo recital que aquella noche dio
Rocío en «su» auditorio, plena de facultades, de gracia, de
arte.
Por las sucesivas adversidades y tumbos de Isla Mágica,
nunca más se usó aquel rótulo, que allí quedó olvidado, en
aquella placa. El auditorio que hizo Eleuterio Población
nunca apareció ni en carteles ni en billetaje denominado
como entonces se le puso: «Auditorio Rocío Jurado». Ahora es
el momento. Sevilla le debe mucho a Rocío. La chipionera, de
mayor, quiere ser sevillana. Lo ha demostrado en toda su
carrera. Aquí ha tenido los grandes éxitos, como «Azabache»,
como el recital inolvidable del Patio de la Montería, como
«El Amor Brujo» en la plaza de los toros. Nada de Sevilla le
ha sido nunca ajeno. Yo puedo contar cómo se emocionó la
tarde que la llevé a ver los seises en la Catedral. Lo menos
que Sevilla puede hacer por quien está tan enamorada de la
ciudad es poner en uso masivo y circulación legal ese nombre
que ya tiene el auditorio de La Cartuja. ¿Tanto cuestan unas
letras así de grandes, para que lo ponga allí, en la
fachada, bien clarito: «Auditorio Rocío Jurado»? Por grandes
que sean las letras, más lo es La Más Grande. Y más
enamorada está de Sevilla.
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